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¿Es tan perfecto Fernando Alonso como nos intentan hacer ver?
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José Félix Díaz

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José Félix Díaz

¿Es tan perfecto Fernando Alonso como nos intentan hacer ver?

En esta ocasión me voy a permitir el lujo de escribir de Fórmula Uno. Y digo que es un lujo porque lo voy a hacer como

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¿Es tan perfecto Fernando Alonso como nos intentan hacer ver?

En esta ocasión me voy a permitir el lujo de escribir de Fórmula Uno. Y digo que es un lujo porque lo voy a hacer como espectador, aficionado o simple lector de un deporte que desconozco más allá de lo que se puede ver por la tele y del que durante muchos años me ha llamado más la atención las montoneras que se forman en ocasiones en la salida o los incidentes que puede provocar en los boxes el amigo tuercas de Renault, el mismo que dejó a Fernando Alonso sin una rueda metros después de no apretar el tornillo con la suficiente intensidad. Con el paso del tiempo, algunos nos permitimos el lujo de hablar de Q1, Q2 o Q3 sin que estemos haciendo referencia el famoso modelo de Audi. Esto quiere decir que al menos nos sentamos ante la tele intentando conocer de qué va el asunto. Poco a poco y a su tiempo.

 

El asombro del iniciado en esto de la Fórmula Uno de la mano de Fernando Alonso es comprobar que el asturiano nunca se equivoca. Las críticas que recibe son siempre positivas, tienden a ensalzar todo lo que hace. Esté bien o mal, que llegado el caso es de lo menos porque he llegado a la conclusión de que es el hombre perfecto. O al menos así nos lo hacen ver en las transmisiones televisivas, en las crónicas de radio o en las de los periódicos, aunque la palma se la lleva LaSexta con sus forofos comentarios y que siempre tienden a minimizar al resto de pilotos. Menos mal que por ahí está Jacobo Vega para poner sensatez.

 

Si se adelanta en la parrilla es porque el resto de pilotos se quedan parados cuando el semáforo ha dado vía libre. Y eso que el director de carrera ya señalaba con el dedo al asturiano en plena salida. O cuando se atreve a adelantar en los boxes y escuchamos que lo hace porque es el mejor. El problema es que no recordaron lo dicho minutos antes cuando un tal Lewis Hamilton hizo una maniobra parecida en idéntico espacio y al que poco menos tenían que quitar todos los puntos del carné de conducir y sancionar de por vida. ¿Qué diríamos si el que hace el adelantamiento es Massa a Alonso y no al revés? Pobre brasileño si se le ocurre pasear algún día por alguna céntrica calle de cualquier ciudad española. Y no nos olvidemos de aquel piloto que defiende su posición por delante de Alonso y lo único que hace es entorpecer al de Ferrari porque Alonso siempre va más rápido que el resto.

 

En pocas ocasiones ha existido un personaje con tal patente de corso a la hora de valorar lo que hace. Alonso es uno de los mejores pilotos de la historia. Lo dicen los números, pero no siempre acierta con sus decisiones. Se puede equivocar. No pasa nada y quizás esos errores le ayuden aún a ser mejor piloto y más ahora que está en Ferrari, la escudería mejor valorada de la Fórmula Uno. Por cierto, admiro a Alonso por lo buen piloto que es, por lo que ha logrado y porque ha conseguido que, con una caña por testigo, que la gente hable de gomas, kers, graining como si fueran aspectos cotidianos de sus vidas. Eso sí, tanto peloteo a su alrededor no es nada bueno.

En esta ocasión me voy a permitir el lujo de escribir de Fórmula Uno. Y digo que es un lujo porque lo voy a hacer como espectador, aficionado o simple lector de un deporte que desconozco más allá de lo que se puede ver por la tele y del que durante muchos años me ha llamado más la atención las montoneras que se forman en ocasiones en la salida o los incidentes que puede provocar en los boxes el amigo tuercas de Renault, el mismo que dejó a Fernando Alonso sin una rueda metros después de no apretar el tornillo con la suficiente intensidad. Con el paso del tiempo, algunos nos permitimos el lujo de hablar de Q1, Q2 o Q3 sin que estemos haciendo referencia el famoso modelo de Audi. Esto quiere decir que al menos nos sentamos ante la tele intentando conocer de qué va el asunto. Poco a poco y a su tiempo.