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El vestuario del Atlético ni aguanta ni cree en Quique
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José Félix Díaz

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José Félix Díaz

El vestuario del Atlético ni aguanta ni cree en Quique

El Atlético de Madrid se ha caracterizado en las últimas temporadas, salvo en la pasada claro está, por pulsar el botón de la auto destrucción en

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El vestuario del Atlético ni aguanta ni cree en Quique

El Atlético de Madrid se ha caracterizado en las últimas temporadas, salvo en la pasada claro está, por pulsar el botón de la auto destrucción en un momento determinado de la campaña. Los sucesivos ceses de Aguirre o Abel como entrenadores de la nave rojiblanca lo pueden demostrar. No se sabe muy bien el motivo, pero de repente parece que molesta hasta el color de la puerta del vestuario. Unos a otros no se soportan y lo que ayer parecían grandes jugadores y un técnico con proyección quedan empequeñecidos ante las circunstancias que rodean al equipo y a la entidad.

 

Pues bien, ese momento ha llegado y el Atlético ha entrado en esa fase negativa que arrastra al equipo a vivir situaciones límites. En esta ocasión, el problema no es otro que el nulo entendimiento entre Quique y el vestuario. Los jugadores ya no creen en el entrenador ni en su discurso. En la zona noble, hablamos de Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo, lo saben y la toma de una decisión drástica puede ser cuestión de horas. Marcelino y Luis Aragonés son los nombres que han aparecido por las oficinas del Vicente Calderón en caso de que el consejero delegado y el presidente decidan terminar con la estancia de Quique en el banquillo rojiblanco.

Lo curioso es que todo este desencuentro nace con la conquista de dos títulos y la presencia del Atlético en la final de Copa. Al término de la pasada campaña, con la Europa League todavía caliente en el museo atlético, tanto Quique como Miguel Ángel Gil dudaron en prolongar la relación. No lo veían claro. El técnico tenía otras propuestas o por lo menos había recibido llamadas de terceros equipos, pero el resultado de la final de Copa con la victoria del Sevilla supuso que el hueco que iba a dejar Antonio Álvarez no quedara libre. A partir de ese momento, la toma de decisiones cambió de color y no tuvieron más remedio que renovar contrato. Ninguna de las dos partes estaban convencidas de acertar, pero el entrenador asumió el reto de dar más gloria al Atlético y los dirigentes de dar forma a una plantilla con carencias. El técnico cumplió con la Supercopa de Europa y Gil y Cerezo con el mantenimiento en el equipo de Forlán y Agüero, más la llegada de Filipe y Godín. Pero fue ganar al Inter y la desconexión del equipo llegó de nuevo. Tras un inicio prometedor, todo volvió a la senda de los últimos años: malos resultados, peor ambiente.

 

Los futbolistas saben que todos están en venta

La relación entre Quique y los jugadores se ha ido deteriorando con el paso de las semanas hasta llegar a un punto sin retorno. En el grupo no ha gustado que el entrenador señalara a algunos jugadores como culpables de derrotas o de situaciones concretas como fue el caso de Raúl García, Domínguez o Forlán y menos aún que se dudara de la capacidad del equipo para repetir lo vivido con el éxito ante el Fulham o el Inter. Las últimas ruedas de prensa del entrenador no han hecho sino aumentar la distancia entre el cuerpo técnico y la plantilla. El mensaje que ha llegado a éstos desde el club tampoco ha ayudado a pensar en mayores empresas. La salida de Simao y la posterior noticia recibida por algunos de que todos están en venta si llega una buen oferta, no ha sido del agrado de unos jugadores que volvieron a creer que estaban en un equipo grande cuando vieron a miles de personas celebrar los éxitos cosechados en Europa.

La situación es complicada. Mucho. "Ahora nos preocupa salvar la categoría" es un mensaje que se ha escuchado en el Calderón en los últimos días. La eliminación ante el Real Madrid ha sido la puntilla de un proyecto, el 2010-2011, que nació sin el pleno convencimiento de estar haciendo lo mejor o lo que más convenía en ese momento. En un principio los dirigentes habían descartado tomar decisión alguna. No querían meter el marrón de entrar en un equipo tocado en plena temporada, pero el total distanciamiento que hay entre Quique y la plantilla invita a pensar en que el cambio de entrenador se puede producir en cualquier momento. El Atlético no se merece vivir una situación así y menos con dos conquistas tan importantes y tan recientes.

El Atlético de Madrid se ha caracterizado en las últimas temporadas, salvo en la pasada claro está, por pulsar el botón de la auto destrucción en un momento determinado de la campaña. Los sucesivos ceses de Aguirre o Abel como entrenadores de la nave rojiblanca lo pueden demostrar. No se sabe muy bien el motivo, pero de repente parece que molesta hasta el color de la puerta del vestuario. Unos a otros no se soportan y lo que ayer parecían grandes jugadores y un técnico con proyección quedan empequeñecidos ante las circunstancias que rodean al equipo y a la entidad.

Europa League Miguel Ángel Gil Marín