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Esperando a que Guardiola diga 'sí'
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Antonio Sanz

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Esperando a que Guardiola diga 'sí'

En febrero de 2011, previo a la reentré del Barça en la Liga de Campeones, la entidad azulgrana anunció la noticia más deseada por el barcelonismo:

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Esperando a que Guardiola diga 'sí'

En febrero de 2011, previo a la reentré del Barça en la Liga de Campeones, la entidad azulgrana anunció la noticia más deseada por el barcelonismo: la continuidad de Pep. Y en eso estamos hoy, aguardando que el ‘mesías’ azulgrana confirme a la opinión pública que mantiene el cargo. El misterio, que siempre acompaña al futuro del técnico, tiñe de inquietud a la afición. Las explicaciones conducen a que prefiere no perpetuarse en el cargo, a mantener la intensidad del puesto y a calibrar cada temporada si la ilusión no pierde comba. Con todo, Guardiola -los éxitos así se lo permiten- provoca cierta angustia en la Junta Directiva porque maneja los tiempos, decide cuándo y cómo se descifra en público y manifiesta con arrojo que cubre el pulso al escudo.

Rosell, mientras, vive con las manos atadas y cumple con todas las consignas que entiende puedan evitar la alteración afirmativa del entrenador. Para empezar, colocó de director deportivo a quien se convirtió en su ejemplo a seguir. Andoni Zubizarreta fue el espejo del Pep futbolista. El capitán que le enseñó a vestirse como tal. El profesional que le ordenó los valores de la caseta. El hombre con el que comparte escenario ideológico y que le sirve para conectarse en la distancia con el poder, algo que irrita sumamente al Pep entrenador.

El FC Barcelona peleó lo indecible en verano por la necesidad (así lo solicitó Guardiola) de reforzarse en dos posiciones cumbre: la media y la delantera. Con Mascherano reconducido a zaguero, Pep estimó que resultaba básico otro centrocampista, y no cualquiera. No hubo lista. Sólo un nombre se rodeó con rotulador rojo: Cesc Fàbregas. Con el delantero se apostó inicialmente por Rossi, pero la familia Roig solicitó una cantidad desorbitada, que al final, y por objetivos, terminarán desembolsando a la familia Pozzo.

El sí de Pep está cercano por la comunión que el técnico mantiene con el vestuario. El compromiso que le devuelven los jugadores lo llena plenamente. Cuando compruebe que el grupo pierde el hambre de victorias, que la rutina los vuelve vulnerables o que el éxito rompe la armonía y destila zozobra, será el momento del adiós. Hoy no detecta ninguna de esas anomalías en el camerino, si bien, siente cada día más cercano el aliento del Real Madrid, lo que forzará que la secuencia de trofeos se vea escalonada.

La enfermedad de su ‘alter ego’ Tito Vilanova y el desgaste perpetuo del sacrificado día a día frenan el ímpetu de amarrarse a gritos a la quinta campaña consecutiva. Por eso, mide y decide. Aunque su futuro parece clarificado: una temporada más antes de un año sabático dónde meditar si experimenta o no el paso por la Premier o por el Calcio. Luego vendrá Catar. Entonces, ya será el entrenador más admirado, querido y elogiado de la historia culé. Cruyff ya no será el único gurú.  

En febrero de 2011, previo a la reentré del Barça en la Liga de Campeones, la entidad azulgrana anunció la noticia más deseada por el barcelonismo: la continuidad de Pep. Y en eso estamos hoy, aguardando que el ‘mesías’ azulgrana confirme a la opinión pública que mantiene el cargo. El misterio, que siempre acompaña al futuro del técnico, tiñe de inquietud a la afición. Las explicaciones conducen a que prefiere no perpetuarse en el cargo, a mantener la intensidad del puesto y a calibrar cada temporada si la ilusión no pierde comba. Con todo, Guardiola -los éxitos así se lo permiten- provoca cierta angustia en la Junta Directiva porque maneja los tiempos, decide cuándo y cómo se descifra en público y manifiesta con arrojo que cubre el pulso al escudo.

Pep Guardiola