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De Gea no se adapta a Ferguson y medita pedir su salida
Demasiadas cumbres en la vida de David De Gea, de las que siempre ha hollado con ventaja. Accedió, por accidente, a la titularidad del Atlético gracias
Demasiadas cumbres en la vida de David De Gea, de las que siempre ha hollado con ventaja. Accedió, por accidente, a la titularidad del Atlético gracias a la lesión muscular de un compañero. Antes, la tozudez familiar y sus expectativas personales negaron alternativas secundarias. El Wigan quiso bautizarlo en Inglaterra para alternarlo entre la Premier y el reserva -filial-, en un desarrollo sin prisas. Tampoco respondió afirmativamente, pese a comprobar que en casa las posibilidades de juego eran nulas. La apuesta de García Pitarch, el entonces director deportivo, era Sergio Asenjo, tras aprobar el dueño una operación cercana a los ocho millones de euros.
El año de David en el 'B', flojo, lo descartaba ante cualquier presente y borraba cumplir el sueño de la infancia. Sin embargo, la perseverancia obtuvo premio. Abel le hizo debutar -tras cometer y parar un penalti-, Santi Denia le reafirmó a los ojos del nuevo técnico -Quique, en el palco-, que apostó sin fisuras por quien retrataba el futuro atlético… hasta que se cruzó Sir Alex. Ferguson no dudó en dejar huérfano a su equipo, en un encuentro de 'Carling Cup', para presenciar en Mestalla un partido del que sería su imberbe pupilo. De Gea aprobó con nota el examen definitivo. El calendario no había corrido ni un año desde aquella noche del majestuoso estreno en el Calderón ante el Zaragoza.
La operación se rubricó unos días después de la visita del escocés a Valencia, en otoño: las fuentes bailan respecto a la cantidad final, pero se apunta casi sin errar a los veinte millones de euros, con una interesante partida adelantada a las arcas del Manzanares durante los primeros meses de 2011. El chico disputó media Liga de rojiblanco siendo conocedor de su compromiso con el Manchester United. Cumplir, siendo consciente del cambio de destino, le fortaleció para lo que le aguardaba. Tal vez, un año más en Madrid le habría curtido más, le habría formado más, le habría endurecido más frente a las adversidades -todas cuando se trata de un portero-, pero el club necesitaba la 'pasta' y a Ferguson no se le puede decir 'no' porque esa puerta no se vuelve a abrir jamás.
Tras una triste puesta de largo en la Supercopa inglesa, resultó respaldado públicamente por el manager que cambió en el descanso a los dos expertos y titulares centrales -Ferdinand y Vidic-, De Gea no ha terminado de borrar la leyenda de Van der Sar y su propia sombra de 'Van der Gea', su apodo en la cantera atlética. Sin oposición en el puesto, el fichaje de Lindegaard se tomó con rol de actor de reparto para que no agobiase al titular, pero algunos errores le han castigado. Los medios británicos -populistas, desinformados y ventajistas- han marchitado su imagen ocupándose de destruir el porvenir del jugador. La miopía -lo acompaña desde pequeño- y una chiquillada -lo del bollo sustraído- son la cruz mediática.
Con todo, la inesperada suplencia -la inversión obliga a Ferguson a ser conservador- le ha inquietado. La última frente al Stoke City, tras el error ante el Liverpool en la Copa, se debe a una contusión en el hombro, así lo admite su entorno más cercano. El mismo que calibra la posibilidad de abandonar Manchester a final de temporada. Con contrato hasta junio de 2016 y con la apuesta económica efectuada, la operación es inviable para el club. El portero mezcla situaciones de debilidad con comportamientos escasamente creíbles a su figura. El manager, distante, se acerca para reiterarle confianza, tranquilizadores mensajes que quedarán en rescoldo si el banquillo termina calentando la cabeza del chico. La primavera definirá, pero el invierno determina cambiar de aires. Si persevera, uno de sus principios en la vida, echará el candado a una legendaria portería.
Demasiadas cumbres en la vida de David De Gea, de las que siempre ha hollado con ventaja. Accedió, por accidente, a la titularidad del Atlético gracias a la lesión muscular de un compañero. Antes, la tozudez familiar y sus expectativas personales negaron alternativas secundarias. El Wigan quiso bautizarlo en Inglaterra para alternarlo entre la Premier y el reserva -filial-, en un desarrollo sin prisas. Tampoco respondió afirmativamente, pese a comprobar que en casa las posibilidades de juego eran nulas. La apuesta de García Pitarch, el entonces director deportivo, era Sergio Asenjo, tras aprobar el dueño una operación cercana a los ocho millones de euros.