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La venganza de don Gregorio o las implacables matemáticas del fútbol
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Antonio Sanz

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La venganza de don Gregorio o las implacables matemáticas del fútbol

Manzano ha recuperado voz pública. Recientemente, un amigo común me recordó una cita que guardaba en el recuerdo: "Cuando la voz de tu enemigo te acusa,

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La venganza de don Gregorio o las implacables matemáticas del fútbol

Manzano ha recuperado voz pública. Recientemente, un amigo común me recordó una cita que guardaba en el recuerdo: "Cuando la voz de tu enemigo te acusa, sólo el silencio de tu amigo te condena". Y eso es lo que sentenció al técnico, punto arriba o abajo y gol abajo o arriba, los profundos silencios de sus próximos. No tanto los ecos críticos que repitieron aburrida secuencia con el mismo sentido procesal de hace siete años, o menos el apoyo inquebrantable de sus cercanos, que lo volvieron a confundir en la estrategia. Más bien, Gregorio equivocó cerrar filas únicamente con quienes apostaron por él tras desatender ni arrimarse a quien verdaderamente toma las decisiones. Al buen entrenador que despidió el Atleti al olor del turrón lo machacó su repetida distancia con el dueño de la institución.

Hemos escuchado al protagonista en Radio Marca y leído en El País las reflexiones en distancia de quien devora familia, libros y fútbol en unas jornadas de ocio que queman al más pintado, sobre todo si te han largado de un banquillo tan añorado. Pero es que el Atlético de Madrid se sigue manejando en el alambre. Nada ha cambiado desde su primera experiencia. Por eso, Manzano reclama justicia para su esfuerzo pero es incapaz de acusar porque su sentido de lealtad le enfrenta a su sentido del deber, en este caso no cumplido. Despedido sin finiquito tras caer derrotado en Getafe, salvó la afrenta por el inmediato desplazamiento amistoso-jovial a Egipto y porque no encontraron relevo apropiado y no superó las humillaciones de Albacete y Cornellá. Mientras dos ejecutivos del club, Clemente Villaverde y Pérez Caminero, le mandaban descargas de confianza, el dueño, que supo deslizar el nombre de Benítez a sus acólitos para dejarse vía libre en su trazada a Buenos Aires, agilizaba los contactos con Simeone. Entonces se vivió uno de los episodios más surrealistas del fútbol moderno: cómo despedir a un entrenador en una rueda de Prensa pronosticando que volaría por los aires al tercer partido.

Y así sucedió. Caminero dejó botando en los medios de comunicación la salida de Manzano. Ganar al Rennes, perder con el Betis o doblar la rodilla en la Copa eran resultados insignificantes. La suerte estaba echada y como presagió Cerezo: “Gregorio, los lunes al sol”. El ‘Cholo’ estaba contratado y el club cambiaba de entrenador. Poco servía ya el consejo del verano de jugar de manera atractiva apostando por la calidad o que la nueva manada de jugadores no se conociera más allá del álbum de cromos, cada vez más foráneo en el club. La ola de savia nueva con coro de ‘ole, ole’ era suficiente para desterrar la amargura de la grada y devolver la confianza a una afición que se maneja a golpe de efecto. Y el de Simeone era, desde la zona sur, la mejor elección. El paraguas sirvió hasta que llegó Europa. Con la doble competición, el Atleti se ha caído. Y ejecuta Manzano. Los datos son innegociables: en las diez jornadas en que ambos han coincidido en el banquillo han sumado los mismos puntos -trece-, pobre cifra para ambos. El cambio de inquilino, sin embargo, sí resultó un éxito: cuatro partidos, diez puntos. Pero después, en los nueve siguientes, el mismo puntaje que en el póker del estreno. Las matemáticas aplauden el discurso resultadista de Manzano: “Conmigo habríamos alcanzado los objetivos” o “el equipo de Simeone es más conservador que el mío”. En el tramo global, el andaluz logró diecinueve puntos en dieciséis choques, mientras que el argentino apunta veinte en trece ligueros.

Diego Simeone es consciente de que aspirar a pelear por las dos competiciones -Liga y Europa League- es una quimera con lo que dispone. Y más sin rotar. El técnico era consciente de que lo probable era lo que ha sucedido, que la acumulación de partidos disminuyese la morfología del conjunto. Ahora se aproxima a un título pero es consciente de que la evaluación final se la harán con lo logrado en la competición doméstica. Sólo desde ahí podrá tomar impulso el próximo verano. Aunque otro ya le enseñó el camino alternativo: levanta un trofeo, desvívete por compartirlo con la gente y ganarás suficiente crédito para un tiempo más.

P.D. De puntillas ha transitado la información oficial de la salida de la sociedad anónima deportiva del díscolo consejero Fernando García Abasolo. ¿Qué esconde la compra de acciones más allá del sempiterno desencuentro entre el ya exconsejero y el presidente o las permanentes diferencias en la gestión, económicas y deportivas, entre el vendedor y el accionista mayoritario? Quizá Fernando se ha cansado de pelear contra molinos de viento. El aire, ya se sabe, sopla de aquella manera a orillas del Manzanares.

Manzano ha recuperado voz pública. Recientemente, un amigo común me recordó una cita que guardaba en el recuerdo: "Cuando la voz de tu enemigo te acusa, sólo el silencio de tu amigo te condena". Y eso es lo que sentenció al técnico, punto arriba o abajo y gol abajo o arriba, los profundos silencios de sus próximos. No tanto los ecos críticos que repitieron aburrida secuencia con el mismo sentido procesal de hace siete años, o menos el apoyo inquebrantable de sus cercanos, que lo volvieron a confundir en la estrategia. Más bien, Gregorio equivocó cerrar filas únicamente con quienes apostaron por él tras desatender ni arrimarse a quien verdaderamente toma las decisiones. Al buen entrenador que despidió el Atleti al olor del turrón lo machacó su repetida distancia con el dueño de la institución.