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De la pizarra de Del Bosque a la España que se rinde a un Pedro supersónico
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Antonio Sanz

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De la pizarra de Del Bosque a la España que se rinde a un Pedro supersónico

España no empató ante Francia ni por el salto de guión de Cesc, ni por el error de Cazorla que prolongó Juanfran, ni tampoco porque Del

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De la pizarra de Del Bosque a la España que se rinde a un Pedro supersónico

España no empató ante Francia ni por el salto de guión de Cesc, ni por el error de Cazorla que prolongó Juanfran, ni tampoco porque Del Bosque optara por Torres antes que Javi Martínez, que eran los dos que calentaban. La Roja resbaló en el Vicente Calderón durante más de media hora presa de una alineación que bastó ante la previsible Bielorrusia, pero que resultó insuficiente para frenar el empuje de unos galos que amenazaron con el pequeño Valbuena la leyenda del campeón. España no fue España, sencillamente. Se derrumbó en la construcción, se alteró en la posesión y se sintió indefensa ante la afrenta del robo y la presión. Con todo, somos los mismos que estamos más que capacitados para ganar en París y para superar cualquier complejo reciente de quienes duden de un grupo inmaculado. Al seleccionador que todo le sale bien le sobraron los inapreciables segundos que descontó Felix Brych, suficientes para quien terminó patinando frente a la picia de sus futbolistas.

Si rebobinamos, antes de llegar al instante final, la pizarra de Del Bosque no ayudó a mandar en un partido donde nos dejaron interactuar. Francia se limitó a esperar para sorprender. España se limitó a perder fuelle para aferrarse a la suerte. La insistencia de actuar sin central y sin delantero centro recreó una imagen repetitiva. Si sirvió en Minsk ante una tropa elevada a una altura desmesurada, tal y como avanzamos aquí hace siete días, en Madrid aportó vacilación en el peor momento de la vida del partido. Los ensayos dejaron de ser pruebas y se convirtieron en la representación de repetir un equipo que terminó deslizándose provocado por varias lesiones musculares -Silva, Arbeloa-, más alguna no contada. No es bastante la explicación que añade que en cuatro años es una novedad con el trabajo realizado. Las excusas mediáticas no arrinconan el cabreo de los clubes con un cuerpo técnico al que se le acusa de acelerar el efecto fortuito para todo.

La pizarra de España se alteró en el césped. Fábregas, el más fiable para Luis y Vicente, tropezó en el diagrama. Cesc presume con justicia de aportar penaltis de éxito. No hay que cebarse en el error, pero sí en el ejercicio que terminó condicionando el resultado. El jugador del FC Barcelona decidió unilateralmente lanzar el castigo que provocó Pedro. Alonso, el designado, asumió para no discutir ante los focos. Poco más hay que explicar. Más allá de que el cuerpo técnico lanza balones fuera explicando que no existe un lanzador fijo y sí varios que deciden sobre la hierba quien se encuentra con más confianza. El grupo, desde Casillas hasta el ‘23’, se sorprendió con lo ocurrido. Nadie era capaz de conceder un motivo que validase que Xabi cediera el protagonismo a Cesc. Lloris hizo el resto, pero el encerado quedó emborronado.

Lo mejor de España en Bielorrusia resultó Pedro. Para muchos sigue siendo Pedrito. Para el Barça es un futbolista incuestionable en un ascenso indiscutible frenado en una extraña decisión de Guardiola. El mismo que le otorgó y le aportó los ascensos suficientes, le negó confianza en los momentos que necesitaba. Pedro Rodríguez arrancó una temporada con lesiones inoportunas. La primera, una distensión en el tobillo izquierdo sufrida en Granada, en una acción que heló al más valiente y que terminó por derribar al canario. La recuperación aportó a Guardiola un Pedro suplente que destacó goleando al entonces tratable -su victoria al Bayern agrandó un determinado presente- Bate Borisov. Una elongación y una contractura en el bíceps femoral aportaron la razón de la suplencia a Pep, que hizo propia una derrama en partidos claves -Real Madrid en Liga o Chelsea en Champions- frente a la aventura que suponía la aportación Cuenca/Tello. El propio entrenador enterró ese deseo para admitir en el tramo final que el ‘castigo’ era impropio para quien admitía con decoro el honor de asumir el rol que admitiese el técnico. Las cosas han cambiado en este verano y la entrada de Vilanova revalorizó la confianza perdida. Los pareceres del nuevo entrenador del Barça están más cerca del vestuario, de dónde se había separado Guardiola. El gol y la personalidad del tinerfeño siguen siendo pieza de victoria frente a una opinión pública que sigue aplaudiendo el esfuerzo del extremo azulgrana. La exhibición de Bielorrusia no esconde a un futbolista que ya no es furtivo. Pedro se descubre siendo un polivalente delantero que triunfa gracias a la confianza otorgada por Pep. Pero de aquel Pep de Tercera al mismo Pedro de Tercera han cambiado los tiempos. Uno disfruta de un tiempo sabático y el otro se destapa con un ‘hat-trick’ de rojo con Brasil en el horizonte. Con todo, ese aspecto supersónico del canario admite que la apuesta de Tito no tiene fisuras. España se rindió a Pedro cuando no se vio. Media parte en el Vicente Calderón sentenció el pronóstico. Si hubiera marcado Cesc… sería aún más héroe.

España no empató ante Francia ni por el salto de guión de Cesc, ni por el error de Cazorla que prolongó Juanfran, ni tampoco porque Del Bosque optara por Torres antes que Javi Martínez, que eran los dos que calentaban. La Roja resbaló en el Vicente Calderón durante más de media hora presa de una alineación que bastó ante la previsible Bielorrusia, pero que resultó insuficiente para frenar el empuje de unos galos que amenazaron con el pequeño Valbuena la leyenda del campeón. España no fue España, sencillamente. Se derrumbó en la construcción, se alteró en la posesión y se sintió indefensa ante la afrenta del robo y la presión. Con todo, somos los mismos que estamos más que capacitados para ganar en París y para superar cualquier complejo reciente de quienes duden de un grupo inmaculado. Al seleccionador que todo le sale bien le sobraron los inapreciables segundos que descontó Felix Brych, suficientes para quien terminó patinando frente a la picia de sus futbolistas.

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