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Episodio II: Mourinho se agranda, Laudrup oposita y... ¡Que Tito vuelva cuanto antes!
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Antonio Sanz

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Episodio II: Mourinho se agranda, Laudrup oposita y... ¡Que Tito vuelva cuanto antes!

Se repite escena, que no escenario, del crimen. En pocas horas, el Santiago Bernabéu acoge a casi los mismos protagonistas de lo que será un nuevo

Foto: Episodio II: Mourinho se agranda, Laudrup oposita y... ¡Que Tito vuelva cuanto antes!
Episodio II: Mourinho se agranda, Laudrup oposita y... ¡Que Tito vuelva cuanto antes!

Se repite escena, que no escenario, del crimen. En pocas horas, el Santiago Bernabéu acoge a casi los mismos protagonistas de lo que será un nuevo episodio en el devenir Madrid-Barça, aunque éste con cierto carácter estéril y con ligero tufo a que el desenlace nos invita a pensar que no habrá tanto que contar. En primer lugar porque los sentidos, entiendo que también los músculos, se reguardarán en los blancos para la siguiente gran final anticipada que disputarán próximamente en Old Trafford. Y en segundo lugar porque los puntos de distancia que refleja la clasificación de la Liga provocan nulas emociones en los azulgranas, más allá del orgullo que supone para unos refrendar y repetir lo exhibido y borrar, para los otros, esa pésima imagen de inestabilidad y desasosiego mostrada ante su gente.

José Mourinho no perdió el tiempo y mordió con fuerza a la presa. Conocedor de la crisis de juego declarada por el Barça, era consciente de que se encontraba ante una oportunidad idílica para devorar al adversario que tanto tiempo ha tenido el pie en su cuello. Si lo de Milán se explicó casi como un accidente en las huestes barcelonistas, la ocasión de redimirse transitaba por golpear, como tantas veces, al Madrid, y así atiborrarse de moral para la remontada anhelada. Pero, esta vez, ‘Mou’ preparó a conciencia el partido, aglutinó de pruebas suficientes a los suyos para demostrarles que casi siempre han sido capaces de plantar cara al temido y respetado Barça. Y así salieron, con la lección aprendida, con el ánimo elevado y con arrestos suficientes para colarse en la final desde la misma morada del enemigo. Tan feliz se sintió el luso, que no se cortó a la hora de mostrarse en público junto a su cuerpo técnico en la celebración del pase. El técnico, que sabe que su ciclo sufre los vaivenes de una montaña rusa, apura el trago para no embriagarse de bienestar y perder lo recorrido antes de la secuencia de Manchester. De momento, se asegura la pelea directa por otro trofeo. Eso sí, en su permanente porfía con los medios de comunicación, no se olvidó de seguir retándolos. Ni apareció por la sala de Prensa, ni optó por su reemplazo habitual, Aitor Karanka, su muñeco, como tildó Messi con desprecio al ayudante. La euforia sentó en esta ocasión al capitán Casillas para contar en el Camp Nou su versión de los hechos. La sorpresa, poco elegante y nada respetuosa para su colega de profesión, deslizó el agrande de un entrenador al que todos vemos en el impulso final… pero con tres años más de contrato. Por cierto, tanto la Federación -en los partidos de Copa- como la LFP deberían mirar más por la imagen de sus competiciones. La UEFA no permite los regates del portugués: ausencia=multa más sanción. Las bromitas para los torneos domésticos, a quien chulea domingo sí y sábado también (con el beneplácito de su propia institución).

Florentino no está preocupado por si ‘Mou’ asiste o no a dar explicaciones a los periodistas. El presidente pensará que “cuanto menos hable, menos líos”. Y no le falta razón. Esta unión por la causa con que ha soliviantado a las fuerzas vivas del vestuario provoca en los integrantes del camerino una posición de compromiso sin reservas en las competiciones aún abiertas, esperando, sin embargo, el indicio que presuponen que el dirigente mudará del cargo al luso. Por aquí las ecuaciones de Pérez que debe afrontar un periodo electoral previo a la solución del banquillo. El siguiente sufre el dibujo habitual del aspirante. Los candidatos se entremezclan con los deseos del mandatario. Así, Ancelotti, Vilas-Boas o Jürgen Klopp se han arrancado como opciones en distintos paisajes periodísticos. El último que oposita con criterio es Michael Laudrup. El danés, campeón de la Copa de la Liga inglesa -la tercera competición británica- con el modesto Swansea galés, ha irrumpido con fuerza gracias a las encuestas favorables. El madridismo reclama un rostro educado con dosis de buen gusto por el fútbol. Además, no olvida que optó por el Madrid renunciando a seguir en Barcelona. Sus experiencias como técnico en España -luces en Getafe y sombras en Mallorca- junto con el traspié moscovita instan a la prudencia. El presente inmediato, no obstante, lo coloca en la Premier como el entrenador revelación.

La autogestión en el FC Barcelona no toca a su fin. Al menos, hasta que Tito regrese de Nueva York. El papelón que lleva encima Jordi Roura lo ha situado en el foco de todas las críticas. Nadie repara en su interinidad. Se le exige y se le obliga a tomar decisiones que pueden provocar cismas en la caseta. Si Guardiola, después del atracón de éxitos, no se atrevió con Messi y decidió marcharse para no ensuciar su relación con él y con alguno más (Piqué, por ejemplo), no condenemos a Roura, quien bastante tiene con comerse el marrón de mantener la mecha encendida mientras su jefe pelea por curarse en América. Es verdad que Vilanova entendió que Pep ahogó demasiado al grupo y optó por aflojar el nudo de la presión en la convivencia. Entonces, Tito no se llevó ni un reproche gracias a un embriagador arranque de curso. Eso sí, nadie imaginó que en la hoja de ruta se colaría una doble curva que supondría la recaída del técnico. Cierto que ahora es el momento de ver al entrenador porque ahora es cuando se dirimen los cruces definitivos en las eliminatorias. Pero Roura no es culpable de que Messi, Xavi, Fábregas o Iniesta no aparezcan, que Villa no se muestre enchufado por jugar tan poco, que la segunda unidad no reclame protagonismo o que el equipo defensivamente no soporte la tensión de mantener la portería a cero. Jordi sí denota falta de cintura y experiencia en determinadas decisiones que lo han desnudado. Pero que nadie olvide que los últimos años se dedicaba en un despacho a exprimir al rival de turno con un análisis concienzudo que aprovechaba el cuerpo técnico en el césped. No hacía de Tito para Pep. Con todo, la crisis culé no se resolverá sólo con la vuelta de Vilanova. El vestuario debe dar un paso al frente, mirarse al espejo, escupir errores y recuperar las dosis de genio que lo han acompañado en el último lustro.   

Se repite escena, que no escenario, del crimen. En pocas horas, el Santiago Bernabéu acoge a casi los mismos protagonistas de lo que será un nuevo episodio en el devenir Madrid-Barça, aunque éste con cierto carácter estéril y con ligero tufo a que el desenlace nos invita a pensar que no habrá tanto que contar. En primer lugar porque los sentidos, entiendo que también los músculos, se reguardarán en los blancos para la siguiente gran final anticipada que disputarán próximamente en Old Trafford. Y en segundo lugar porque los puntos de distancia que refleja la clasificación de la Liga provocan nulas emociones en los azulgranas, más allá del orgullo que supone para unos refrendar y repetir lo exhibido y borrar, para los otros, esa pésima imagen de inestabilidad y desasosiego mostrada ante su gente.

José Mourinho