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El orgullo de Heynckes, la negación de Guardiola y la ética del Bayern
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Antonio Sanz

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El orgullo de Heynckes, la negación de Guardiola y la ética del Bayern

No es sencillo decir adiós y bajarse del éxito para un entrenador cuando ha cumplido con los objetivos encomendados –títulos, ascenso de división, clasificación europea, mantener

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El orgullo de Heynckes, la negación de Guardiola y la ética del Bayern

No es sencillo decir adiós y bajarse del éxito para un entrenador cuando ha cumplido con los objetivos encomendados –títulos, ascenso de división, clasificación europea, mantener la categoría deteniendo la hemorragia…-. Y mucho más comprometido es apearse cuando embriagado de éxito, en la celebración en la fuente de turno, la afición te proclama César del Imperio. El resultante de continuar en un ambiente de euforia condena habitualmente a las partes. Y de ejemplos está plagado el fútbol. Tampoco es cómodo acertar cuando inaugurar una negociación para emprender el relevo. Por eso, Heynckes ha sacado su orgullo en la última semana, Guardiola negó la mayor en Zúrich y el Bayern se movió en arenas movedizas para adelantarse al resto y cerrar el acuerdo con el entrenador libre más deseado por los ricos de Europa. Muchos técnicos se rigen por una máxima: “No negocio mientras tenga inquilino el banquillo que me pretende”. Algunos prefieren no perder el paso de ese tren (club) determinado y se rifan el puesto. Incluso, existen otros que examinan al equipo con el colega de profesión herido de despido. En fin, para cada caso los colores del arco iris y para cada tiempo, la temporada de cada año.

Jupp Heynckes concluyó abatido el curso pasado. No era para menos. La Bundesliga la perdió en abril tras el gol de Lewandonski que colocó al Borussia a seis puntos del Bayern a falta de cuatro jornadas. Sólo tres días después, la derrota pasó factura y el estado anímico del equipo no mejoró. La consecuencia, empate en Múnich ante el Mainz 05 (0-0), que desplazó la ventaja a ocho puntos con sólo nueve ya en juego. Una semana después, el 21 de abril, se certificó el trofeo para Dortmund. Aún restaba lo peor… y sucedió en mayo. El día 12, el Borussia sacaba del campo al Bayern con goleada y exhibición de Lewandonski, autor de tres de los cinco goles (2-5) en la final de la Copa de Alemania. El día 19, en el Allianz Arena, en su propio hogar, perdió el título más añorado: la Champions League que levantó el Chelsea tras vencer en los penaltis. El poderoso Bayern doblaba la rodilla en las tres competiciones y el entrenador, honrado como pocos, puso su cargo a disposición porque en el papel restaba un compromiso firmado por una campaña más. Entonces, Heynckes recibió todo el apoyo y el ánimo necesario para continuar de parte de los dos directivos que manejan la entidad: Uli Hoeness, Presidente del Consejo de Administración del FC Bayern SA, al tiempo que Presidente del FC Bayern -Beckenbauer es únicamente Presidente honorífico-, y Kalle Rummenigge, director gerente de la SA, cargo que le convierte en el máximo responsable de la parcela deportiva. Esta disfunción de funciones permite que Hoeness se dedique a la representación y Rummenigge, a la gestión (una sociedad, FC Bayern München e.V., es la propietaria del 81.8% de las acciones, mientras que Adidas y Audi se reparten a partes iguales el 18.2% restante).

Los jefes de Jupp, los tres son viejos conocidos de la historia del fútbol alemán, sedujeron al entrenador para que continuara al frente, aunque casi al instante y reservándose la información, estimaron que tramitarían con calma el futuro del banquillo. Heynckes creyó que ese ponderado voto de confianza no cruzaba límites y que seguiría sumando con el trabajo diario. Pero esa confianza se limitaba hasta la caducidad del contrato. Nadie advirtió a este caballero de 67 años de Mönchengladbach que Guardiola se cruzaría en el camino. Sólo horas antes de anunciar el fichaje en la página web de la entidad se informó a quien no sería renovado. Hoeness y Rummenigge, quienes llevaron mano a mano y casi clandestinamente la negociación con Pep, consideraron que era la hora del cambio, pero no acertaron a encontrar la hora del anuncio. Entretanto, en Zúrich y con motivo de la gala del Balón de Oro, Guardiola negó disponer ya de banquillo, si bien tres semanas antes había rubricado en Nueva York un contrato por tres temporadas para dirigir al FC Bayern. Todo se precipitó y el silencio se volvió eco cuando Hoeness informó al Consejo administrativo de la S.A. del acuerdo firmado con el nuevo entrenador. La filtración llegó hasta Italia donde Sky Sport lanzó la primicia siendo confirmada horas después por la web oficial de la entidad. Heynckes vivía de piedra esas horas y los dirigentes, hombres de fútbol, no supieron manejar la secuencia del cambio.

El orgullo del técnico ha aflorado cuando se le ha sugerido si solicitaría informes al ex entrenador culé con vistas al duelo europeo. Su memoria le llevó a recordar a Cruyff, el original y no a Guardiola, la copia, vino a decir con desdén hacia quien considera que ha usurpado con pobre estilo y excelsa velocidad su puesto. El técnico catalán se vio obligado a negar debido a los tiempos que le marcaron desde el staff de Baviera. Resulta curioso que al FC Barcelona le aceptase renovar año por año y en este nuevo proyecto ha elegido la estabilidad de un trienio para hacerse fuerte ante el grupo y la afición. En esta misteriosa negociación lo más sabroso fue la confesión de Hoeness en el semanario germano Sport Bild cuando explicó su encuentro con Sir Alex Ferguson en un restaurante de Manhattan la misma jornada en la que Pep había firmado el documento. El lugar era el elegido por el dirigente para encontrarse con Guardiola, pero el recelo de éste le modificó los planes y a petición del casi nuevo empleado se reunieron en su apartamento próximo a Central Park donde vive junto a la familia. Tanto ocultismo en la mente del técnico sirvió para fraguar el éxito y no ser descubiertos. Después, el Bayern se vistió con escasa sensibilidad para arropar a quien esta temporada le puede otorgar desde el banquillo el ansiado triplete. Y es que en el fútbol, siempre, siempre, se juega con  ida y vuelta.

No es sencillo decir adiós y bajarse del éxito para un entrenador cuando ha cumplido con los objetivos encomendados –títulos, ascenso de división, clasificación europea, mantener la categoría deteniendo la hemorragia…-. Y mucho más comprometido es apearse cuando embriagado de éxito, en la celebración en la fuente de turno, la afición te proclama César del Imperio. El resultante de continuar en un ambiente de euforia condena habitualmente a las partes. Y de ejemplos está plagado el fútbol. Tampoco es cómodo acertar cuando inaugurar una negociación para emprender el relevo. Por eso, Heynckes ha sacado su orgullo en la última semana, Guardiola negó la mayor en Zúrich y el Bayern se movió en arenas movedizas para adelantarse al resto y cerrar el acuerdo con el entrenador libre más deseado por los ricos de Europa. Muchos técnicos se rigen por una máxima: “No negocio mientras tenga inquilino el banquillo que me pretende”. Algunos prefieren no perder el paso de ese tren (club) determinado y se rifan el puesto. Incluso, existen otros que examinan al equipo con el colega de profesión herido de despido. En fin, para cada caso los colores del arco iris y para cada tiempo, la temporada de cada año.

Pep Guardiola Bayern Múnich