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El punto final de España en Brasil 2014: ¿se apuntará también el seleccionador?
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Antonio Sanz

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El punto final de España en Brasil 2014: ¿se apuntará también el seleccionador?

Con tiempo para reflexionar y no acalorarse con la derrota, España cumplió el plan previsto en la recién concluida Copa de Confederaciones. Se superó un escalón

Foto: El punto final de España en Brasil 2014: ¿se apuntará también el seleccionador?
El punto final de España en Brasil 2014: ¿se apuntará también el seleccionador?

Con tiempo para reflexionar y no acalorarse con la derrota, España cumplió el plan previsto en la recién concluida Copa de Confederaciones. Se superó un escalón más respecto a Sudáfrica, cayendo en la final ante el gran Brasil. El rival optó por renunciar a su legendario estilo, se disfrazó con la fuerza, trató de no perder la elegancia del toque como dicta su historia y se atribuló entre faltas, necesarias para sacar del juego a quien ha demostrado ser superior en el último lustro. La razón de ser explica que el rey se conjuró para no abdicar frente a quien pretendía usurpar la soberanía del Fútbol. Aunque parezca soberbio, España se presentó con poderes legítimos para recibir la corona y el poseedor espiró para mantener el trono. Y lo consiguió. Ganar la batalla era posible, perder tampoco era improbable.

La Selección ha alcanzado un gobierno majestuoso. Al grupo lo sigue arropando un volumen mediático de aduladores que sólo confían gracias al glamuroso éxito amasado, pero que regatean con misterio a una apuesta que no puede ser infalible. Éstos se sostienen por los permisivos, a quienes todo vale mientras la rueda ruede, pero que se intimidan ante cualquier crítica que los acongoja frente a la actitud saludable de pensar que el territorio se viste inmaculado. La Roja demuestra fortaleza, si bien a un año vista, la causa puede variar en cualquier arista. 

La pésima organización del torneo acabado es la factura que debe pagar Brasil en unos meses. Los atascos, en desplazamientos eternos, maniataron a cualquiera de las ocho selecciones, anfitrión incluido. Las ocho se vieron atrapadas en calles sin fin y con un tiempo de espera en el autocar que se hizo interminable (tránsitos de más de noventa minutos desde el hotel al lugar de entrenamiento). Si con ese número de equipos se vieron superados, pensar que con treinta y dos las cosas mejorarán es aferrarse a una quimera. Con todo, la situación política vivida tampoco ha ayudado a una circulación civilizada de los acontecimientos. Con estos parámetros externos, la Federación afronta los internos. 

La idea irrenunciable de Ángel María Villar es mantener a Del Bosque como patrón hasta la Eurocopa de 2016. El seleccionador ha caducado su estancia, tal y como su antecesor desveló antes de ganar en Viena, al concluir el próximo Mundial. Luis se arrepintió de aquella afirmación rotunda. Vicente, todo pragmatismo y nada combativo, midió para deslizar que el punto final estaba escrito. Había visto mojar las barbas del vecino. Lo que no aventuró es que los éxitos lo podían sostener más tiempo en el cargo, con la gracia de quienes son cero inmovilistas. Por eso, Villar, Jorge Pérez, el factótum de la Federación, y demás compañía presionan con la tesis de la razón a quien provoca dar un paso al costado. El poseedor del cargo es consciente de que cuenta con el apoyo institucional, social y mediático, algo inusual en este país. Por eso, la comodidad lo invita a retirarse y a ocupar un lugar próximo al despacho ‘oval’, eso sí, tras fajarse en Brasil. Las voces del poder lo apartan de esa escena para sintetizar que nada mejor que mantener lo que funciona.

Por aquí recorre el futuro. Para los cercanos a los que mandan, el mejor continuista se llama Rafa Benítez, aunque dentro de un trienio. Al menos es el nombre más coreado entre la plebe de Las Rozas. El delfín de Del Bosque es de la misma escuela, respira el mismo sentimiento, aduce la misma hegemonía y mantiene el triunfo como senda copiada. El espacio de Benítez en Italia es desconocido, con el antecedente del Inter, pero si cumple tres años en Nápoles entramos en la esfera adecuada. Con todo, mientras al actual seleccionador no le preocupa el sucesor, la Federación le invita a prevenir después de cumplimentar tanto resultado óptimo.

El debate del técnico sufre varios enigmas. Para empezar, el grupo es poseedor de una ley no establecida que posiciona a muchos para aguantar hasta después del Mundial, quienes han construido la España campeona. El grueso quiere despedirse, se lo ha ganado, en el territorio del múltiple vencedor. No es un secreto. El capitán ha declarado que varios de los últimos protagonistas concluirán su tiempo tras ese torneo. Para quien manda no es sencillo: sacrifica o fía, apuesta por los campeones o introduce variantes. Del Bosque, hoy, volverá a transitar por la calle de en medio: los campeones y las variantes. Concederá la última oportunidad a quienes levantaron Copas -Iker, Xavi, Alonso, Reina, Villa, Torres...- salvo que en este curso sufran el abandono de sus entrenadores. La generación del éxito tendrá continuidad porque el seleccionador se siente protegido por un grupo que lo acogió sin fisuras tras auparse campeones. Y de eso, Vicente no se olvida. Sin embargo, dos nombres se subrayan: Xavi e Iker. El catalán debe decidir entre disputar 40 partidos con el Barça y reservarse para la Roja o jugar todo con su club; el madrileño debe afrontar la regla de Ancelotti por si el italiano opta por poner a Diego López, como sucedió en el último tramo de la temporada. Con tantos asuntos por resolver, no extraña que Del Bosque espere a anunciar su decisión sin esperar a qué sucede en la tierra donde España se sintió ajena al éxito. 

PD: Los periódicos deportivos nos aburren estos días con encuestas más o menos fiables sobre el estado de nuestro Fútbol. Avaladas por el sentir de la afición, la de Marca.com señala a cinco integrantes de la Roja como prescindibles para el futuro: Reina, Villa, Torres, Arbeloa y Albiol. El primero y el último fomentan grupo, cumplen cuando juegan y su ruido es apoyar incondicionalmente desde dentro, esencia de cualquier colectivo. El segundo se ha convertido por derecho en una apuesta segura porque es el máximo goleador de la historia de la Selección, aunque no haya sido su mejor temporada. El cuarto es el jugador, siempre creamos uno, elegido por la masa para el pim, pam, pum. Pero tanto Del Bosque como Mourinho, tan lejos aunque aquí tan cerca, han defendido sistemáticamente su titularidad. Quizá la ardua, y libre, defensa de los métodos del luso lo han arrastrado hasta convertirse en enemigo público. Y Torres. Fernando pasa de héroe a villano cada noventa minutos. Su figura no es de término medio, aunque siempre aparezca con rendimiento -Bota de Oro en los dos últimos campeonatos disputados por España-. Y como el tema va de encuestas, suelto la demoscópica de Fifa.com con el planeta como montera para los internautas. En el once ideal de la Copa de Confederaciones han incluido a tres españoles: Sergio Ramos, Andrés Iniesta y... Fernando Torres. Sí, Fernando Torres. Quizá fuera se vive con menos complejo.

Con tiempo para reflexionar y no acalorarse con la derrota, España cumplió el plan previsto en la recién concluida Copa de Confederaciones. Se superó un escalón más respecto a Sudáfrica, cayendo en la final ante el gran Brasil. El rival optó por renunciar a su legendario estilo, se disfrazó con la fuerza, trató de no perder la elegancia del toque como dicta su historia y se atribuló entre faltas, necesarias para sacar del juego a quien ha demostrado ser superior en el último lustro. La razón de ser explica que el rey se conjuró para no abdicar frente a quien pretendía usurpar la soberanía del Fútbol. Aunque parezca soberbio, España se presentó con poderes legítimos para recibir la corona y el poseedor espiró para mantener el trono. Y lo consiguió. Ganar la batalla era posible, perder tampoco era improbable.

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