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La ida y la vuelta de Gerard Piqué
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Antonio Sanz

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La ida y la vuelta de Gerard Piqué

Tenía decidido renunciar a la Roja tras el Mundial. Sus asesores le hicieron ver que claudicar suponía perder una cuantiosa cantidad en contratos publicitarios

Foto: Del Bosque y Gerard Piqué, en una imagen de archivo (EFE)
Del Bosque y Gerard Piqué, en una imagen de archivo (EFE)

Queda pudoroso dar marcha atrás. Sí, no es ningún recato, ni siquiera menoscaba a la modestia o a la honestidad. Es más, reconforta. Lo digo por Gerard Piqué y su disimulado remedio. El mismo que ha pasado de la nada al todo. Sí, aunque hoy lo niegue, se preocupó de privarse de la Roja tras la experiencia mundialista y de rechazar la potestad que poseía. Semanas después afrontó con proclamada madurez la vuelta al principio. Los asesores han culminado el trabajo y el defensa central del FC Barcelona ha optado por conjeturar en voz baja con lo recurrente, con lo cómodo: vamos,que quiere continuar. El jugador también es consciente de que desde dentro no se lo pondrán difícil. Piqué se sostiene porque conoce la marca de Las Rozas. Aquella que se distingue por asomar la patita, presionar el objetivo y cuando lo mantiene a tiro optar por dejarlo escapar y perdonar. Demasiadas emociones para una institución instalada en el absolutismo y rendida al continuismo. Una disputa con cualquier personaje controvertido instala perversidad. Y eso es lo último que se pretende: corromper el orden y/o las costumbres.

El cuerpo técnico, con Vicente del Bosque a la cabeza y no ajeno al comentario grupal, regresó a Madrid, tras el Mundial, con varios análisis en sus lentes. Las aristas se reflejaban en varios nombres propios: Xavi, Cesc, Piqué… más allá del rendimiento sobre el césped. El comportamiento de algunos fieles había sobresaltado a la convivencia de un colectivo escasamente exigido. La falta de mano dura empleada se cuestionó en la sala de reuniones donde se consumía la pizarra de la táctica. Pero, a la vez, se entendió que “no había mucho más de lo elegido” y que a algunos “se les debía una”. Ese complejo con el pasado marcó la convocatoria de Brasil y obligó a forzar el presente. Los que se implicaron con lo justo avistaron una rendija. Uno, Piqué. Cuando se sintió sacrificado tras el descalabro ante Holanda optó por movilizarse con un particular stop.

La jornada de la alineación ante Chile, el seleccionador mantenía una única preocupación: cómo decirle a Xavi que se quedaba fuera. No se atrevió.El otro damnificado era Piqué. Eso sí, ésta era una baja menor. Gerard, con un comportamiento pueril en momentos trascendentales (el chico de las bromas en el vestuario) o también en las celebraciones (escupir a un directivo de la FEF en el autobús del éxito), no obligaba a rendir pleitesía alguna. Es más, se intuía la ulterior reacción. El pasotismo del chico transitó a la dejadez y ésta a la soberbia de sentirse despreciado para despreciar la camiseta. Así se explica la fotografía que lo retrató en el banquillo tomando el sol la mañana de Australia. El despotismo del futbolista lo desnudó ante la opinión pública. Horas después se encadenó su furia. Ni regresó con el grupo, ni tampoco se le esperaba.

Los mensajes posteriores de Piqué, arropado por un entorno familiar tan ególatra como el futbolista representó, se dirigieron a enterrar la camiseta que tanta gloria le ofreció en Sudáfrica y en Ucrania. Nadie cuestionaba lo que posteriormente le hicieron ver sus asesores: claudicar a la Roja suponía disipar cuantiosa cantidad. Los contratos publicitarios elevan las propuestas si defiendes al equipo que se proclamó campeón del mundo, y después otra vez de Europa. Tiene su sentido. Representar en el césped a la Selección española implica mantener vivos los movimientos comercialesque completan la ya acalorada exposición viral del personaje. Esa observación, más el ego restaurado, restó tribulación y congoja en el zaguero del Barça.

Sin embargo, no era sencillo reconducir todo lo escupido, esta vez sin saliva. Algunos compañeros del conjunto de Del Bosque ya se habían aventurado a filtrar que las horas de Piqué se habían acabado en el equipo nacional. Mientras tanto, el órdago habitaba sobre el mantel de los obligados a conformar la convocatoria. Entre tanto,la dirigencia aguardaba elúltimo movimiento… Ellos eran incapaces de capar a nadie. En ese tránsito, la administrativa de la Roja optó, aconsejada por un buen amigo de Piqué, también jugador, por telefonear al internacional. Las dolencias físicas del chico forzaban a una pausa. Sin embargo, Luis Enrique destruyó la coartada expuesta por el seleccionador. El central pidió tiempo y la Selección se lo concedió. Pero el entrenador asturiano del Barça evitó adoptar la figura formal y rompió la baraja en la Sala de Prensa. No gustó porque esa excusa banal lanzada desde la Federación, que nadie se creyó, saltaba por los aires. Del Bosque alzó la voz ante la afrenta barcelonista tratando de justificar lo injustificable… El defensa había defendido durante noventa minutos los colores del Barça en Villarreal. Piqué no quiso jugar en Francia ni ante Macedonia. Sin embargo, el devenir indica que reaparecerá. Las manifestaciones explicativas del chico invocan concordia.

Así la cosas, y gracias al trabajo de los ‘fontaneros’ de la Roja, la vuelta de Piqué está servida. La ida ha sido atribuida a los acontecimientos que provocaron que el orgullo del futbolista se sintiera herido. Además, pese a sus demostrados fundamentos deportivos, el grupo no termina de conjugar con su estancia fuera del campo. Es un jugador que no cautiva, pese a que es, cuando está en forma y centrado, de lo mejor en el puesto. La vuelta es el objetivo del cuerpo técnico, que pretende recuperar la normalidad. Otra cosa será que aparezca un zaguero y lo haga olvidar. Un paso al frente de un buen central será suficiente para el adiós. Entonces, se acabará el aguante con Piqué.

Queda pudoroso dar marcha atrás. Sí, no es ningún recato, ni siquiera menoscaba a la modestia o a la honestidad. Es más, reconforta. Lo digo por Gerard Piqué y su disimulado remedio. El mismo que ha pasado de la nada al todo. Sí, aunque hoy lo niegue, se preocupó de privarse de la Roja tras la experiencia mundialista y de rechazar la potestad que poseía. Semanas después afrontó con proclamada madurez la vuelta al principio. Los asesores han culminado el trabajo y el defensa central del FC Barcelona ha optado por conjeturar en voz baja con lo recurrente, con lo cómodo: vamos,que quiere continuar. El jugador también es consciente de que desde dentro no se lo pondrán difícil. Piqué se sostiene porque conoce la marca de Las Rozas. Aquella que se distingue por asomar la patita, presionar el objetivo y cuando lo mantiene a tiro optar por dejarlo escapar y perdonar. Demasiadas emociones para una institución instalada en el absolutismo y rendida al continuismo. Una disputa con cualquier personaje controvertido instala perversidad. Y eso es lo último que se pretende: corromper el orden y/o las costumbres.

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