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El extraño papel secundario de Iniesta
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Antonio Sanz

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El extraño papel secundario de Iniesta

Lejos queda la última gran ovación que se recuerda para uno de los más grandes artistas del fútbol. Quien se debate con Xavi por el galardón

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Lejos queda la última gran ovación que se recuerda para uno de los más grandes artistas del fútbol. Quien se debate con Xavi por el galardón de mejor futbolista español de todos los tiempos, al menos de este era gloriosa y contemporánea, se debe trasladar a París y a un 27 de marzo de 2013 para rememorar la tributada en el estadio de Saint Denis. Surgió espontáneamente casi al finalizar un Francia-España que resolvió Pedro y que bastó para colar al equipo de Del Bosque en el infortunado Mundial de Brasil. El seleccionador decidió reemplazar al centrocampista y gran parte de la afición gala agradeció el espectáculo con una atronadora ronda de aplausos. El receptor, el mismo que hoy ocupa un extraño rol secundario en el once de Luis Enrique. Un Andrés Iniesta que se ha instalado en este curso aún más a la sombra de Messi, otro escalón por debajo de Neymar y hasta sospechosamente lejos de la incidencia en el juego dónde Rakitic asume mayor protagonismo. En el ánimo del entrenador asturiano ocupa devolver galones a quien estima determinante para el despegue del Barça.

Aún más lejos queda lo ocurrido en 1999 cuando un imberbe Iniesta acudía a la llamada del primer equipo para entrenarse a las órdenes de Lorenzo Serra Ferrer. Perdido, temeroso e incluso algo atolondrado, el joven manchego buscaba con la quietud del principiante el vestuario del Camp Nou. El desconocimiento hizo que aguardase con nerviosismo la llegada de alguna de las estrellas de aquel Barça y así poder colocarse a su estela. Se trataba de descubrir esa guarida oculta para él y evitar dar vueltas dentro del laberinto azulgrana. Curiosamente, el primer automóvil que transitó resultó ser el del hoy técnico culé. Con la sencillez que aportan los 15 años, Andrés se refugió en el ala de Luis Enrique y con él cruzó por primera vez la puerta de una caseta que hoy capitanea con el orgullo de quien ha subido escalón tras escalón arrancando desde la misma base. Esa empatía entre ambos, que nació de manera espontánea, creció con el correr del calendario hasta el último encuentro, esta vez con diferente estatus.

En las últimas campañas, el rendimiento de Iniesta era sostenido. La última temporada de Pep Guardiola al frente del equipo (2011/12) la cerró con 8 goles y 13 pases de gol en los casi 50 partidos oficiales que disputó. A las órdenes de Tito, descendió el número de tantos -6-, pero aumentó hasta 23 las situaciones en las que asistió a sus compañeros. Con Martino arrancó este nuevo papel de menor incidencia en el juego: 3 goles y 13 asistencias en más de medio centenar de apariciones. En el presente 2014/15, Andrés ha anotado 2 goles y repartido 5 pases de gol en los 19 partidos en los que ha participado. Los dos tantos los anotó en la eliminatoria copera ante el Huesca (uno en cada encuentro) y dos de las cinco asistencias también recaen en este doble duelo ante un adversario tan inferior. En la Liga, con casi 900 minutos disputados, casilla en blanco en cuanto a provocar situaciones que terminaran depositadas en la red por él mismo o por alguno de sus compañeros.

El estado físico del jugador es una de las razones que podrían explicar esta falta de protagonismo en el juego. Otra explicación se apoya en el nuevo espacio que ocupa en el césped, los metros que recorre, la intensidad defensiva que acomete o lo poco que pisa el área adversaria. Lo que más se echa en falta en este curso son las escasas ocasiones en las que provoca el uno contra uno o la ausencia de tiranía, antes mostrada, cuando hace matrimonio con el balón. Ese abuso de posesión bailando con la pelota, con ese regate permanente a cuantos adversarios se acercan a su figura, siempre ha provocado un callejón al espacio libre en busca del colega desmarcado. Esos golpes geniales, esas acciones de mago, esos movimientos únicos e intransferibles se han vuelto insustanciales, como controlados por un radar de acción que antes se movía a la velocidad de la penetración del cuchillo en la mantequilla. Sin dudas en su eficacia, en este curso se le observa menos atractivo, más encorsetado, con menos glamour y más hostil al juego asociativo que tanto se le aplaudió.

El sóleo de la pierna derecha de Andrés se vio afectado en el estadio Santiago Bernabéu. En el transcurso del segundo tiempo, el centrocampista sufría molestias debajo del gemelo que derivaron en el diagnóstico que le imposibilitó jugar durante varias semanas. Para muchos jugadores, entre ellos Iniesta, la marcha del fisioterapeuta Emili Ricart supuso un duro varapalo. Es verdad que la ausencia data de hace más dos cursos, pero en la memoria de algunos aún perdura la figura de este recuperador infatigable, siendo el manchego uno de los que más ha acusado esta baja. Cuando Canal Plus cuestionó tras la ida de cuartos de final de la Copa del Rey el estado de forma del internacional español, Andrés se mostró rotundo: “Siempre que uno se siente bien, como es el caso, hay que estar feliz. Siempre me queda pensar que lo mejor tiene que venir y queda mucha temporada”. La negativa a admitir un bajón en su rendimiento, sin embargo, sí inquieta al cuerpo técnico. Luis Enrique y sus ayudantes consideran que una mejora física del jugador arrastraría al despegue definitivo del Barça en el tramo determinante de la temporada. El técnico asturiano espera con ganas la remontada de Iniesta desde ese improvisado rol secundario. Nadie mejor que él para reconocer al chico como clave en el porvenir del equipo… y del suyo propio.

Lejos queda la última gran ovación que se recuerda para uno de los más grandes artistas del fútbol. Quien se debate con Xavi por el galardón de mejor futbolista español de todos los tiempos, al menos de este era gloriosa y contemporánea, se debe trasladar a París y a un 27 de marzo de 2013 para rememorar la tributada en el estadio de Saint Denis. Surgió espontáneamente casi al finalizar un Francia-España que resolvió Pedro y que bastó para colar al equipo de Del Bosque en el infortunado Mundial de Brasil. El seleccionador decidió reemplazar al centrocampista y gran parte de la afición gala agradeció el espectáculo con una atronadora ronda de aplausos. El receptor, el mismo que hoy ocupa un extraño rol secundario en el once de Luis Enrique. Un Andrés Iniesta que se ha instalado en este curso aún más a la sombra de Messi, otro escalón por debajo de Neymar y hasta sospechosamente lejos de la incidencia en el juego dónde Rakitic asume mayor protagonismo. En el ánimo del entrenador asturiano ocupa devolver galones a quien estima determinante para el despegue del Barça.

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