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Un beso y un conejo en la noche en la que capituló el Barcelona
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Antonio Sanz

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Un beso y un conejo en la noche en la que capituló el Barcelona

Luis Enrique aterrizó con la idea del cambio y lo está logrando. Este nuevo Barça ha salido airoso y fortalecido del envite copero contra el Atlético de Madrid

Foto: Neymar durante el partido de vuelta de cuartos (Efe).
Neymar durante el partido de vuelta de cuartos (Efe).

Excelso primer tiempo en el Vicente Calderón donde el FC Barcelona traspasó corona para la ocasión y terminó capitulando, o tal vez enterrando, aquel estilo que asombró a la humanidad futbolística. Bautizado como ‘tiqui-taca’, la evolución del modelo cotizó protagonismo en nuestro territorio debido al esfuerzo del tándem Aragonés-Guardiola por cambiar la dinámica de juego en la Roja y en el Barça. El pase preciso, la velocidad del balón y la búsqueda del espacio dejaron boquiabiertos a cuantos se sintieron atraídos por el poder de la posesión. Tanto gustó, que creó escuela. Tanto entusiasmó, que la imitación se trasladó a los cinco continentes. La copia era efectiva. Sin embargo, otras prácticas transitaban en la manifestación del peor gusto y de la severa crítica. Por ejemplo, el de presionar con firmeza, robar el balón con sentido y correr varios metros para tratar de embocar. Luis Enrique aterrizó con la idea del cambio y lo está logrando. Este nuevo Barça ha salido airoso y fortalecido del envite copero.

Neymar rompió la pizarra de la táctica, que a su vez había despiezado Torres con un gol al arranque. El Atlético amaneció en el partido con un ímpetu feroz que acabó conduciéndole al cadalso. La ventaja de la ida quedó restaurada tan pronto que elevó los decibelios del equipo que en la segunda ocasión en la que se puso por delante en el marcador no se vio capaz de atemperar el ánimo, moderar el esfuerzo y templar la energía. Siguió imbuido por la charla previa de Simeone, que apeló a la garra para colocarse en semifinales. La atmósfera absorbió a la razón y el Atleti se desnudó doblando la rodilla frente a la trampa azulgrana. El balón se amontonó en los pies del local, mientras que el visitante elaboró con maestría la suerte del contragolpe que tantas veces observó en el espejo del adversario. Y a otra cosa.

Nadie va a descubrir el fútbol de Neymar ni las características que lo conducen a ocupar el trono que abandonarán quienes hoy pelean por ser el mejor jugador del mundo. El traspaso momentáneo de corona en el Calderón, Messi estuvo genial pero con un resolutivo papel de actor de reparto, situó al brasileño en el foco de todo. Las cuentas pendientes se saldaron con acciones camaleónicas del astro sudamericano. Con la misma habilidad que sacudía la cintura del portero cambiaba la conducta y gesticulaba con los labios lanzando un beso a Raúl García. En cada momento, la actitud que más convenía. En cada movimiento, un golpe maestro. Capaz de ganar en velocidad a Juanfran, al tiempo que abusaba de manual brasileiro para conducir la pelota por el túnel que provoca la apertura de las piernas del rival. Con enormes ganas de sacudirse de la porfía de estos dos rojiblancos, el exceso de amor provocó la tángana que condicionó la noche. Sólo en privado, el primer ayudante del entrenador del Barça, afeó la conducta a Neymar. Esos tics irritaron al rival que elevó el grado de dureza en un desasistido segundo tramo del choque.

El Atleti admite en privado que se pasó de revoluciones en el momento en que Jesús Gil, sí el árbitro, envió a todos al vestuario. El repetido beso al aire de Neymar se convirtió en la pócima envenenada para algunos de los pesos pesados del grupo. Desterrado quedó el plan inicial de tratar de jugar poco. La queja de que el balón parecía un conejo no era una metáfora elegida al azar por el entrenador del Barça. La expedición azulgrana ya era consciente en las horas previas de que se encontrarían un sembrado más que una explanada de hierba. De ahí, la queja posterior del técnico asturiano con el balón y con los botes del mismo. Simeone había determinado ejercitarse en el estadio durante los dos últimos entrenamientos previos al partido. Las noches gélidas de la capital hicieron el resto para procurar un estado del césped cuando menos grosero.

De este modo, con beso y conejo como fondo de atrezo, Luis Enrique no ha tenido reparos en dar carpetazo a un mes que ha sido terrible para su porvenir. Desde la salida del hombre que lo recomendó para el cargo, Zubizarreta, a la entrada en carrera electoral que puede culminar con su presencia lejos del banquillo. Con este panorama, el técnico estima que debe encontrar resultados inmediatos, unido a que los centrocampistas no atraviesan por el mejor momento deportivo. La edad de Xavi, el bajón de Iniesta, la intermitencia de Rakitic, la bisoñez de Rafinha o la inexperiencia de Sergi Roberto deja a los creativos en una posición de debilidad frente a las dos estrellas que acumulan cada día más protagonismo. Sólo los pobres números de cara al gol de Suárez ensombrecen la nueva táctica. Se trata de correr más y elaborar menos, sin despreciar el talento del núcleo duro de los centrocampistas que soltarán destellos estelares en momentos necesarios. No capitula el Barça, se adapta a los tiempos. Este será el legado de Luis Enrique: armonizar el presente para construir el futuro. Probablemente, sin él al frente.

Excelso primer tiempo en el Vicente Calderón donde el FC Barcelona traspasó corona para la ocasión y terminó capitulando, o tal vez enterrando, aquel estilo que asombró a la humanidad futbolística. Bautizado como ‘tiqui-taca’, la evolución del modelo cotizó protagonismo en nuestro territorio debido al esfuerzo del tándem Aragonés-Guardiola por cambiar la dinámica de juego en la Roja y en el Barça. El pase preciso, la velocidad del balón y la búsqueda del espacio dejaron boquiabiertos a cuantos se sintieron atraídos por el poder de la posesión. Tanto gustó, que creó escuela. Tanto entusiasmó, que la imitación se trasladó a los cinco continentes. La copia era efectiva. Sin embargo, otras prácticas transitaban en la manifestación del peor gusto y de la severa crítica. Por ejemplo, el de presionar con firmeza, robar el balón con sentido y correr varios metros para tratar de embocar. Luis Enrique aterrizó con la idea del cambio y lo está logrando. Este nuevo Barça ha salido airoso y fortalecido del envite copero.

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