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Thiago, el heredero de Xavi que se le escapó a Florentino por evitar otro 'caso Figo'
La presencia de Pep Guardiola en el Bayern resultó determinante para que el internacional español no cambiara el azulgrana del Barça por el blanco del Real Madrid... por 18 millones de euros
En plena transición dulce de La Roja, en una convocatoria facilona salpicada con demasiadas caras nuevas forzadas hasta por cuatro ausencias por lesión, a Vicente del Bosque le ha tocado el gordo navideño por anticipado. Puede parecer una contradicción en sí misma, pero el entrenador salmantino respira con la sola presencia en el grupo de un jugador que retorna en buen estado físico. El heredero del trono del juego (o de Xavi Hernández) ha vuelto. Y lo hace con galones. Esos que nunca ha tenido, al menos en la categoría absoluta, bien por jerarquía, o bien por su larga privación a vestirse como primer internacional tras encadenar dos graves lesiones en la rodilla. Del Bosque celebra, por fin, la buena racha de Thiago Alcántara. El mediocentro, que decidió siendo un niño jugar con España antes que con Brasil, vive a sus 24 años un excelente momento deportivo. A las órdenes de Guardiola crece, tras más de un año abatido. Ahora, toca despegar con la selección. Todos esperan a Thiago como el mesías de juego y de toque. Aquel capaz de devolver a La Roja al salón del buen fútbol.
Guardiola tiene devoción por Thiago. Es su jugador favorito. Tanto empeño puso en él, que a la dirección del Bayern no le quedó más remedio que firmarlo en julio de 2013 y ampliar el contrato dos años más, como gesto afectivo tras estar más de un curso parado. El hispano-brasileño está ligado al club bávaro hasta junio de 2019. En aquellos días previos a su salida del Barça, el Real Madrid merodeaba con el mítico Mazinho, padre del jugador, quien decidió dejarse querer por el rival más adverso del equipo al que pertenecía su hijo. Pep, con información familiar privilegiada, aceleró con Uli Hoeness para evitar lo que parecía una fuga preparada. Un escape en la cláusula del jugador, por disputar pocos minutos, le abría las puertas de salida del Camp Nou por una cantidad razonable -18 millones de euros-. Aún así, el Bayern no quiso enemistarse con el Barça y abonó dos kilos más de lo previsto. La operación se cerró en 25 millones de euros, a descontar uno de un partido amistoso y cuatro más de rebaja de ficha que el chico perdonaba por cambiar de aires. La presencia de Guardiola en Múnich resultaba determinante. De lo contrario, hubiese vestido de blanco.
Sí fichó Isco e Illarramendi
Difícil es precisar quién apareció antes: el huevo o la gallina. Algo similar sucede en quién llamó a quién. Si fue Fabiano Farah, ex agente de Ronaldo Nazario y amigo del padre, a Florentino, o fue el Real Madrid quien comunicó con un viejo conocido de otras batallas. La idea que, por esas fechas, rondaba en la cabeza del dirigente blanco era la de españolizar la plantilla con chicos jóvenes. El plan era perfecto porque la selección sub-21 se batía en Israel para ganar el campeonato de Europa. El club ya contaba en ese grupo con dos jugadores, Morata y Nacho, y recuperaba a un tercero, Carvajal, tras el ‘erasmus’ realizado en Alemania. Además, unos cuantos más agradaban el ojo del presidente, cuyo capricho crecía durante el tránsito del torneo. Así, las buenas actuaciones de Isco e Illarramendi les sirvió para vestir de blanco, mientras que en el camino se quedaron Iñigo Martínez o Alberto Moreno. Más tarde, pelearía por el portero de aquel equipo -De Gea-. Esa obsesión por rejuvenecer el equipo con las mejores promesas nacionales se acrecentó con el mejor jugador del campeonato: el mayor de los Alcántara.
Thiago fue la estrella de esa final ante Italia. Veinte días después se convertía en jugador del Bayern de Múnich. El entonces centrocampista del FC Barcelona anotó tres goles en el partido decisivo. Ese ‘hat-trick’ convirtió al centrocampista en el mejor, tal y como determinó la organización del torneo. Florentino sí consiguió a dos de los cuatro que ocupaban el medio campo aquella noche -Isco e Illarra-; con otro -Koke- ya lo habían intentado antes en otra etapa presidencial; y con Thiago llegaron tarde. El presidente del Real Madrid no quiso ir a la pelea pese a que le garantizaban que el precio de salida era de 18 millones de euros. Sin embargo, consciente de la negativa del Barça a negociar, Florentino Pérez no quiso repetir el ‘caso Figo’ -afirma que nunca más volverá a pagar una cláusula de rescisión de contrato de manera unilateral- y al jugador se le abrió la autopista hacia Múnich. El Bayern, por si acaso, aceleró y anunció el traspaso tres semanas después de aquella exhibición del futbolista. El resto del trabajo llevaba el apellido Guardiola. Bien es verdad, que si se hubiera llegado al uno de agosto, el precio de salida aumentaba hasta los 90 ‘kilos’. De ahí, la celeridad en el trato.
Del Bosque contaba con él para el Mundial
El último partido que Thiago disputó con la selección absoluta data del 5 de marzo de 2014, precisamente frente a Italia. El encuentro amistoso se celebró en el Vicente Calderón y el seleccionador se decidió a darle el mando del juego durante los noventa minutos. Si en la primera parte acompañó a Busquets y a Fábregas en la elaboración, tras el descanso lo hizo con Xabi Alonso e Iniesta, y después Silva. Es decir, la decisión estaba tomada. Del Bosque consideraba que igual que en la portería De Gea era el relevo de Iker, Thiago lo sería de Xavi. Los planes de transición dulce se destruyeron con el creador de fútbol sólo tres semanas después. En Múnich, el Bayern recibían al Hoffenheim en un duelo aparentemente sin complicaciones. Mediada la primera parte, Lahm reemplazaba al compañero que se marchaba con la rodilla señalada. La gravedad de lesión aumentó con el discurrir de los días. Thiago se perdió el Mundial y una temporada casi entera. Toca recuperar el tiempo perdido. Por eso, el faro de España, tras el apagón en Brasil del que no se han recuperado, vuelve a iluminarse. Sólo, por culpa del regreso del heredero.
En plena transición dulce de La Roja, en una convocatoria facilona salpicada con demasiadas caras nuevas forzadas hasta por cuatro ausencias por lesión, a Vicente del Bosque le ha tocado el gordo navideño por anticipado. Puede parecer una contradicción en sí misma, pero el entrenador salmantino respira con la sola presencia en el grupo de un jugador que retorna en buen estado físico. El heredero del trono del juego (o de Xavi Hernández) ha vuelto. Y lo hace con galones. Esos que nunca ha tenido, al menos en la categoría absoluta, bien por jerarquía, o bien por su larga privación a vestirse como primer internacional tras encadenar dos graves lesiones en la rodilla. Del Bosque celebra, por fin, la buena racha de Thiago Alcántara. El mediocentro, que decidió siendo un niño jugar con España antes que con Brasil, vive a sus 24 años un excelente momento deportivo. A las órdenes de Guardiola crece, tras más de un año abatido. Ahora, toca despegar con la selección. Todos esperan a Thiago como el mesías de juego y de toque. Aquel capaz de devolver a La Roja al salón del buen fútbol.