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Los pulsos de Benítez para mantener el camerino excitado
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Antonio Sanz

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Los pulsos de Benítez para mantener el camerino excitado

Ya sea por decisiones tácticas o comentarios velados, Benítez ya ha tenido varios enfrentamientos dialécticos con miembros de su plantilla, manteniendo viva la llama dentro y fuera del vestuario

Foto: “Todos los jugadores tienen mejora, todos, hasta los grandes" (Reuters).
“Todos los jugadores tienen mejora, todos, hasta los grandes" (Reuters).

En Melwood nadie se extrañaba si observabas a algún futbolista de élite golpear al balón contra un muro en uno de los ejercicios rutinarios que ordenaba el técnico. En el campo de entrenamiento del Liverpool FC era habitual que al empezar el trabajo, o bien a la conclusión, la pelota repitiera viaje de ida y vuelta entre el pie del futbolista y la pared. El entrenador buscaba mejorar el toque, ganar en técnica de control, amortiguar el cuero como si de una recepción con la mano se tratase. Por ahí, sin ambages, pasaban desde los chavales a los consagrados o titularísimos. Pero no sólo ocurría a orillas del Mersey, también sucedía en Milán, Londres o Nápoles. Es una de las obsesiones de Rafa Benítez: “Todos los jugadores tienen mejora, todos, hasta los grandes o indiscutibles”. Por eso, a los fieles del entrenador no les sorprende las observaciones que realiza a Cristiano Ronaldo o a Sergio Ramos, o a cualquiera al que observe que un movimiento de juego, una acción defensiva u ofensiva o un simple control no se ha realizado con la perfección adecuada.

Superados con holgura los 100 días en el banquillo del Real Madrid, Benítez ha conseguido no pasar inadvertido. Con alguna ‘ayuda’ externa, como la de Barnett, ajusticiando por Bale, el entrenador mantiene viva la llama dentro y fuera del vestuario. A unos los calienta con la perseverancia del método que emplea y a otros con las manifestaciones, donde a nadie deja indiferente. Cada explicación mediática va casi unida a una reacción lastimosa de algún futbolista. Pero al técnico no le duelen prendas para descolgar el teléfono y aclarar lo que merezca una segunda explicación. Es su manera frontal de contactar con quien se siente enojado por un comentario o una crítica velada. Es la manera de actuar de quien analiza minuciosamente de igual forma cómo zafarse de un marcador o el sentido de un comentario afilado trazado por un periodista. Para Rafa, nada pasa de puntillas.

El trabajo del cuerpo técnico que encabeza conlleva reuniones individuales con los protagonistas que saltan cada semana al césped. El análisis minucioso que describe el comportamiento del adversario en el campo es tan severo que el jugador admite la ayuda. A los jugadores se les explica el funcionamiento colectivo del contrario, pero también las acciones individuales de aquellos con los que se van a enfrentar en su zona de influencia. Sin embargo, no todo el grupo aplaude esta acción de laboratorio. Los menos puristas en táctica critican la escasa libertad para la improvisación. El fútbol también es imaginación y talento. Por aquí, el choque frente a quien pretende que todo, todo, esté atado y bien atado. De ahí, que en algunos tramos del incipiente curso, algunos del proceso liberal, entre los que se encuentran los dos pesos pesados del grupo, Sergio Ramos y Cristiano Ronaldo, se sientan frustrados con tanto control. Por cierto, no les va a quedar otra que aguantar el tirón.

El entrenador quiso delimitar su poder en el vestuario desde el principio. Como ejemplo de lo que sería el funcionamiento posterior deslizó a James Rodríguez que recortase las vacaciones. La participación del colombiano en la Copa América alargaba el reposo, pero Benítez pretendía tenerlo cuanto antes en la pretemporada. Sin embargo, la recomendación no resultó atendida y James se incorporó cuando le tocaba. La alteración del compromiso, el chico explicó que necesitaba el descanso, no obtuvo castigo, pero tampoco premio: en la primera alineación oficial de la temporada ocupó sitio al lado del técnico en el banquillo de Gijón. Unos días después sí fue titular ante el Betis: dos goles, un pase de gol y noventa minutos. Después llegaría la lesión con Colombia. De aquel pulso con carácter privado, al último en público con el capitán de la compañía.

Sergio Ramos decidió jugar ante el Atleti sin estar recuperado. Era el derbi y el sevillano quiso ejemplarizar ante sus compañeros. Labor del buen capitán. Sin embargo, no le salió el partido soñado y las críticas se cebaron con él y con el planteamiento de su entrenador. Se habló del penalti cometido por Sergio y de los recortes defensivos del técnico. El internacional estaba decidido a explicar en la zona mixta del Vicente Calderón que había jugado infiltrado, además de aclarar las dudas que había expresado el equipo durante el segundo tiempo. Se esperaba ‘rajada’ con toque de atención a Benítez, pero ésta se hizo esperar treinta y seis horas. Entre medias, la exposición radiofónica del técnico que sublevó al capitán cuando lo señaló por “el fallo del penalti”. Sergio, antes de dejar el parte médico de su lesión en la sede de La Roja, replicó: “Todos cometemos errores, jugadores y técnicos. Se habla del mío, como se habla de los cambios”. El disparo verbal fue directo a la línea de flotación del vestuario del jefe. Éste, no tardó en descolgar el teléfono y cerrar filas con el otro jefe, el del grupo. La enseñanza del sevillano: “Lo que quieras, pero dentro y a la cara. Si vas a los medios, yo también”. Y pelillos a la mar.

Con Jesé sí se utilizó la sala de Prensa para lanzar un aviso. Para que espabile, en una palabra. El canario se vistió de protagonista en la pretemporada, pero a la hora de la verdad ocupa el lugar que más visita desde que es miembro del primer equipo: el banquillo. Benítez tiró a dar: “Jesé jugaba antes que Lucas, y ahora es al revés. Fomento la competitividad en la plantilla y tomo una decisión profesional”. Más reciente, la reclamación del agente del chico solicitando más presencia. La misma que quiere Benzema para que entren más compañeros en la rotación de los sustituidos. Mejora en goles, pero la tablilla del cambio expone su número constantemente. Es un fijo. En la puerta de salida del Calderón deslizó el ánimo: “¿Siempre al que cambian? Preguntad al técnico”. De los ocho partidos oficiales que ha disputado, únicamente dos -Shakhtar y Málaga- los ha concluido. Eso sí, el rendimiento goleador incontestable: siete en este tramo. Rafa habla del necesario cuidado físico. La lesión con Francia lo fortalece.

Las diferencias entre Cristiano Ronaldo y Benítez arrancaron bien temprano, en pretemporada. En Australia ya se representó un pique sin más, “siempre a los portugueses”, reprochó la estrella. Más adelante, la resistencia del madrileño a destacar al luso como el mejor de la plantilla terminó por granjear desconfianza. El paso atrás de Rafa, recomendado desde el ático, mantiene el pulso aunque más laxo. El entrenador no comparte esta teoría, si bien es consciente de que el trato no puede ser igual para todos y que la estrella debe percibir una pleitesía particular. Le cuesta, pero ha terminado aceptándolo con un único objeto: el bien común en la caseta. Desde entonces, Cristiano es el mejor, como ha terminado admitiendo incluso públicamente. En todo caso, no acaban aquí los pulsos para enderezar un camerino que tras la mano blanda que ganó tres Copas de Europa admite a regañadientes el impulso del nuevo inquilino. Todos enchufados es la máxima del míster, aunque las réplicas y las contrarréplicas sean una constante en la vida diaria en Valdebebas.

En Melwood nadie se extrañaba si observabas a algún futbolista de élite golpear al balón contra un muro en uno de los ejercicios rutinarios que ordenaba el técnico. En el campo de entrenamiento del Liverpool FC era habitual que al empezar el trabajo, o bien a la conclusión, la pelota repitiera viaje de ida y vuelta entre el pie del futbolista y la pared. El entrenador buscaba mejorar el toque, ganar en técnica de control, amortiguar el cuero como si de una recepción con la mano se tratase. Por ahí, sin ambages, pasaban desde los chavales a los consagrados o titularísimos. Pero no sólo ocurría a orillas del Mersey, también sucedía en Milán, Londres o Nápoles. Es una de las obsesiones de Rafa Benítez: “Todos los jugadores tienen mejora, todos, hasta los grandes o indiscutibles”. Por eso, a los fieles del entrenador no les sorprende las observaciones que realiza a Cristiano Ronaldo o a Sergio Ramos, o a cualquiera al que observe que un movimiento de juego, una acción defensiva u ofensiva o un simple control no se ha realizado con la perfección adecuada.

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