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Zidane prepara el golpe de Estado
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Antonio Sanz

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Zidane prepara el golpe de Estado

El Madrid puede dar un paso casi definitivo para alcanzar el que es el verdadero objetivo esta temporada: sumar otra vez la Liga, algo que no sucede desde mayo de 2012

Foto: Zidane da instrucciones a sus jugadores contra el Leganés en el Santiago Bernabéu. (Reuters)
Zidane da instrucciones a sus jugadores contra el Leganés en el Santiago Bernabéu. (Reuters)

No se presentaron con la artillera completa de sus ejércitos para no ofrecer demasiadas pistas al contrincante, si es que a estas alturas alguno puede sorprender al otro. Pero el desenlace es que la Copa del Rey ha derivado más dudas en un bando que en el contrario. Si el Real Madrid accedió sin rasguños a la siguiente ronda y aterrizará henchido de moral en el Camp Nou, su oponente volvió a reiterar una mala imagen que maltrata el escudo. Esta vez no fue el equipo ‘A’ quien salió trasquilado. Esta vez, el equipo ‘B’ repitió resultado y sensaciones ante el hoy modesto Hércules de Alicante. El FC Barcelona no pasará apuros para acceder a los octavos de final coperos, pero mantiene un ritmo decadente que produce inquietud y que ya ofreció en su visita a San Sebastián. Sin embargo, un clásico es un clásico, y cualquier resultado es posible. Los seis puntos que aventajan al visitante le permiten afrontar con menos riesgo el partido. Una derrota del local podría suponer un golpe de Estado a la competición. Sería demasiada ventaja entre los dos colosos. Aunque, claro está, con todavía dos tercios del torneo por disputar.

Foto: Zidane abraza a Benzema después de sustituirle. (Reuters) Opinión

No es difícil adivinar cuál es la gran preocupación del FC Barcelona horas antes de la visita del eterno rival. No se trata de ningún molino de viento, ni siquiera importunan las cuitas judiciales/fiscales que acompañan a alguno de sus dirigentes (o exdirigentes) y jugadores. La verdadera jaqueca culé se presenta con el aplazamiento de las negociaciones que ha impuesto Messi para la renovación de contrato. Si hace medio año nos dicen de apostar por quién estaría más lejos de su club, si Cristiano o Leo, todo el capital personal se hubiera decantado por la salida del portugués del Real Madrid. Sin embargo, a día de hoy, la realidad nos presenta un Ronaldo felizmente asentado y un argentino que hace sufrir al presidente y a la masa social barcelonista. El recorrido en los próximos días será determinante para conocer la postura del mejor jugador del planeta, a quien el Barça ofrece una sustancial mejora para seguir siendo el mejor pagado en la que sería su novena ampliación. Los sudores se arrastran por la frente de un Bartomeu que hace escasas semanas en Manchester se atrevía a vaticinar que “en dos meses hablaremos con él”. No deja de entenderse como lo que en rugby llamarían una patada a seguir.

Leo Messi mantiene un pensamiento que aborda que quiere dejar el fútbol en Argentina. Extraña no haber podido participar en el torneo de su país. Hincha de Newell`s Old Boys, anhela reeditar aquel tiempo formativo en la base del equipo, su equipo, de Rosario. Sin embargo, algunos amigos también le advierten del riesgo de jugar en un campeonato que solo tendría ojos para él. Si el trato recibido con la selección, que le obligó a anunciar una retirada que posteriormente nunca se fraguó, deja mucho que desear, cómo sería cuando defienda la camiseta de unos pocos y no la de todos, le vienen a decir. La vida se le podría volver ingobernable. Mientras tanto, el chico medita qué hacer a partir de junio de 2018 —entonces tendrá 31 años—. A vueltas con la condena por fraude fiscal, el FC Barcelona se ha visto superado en su defensa, algo que ha desconcertado al jugador. El club solo puede compensar económicamente al argentino, quien mantiene una situación de impotencia con la sentencia. Con dinero, las penas son menos penas, y el club ofrecerá garantías para que no pierda ni un euro. La entidad mantiene el reto de conseguir que Messi únicamente vista la misma camiseta en su carrera en un club.

A favor de continuar, el compromiso con la causa y la acomodada vida de Leo y su familia en la ciudad condal, y la inquietud que supone asumir riesgo frente a cualquier cambio. En realidad, el argentino no tiene ninguna necesidad de mudarse: Barcelona y el Barça le ofrecen todo para mantener una vida confortable. En contra, un proyecto deportivo que gira en torno a un cambio de ciclo, un presente que se presenta como rutinario y las tentaciones de otras sociedades que lo persiguen con talones sin dibujar cifras para que sea el chico quien lo haga. ¿Qué club económicamente poderoso no ficharía a Messi? Cualquier inversión descabellada devolvería títulos y grandeza. Y eso lo saben aquellos que se pueden permitir un desembolso brutal esperando con calma la finalización del contrato dentro de 18 meses. Con esta situación de riesgo, a nadie sorprende que a Bartomeu no le llegue la camisa al cuello: pasaría a la historia como el presidente que dejó escapar al mejor futbolista del planeta.

Con los deberes hechos, en la otra orilla del clásico, el Real Madrid se presenta con una racha inusual de 18 partidos ligueros sin perder como visitante, encadenando 32 encuentros oficiales sin ser derrotado, con cinco últimas victorias consecutivas —no dobla el lomo desde aquella derrota en Wolfsburg hace casi ocho meses en la Liga de Campeones—. El sentimiento del vestuario es que pueden conseguir un golpe de efecto casi definitivo para alcanzar el que es el verdadero objetivo del grupo esta temporada: sumar otra vez la Liga, algo que no sucede desde mayo de 2012. Acumular cinco años sin levantar el trofeo de la regularidad disgusta a más de uno en esa caseta. Por eso, en la mente de todos aparece presentarse en el Camp Nou con el mismo rigor, seriedad y disciplina con que lo hicieron en el Vicente Calderón. Aquella noche afrontaron el partido como grupo, primando el colectivo sobre la individualidad, sacrificando los egos personales y aupando la solidaridad de todos como primer mandamiento. Si a eso añadimos la lección táctica de Zidane a Simeone, a nadie extraña aquel resultado.

Foto: Bale, en el momento de caer lesionado en el partido ante el Sporting de Portugal. (REUTERS) Opinión

El vestuario de jugadores del Real Madrid es consciente del mal día en la oficina sufrido ante el Sporting de Gijón, justificando que llegaban justos de fuerzas tras las exigentes victorias en el Manzanares y en Lisboa. Eran la 17 y la 18 consecutivas sin perder lejos del Bernabéu y el desgaste se notó ante los asturianos. Por eso, con la lección aprendida en el Calderón, los blancos preparan la irrupción ante un Barça que llega tras sufrir su particular ‘Waterloo’ en San Sebastián. Y es que habría que esperar para conocer cómo influiría en los planteamientos de futuro de Messi una severa derrota. Quizás aumentaran las dudas del cambio. Sí fuera así, sería el verdadero golpe de Estado a la Liga.

No se presentaron con la artillera completa de sus ejércitos para no ofrecer demasiadas pistas al contrincante, si es que a estas alturas alguno puede sorprender al otro. Pero el desenlace es que la Copa del Rey ha derivado más dudas en un bando que en el contrario. Si el Real Madrid accedió sin rasguños a la siguiente ronda y aterrizará henchido de moral en el Camp Nou, su oponente volvió a reiterar una mala imagen que maltrata el escudo. Esta vez no fue el equipo ‘A’ quien salió trasquilado. Esta vez, el equipo ‘B’ repitió resultado y sensaciones ante el hoy modesto Hércules de Alicante. El FC Barcelona no pasará apuros para acceder a los octavos de final coperos, pero mantiene un ritmo decadente que produce inquietud y que ya ofreció en su visita a San Sebastián. Sin embargo, un clásico es un clásico, y cualquier resultado es posible. Los seis puntos que aventajan al visitante le permiten afrontar con menos riesgo el partido. Una derrota del local podría suponer un golpe de Estado a la competición. Sería demasiada ventaja entre los dos colosos. Aunque, claro está, con todavía dos tercios del torneo por disputar.

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