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El retorno de David Villa, el último campeón proscrito
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Antonio Sanz

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El retorno de David Villa, el último campeón proscrito

Julen Lopetegui tenía claro que para el partido contra Italia había que acudir con galones, y por eso apostó por Villa antes por otros jugadores más jóvenes

Foto: Villa en un entrenamiento de la selección esta semana en La Rozas. (EFE)
Villa en un entrenamiento de la selección esta semana en La Rozas. (EFE)

Cuando decidió emprender la aventura americana, el reto que afrontaba se convertía en mayúsculo: no sabía inglés, la sociedad deportiva que lo firmaba no contaba con ninguna estructura de equipo —era el primer fichaje de la historia— , debía acumular seis meses sin hogar, asumía vivir como un trotamundos haciendo bolos con las franquicias de esta cadena de clubes de fútbol… además de cerrar indirectamente la puerta de la Selección. A todo esto, se despedía de España con la Liga bajo el brazo y con una final de Champions torpedeada en el descuento. Pocos entendieron, más allá de la vertiente económica, por qué motivo ponía océano de por medio. Era feliz en el Atleti, había borrado de su mente la pesadilla sufrida con la estrella del Barça, capitaneaba el gol con Del Bosque. Pero David Villa quería más. Tres años 62 goles después, Lopetegui opta por recuperar al máximo goleador de la historia de nuestro fútbol. Tres años después, el asturiano puede repetir la misma escena de aquella tarde en Brasil frente a Australia: celebrar otro gol con la Roja.

Foto: David Villa, con el New York City. (EFE)

Julen Lopetegui era un mar de dudas. La indignación con Diego Costa, el ‘9’ de cabecera elegido por el seleccionador desde su llegada al cargo, aumentaba cada día que pasaba las hojas del almanaque. El día 2 de septiembre vivía grabado en rojo en la mente del vasco. El técnico era consciente de que el billete directo para el Mundial pasa por lo que ocurra frente a Italia. Por eso un campo grande. Por eso arroparse con cuánta más gente mejor. Por eso debía citar a los mejores. Y para él, Costa lo es en el puesto de delantero centro. Sin embargo, el verano del ariete ha sido idílico para él —sin horarios, sin sudar la gota gorda de la pretemporada, sin ningún régimen alimenticio—, todo bien distinto a lo que aguarda cualquier entrenador. El enfrentamiento del jugador con el míster de su club inglés, la interminable espera para cambiar de aires y sus nulas ganas de ponerse en forma lo llevaron a una secuencia absolutamente imperdonable para un deportista del máximo nivel. Los días de agosto corrían y las noticias con Costa en Las Rozas cada día eran más desesperantes: bailes, comidas, barranquismo… se salpicaban con alguna imagen en el gimnasio. Lopetegui, a mediados de mes, harto, comunicó la decisión a su equipo de trabajo: “Diego no viene. Hay que buscar alternativa”.

Tampoco tranquilizaba en exceso la pretemporada alterada de la primera. Álvaro Morata firmaba por el Chelsea y la adaptación al nuevo campeonato podría pesar en su rendimiento. El sofoco seguía en los casi únicos despachos que encendían la luz este agosto en Las Rozas. El cuerpo técnico de la selección decidió tomar un camino: apuntar a los veteranos. Alguno de ese grupo valoraba el trabajo de Sandro con la sub-21 o los goles del imberbe Mariano en Francia. Pero Lopetegui tenía claro que para esta fiesta había que acudir con galones. No valen experimentos porque es demasiado lo que está en juego. Por eso ilusionaba el arranque de pretemporada de Fernando Torres o el siempre fiable gatillo de Aduriz. Sin embargo, en la opinión pública se había instalado un nombre por encima del resto: ¿por qué no vuelve Villa si se está inflando a marcar en Estados Unidos? Los detractores hablaban de goles en un campeonato menor. Los que se posicionaban a favor, que goles son amores y que el goleador siempre tendrá olfato hasta en las pachangas del barrio con los colegas. Lopetegui cada día que pasaba tenía más claro que el asturiano era el factor menos arriesgado con el que podía contar. Un viaje a Nueva York y una charla con el delantero en territorio americano disiparon las enigmáticas dudas.

placeholder David Villa fue sustituido en su último partido con la selección en el Mundial de Brasil. (EFE)
David Villa fue sustituido en su último partido con la selección en el Mundial de Brasil. (EFE)

Un regalo inesperado

Villa llegó nervioso a la sede de la Federación acompañado de Saúl, entonces un becario con el que hizo la pretemporada en el Atleti y que ese curso se marchó de meritorio al Rayo. El ariete se mostró orgulloso y sorprendido por la aceptación general del retorno. Bien diferente a lo ocurrido en el Mundial de Brasil cuando Vicente del Bosque decidió sustituirlo por Mata ante la sorpresa y el cabreo del protagonista. Entonces, Villa tampoco ayudó con su acción ni con sus declaraciones. Ese tarde dijo: "Llega un momento en el que debes dar un paso, pensar en otros objetivos. Ahora me voy a otro fútbol y voy a estar un tiempo sin competir, de ahí que lo lógico sea que no vaya convocado con la Selección”. Había sido un torneo amargo para él con demasiado tiempo en el banquillo ante la irrupción de Diego Costa. El único partido que jugó, marcó y fue sustituido. De ahí su arrebato para poner en bandeja a Del Bosque que prescindiera de sus servicios tras elegir una aventura tan difícil de interpretar. El asturiano se quedó con 97 partidos disputados, se alejó de todos los poderes fácticos de la Roja y rumiaba a quien le quería escuchar que era una pena que el goleador histórico de España no culminase su carrera como centenario.

Con 35 años, el sueño cumplido y la aprobación general, David Villa admite la convocatoria como un regalo inesperado. Es cierto que nunca perdió la fe en volver, pero cada temporada que transcurría se hacía menos posible. Las circunstancias han posibilitado el retorno. Las paradojas del destino nos marcan que la demora de su último club en España en adquirir a Costa ha permitido indirectamente volver a sentir el aliento de la élite. Aquella etapa aventurera que inició casi en solitario —lo acompañaba a todas partes su entonces inseparable preparador físico— acaba con final feliz. El marrón lo tiene ahora Lopetegui. Como Villa siga con el gatillo listo y dispuesto, veremos quién es el valiente que lo deja fuera de Rusia.

Cuando decidió emprender la aventura americana, el reto que afrontaba se convertía en mayúsculo: no sabía inglés, la sociedad deportiva que lo firmaba no contaba con ninguna estructura de equipo —era el primer fichaje de la historia— , debía acumular seis meses sin hogar, asumía vivir como un trotamundos haciendo bolos con las franquicias de esta cadena de clubes de fútbol… además de cerrar indirectamente la puerta de la Selección. A todo esto, se despedía de España con la Liga bajo el brazo y con una final de Champions torpedeada en el descuento. Pocos entendieron, más allá de la vertiente económica, por qué motivo ponía océano de por medio. Era feliz en el Atleti, había borrado de su mente la pesadilla sufrida con la estrella del Barça, capitaneaba el gol con Del Bosque. Pero David Villa quería más. Tres años 62 goles después, Lopetegui opta por recuperar al máximo goleador de la historia de nuestro fútbol. Tres años después, el asturiano puede repetir la misma escena de aquella tarde en Brasil frente a Australia: celebrar otro gol con la Roja.

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