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Luis Suárez, la rueda pinchada de Valverde
El Barcelona lleva ganados ocho partidos consecutivos y es líder en Liga y Champions, pero el técnico no termina de encontrarle acomodo en el ataque al goleador uruguayo
El FC Barcelona se levanta y apura el trago amargo de quedarse sin Neymar. Lo que era una hecatombe tras perder la Supercopa nacional contra el Real Madrid, así lo definió su entrenador, rueda bien distinto y con buen sonido, aunque dejando alguna laguna en el juego. La nueva armonía que rodea al equipo se explica con partidos y victorias: los seis de Liga y los dos de Liga de Campeones. Sin embargo, como no todo es encontrar la perfección, Ernesto Valverde no termina de encajar la pieza del delantero centro. Si Suárez se siente incómodo sobre el césped, virado a la izquierda del terreno de juego, qué decir de Paco Alcácer, quien no encuentra ni hueco ni espacio en las convocatorias.
Quien se lo iba a decir a estos dos, cuando el origen del entrenador es atacante o cuando la apuesta del técnico en Bilbao se llamaba irremediablemente Aduriz. El modelo del Barça gira en torno a Messi, como no podía ser de otra manera, y la libertad del argentino deja maniatado a su amigo uruguayo. Llegarán los goles de Suárez, nadie lo duda, pero el rostro del sudamericano delata disgusto. Y hasta cabreo. Se comprobó tras ser reemplazado en Lisboa. El aguante y la paciencia están al límite. Es la rueda pinchada de un equipo que funciona con los resultados en la mano.
De los 25 tantos barcelonistas acumulados desde agosto, únicamente dos llevan la firma de Luis Suárez. En su descargo, se ha perdido la mitad de los partidos ligueros por una distensión en la rodilla derecha o bien por rotación. El registro (2 de 25) se antoja insuficiente para un delantero que ha rubricado 87 tantos en 100 encuentros de Liga, un porcentaje altísimo que aplaude un rendimiento extraordinario en el área. También crece en el global: 123 goles en 153 partidos disputados, superando los registros alcanzados cuando vestía las camisetas de Groningen, Ajax o Liverpool.
Sólo el primer año le costó arrancar la maquinaria del gol. En los dos primeros meses de competición sólo había anotado tres goles en partidos oficiales. Sin embargo, en la campaña 15/16 acumulaba a estas alturas seis tantos y en la 16/17, crecía hasta las ocho dianas. Nadie duda de su fortaleza ante el gol, pero en este estreno de temporada se observa a un ariete visiblemente incómodo con su demarcación virada al costado izquierdo del ataque. En la expresión del rostro, denota impaciencia. No se le observa fresco, quizá inquieto por encontrar su nuevo hábitat. Allí donde se refugiaba Neymar, le toca ahora habitar a Luis. Y eso no le gusta.
Ernesto Valverde, tras variar el plan forzado por la fuga del futbolista brasileño, determinó que la posición de Leo Messi era de absoluta libertad en el flanco de ataque flotando en el área como falso delantero centro. Eso obliga a Suárez a escorarse a la zona izquierda, pero con funcionalidad para moverse por todo el frente ofensivo. En todo caso, el curso ha comenzado sin brío para el uruguayo. Derrotado y lesionado concluyó la final a doble partido para conocer al mejor del territorio nacional. El diagnóstico fijó una distensión en la cápsula posterior de la rodilla derecha que le forzaba a perderse un mes de competición.
La urgencia de Uruguay
Sin embargo, la urgencia de Uruguay por clasificarse para Rusia’18 situó a Luis en una posición comprometida: debía actuar renqueante y restar quince días al tiempo estimado de baja. Frente a Argentina y Paraguay casi soportó los noventa minutos, aunque no en las mejores condiciones físicas. Esa carencia tampoco le ayuda a encontrarse en su mejor momento. La sequía provoca que en días como el de Getafe se muestre tan romo que no acumule ni un solo disparo a portería.
En opinión de Valverde, el día del Coliseum getafense Suárez tocó fondo. Se le observó agotado y por eso el técnico decidió darle descanso ante el Eibar. Ese día, el Barça goleó a los guipuzcoanos con su máximo artillero en el banquillo. La reacción llegó en Girona, dónde el delantero logró su segunda diana del curso. Pero la pausa era obligada debido al maratón de encuentros acumulados y al empeño de jugar con la Selección, circunstancia que arrastró en las semanas siguientes. Así lo admitió en privado el jugador cuyas sensaciones esa semana no eran las idóneas para la alta competición.
Pero en Montilivi observamos nuevamente al Suárez peleón, agresivo y determinante en el área. No obstante, no termina de cuajar el partido que él mismo espera. Por eso, llegan los nervios y el mal humor, tal y como sucedió ante el Sporting de Portugal. Luis le resta importancia: “lo de menos es que no marque, lo que importa es que la jugada sirve para llevarnos los tres puntos en un partido complicado”. Añade sobre la cacareada nueva demarcación que “lo que tenemos que hacer es adaptarnos a las circunstancias del juego. El técnico sabe qué hay que hacer, pero él no me manda a una posición fija". Calla y asume con disgusto.
Valverde es consciente de que necesita al mejor Suárez para el mejor Barça. Es cierto que el comienzo de Messi oscurece a cualquiera, pero los goles del 9 son necesarios para la pelea por los títulos. Esa alianza perfecta que formaron con Neymar ya es historia y los balones laterales que le servía el brasileño quedan para el recuerdo. El rendimiento de su inseparable amigo argentino ha colocado al equipo en lo alto de la clasificación con un arranque inmaculado. Pero se echa en falta la actividad goleadora de quien abruma con sus tantos a las defensas adversarias.
El gesto de discordia tras el cambio en Portugal afea la relación entre técnico y delantero. Como no podía ser de otra manera, el entrenador restó trascendencia al asunto: “no pasó nada especial. Fue una tontería”. Y frente a la sequía, esperanza: “me preocuparía si no rondara el gol, pero él siempre está cerca. Estoy seguro que volverá a marcar”. Al Barça le hacen falta los tantos del ariete. A Valverde, para terminar de encajar el puzle. A Suárez, para que la ansiedad quede relegada. Esta inesperada agonía es la mala noticia de un equipo que se levantó tras tocar fondo en la Supercopa. Ahora, le tocará al charrúa. No duden. No tiene que volver. Sencillamente no se ha ido.
El FC Barcelona se levanta y apura el trago amargo de quedarse sin Neymar. Lo que era una hecatombe tras perder la Supercopa nacional contra el Real Madrid, así lo definió su entrenador, rueda bien distinto y con buen sonido, aunque dejando alguna laguna en el juego. La nueva armonía que rodea al equipo se explica con partidos y victorias: los seis de Liga y los dos de Liga de Campeones. Sin embargo, como no todo es encontrar la perfección, Ernesto Valverde no termina de encajar la pieza del delantero centro. Si Suárez se siente incómodo sobre el césped, virado a la izquierda del terreno de juego, qué decir de Paco Alcácer, quien no encuentra ni hueco ni espacio en las convocatorias.