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Guardiola, Oleguer, Piqué y el negocio del independentismo catalán
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Antonio Sanz

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Guardiola, Oleguer, Piqué y el negocio del independentismo catalán

Sólo Piqué sabe si terminará ofreciéndonos la misma cara que nos ocultó Pep Guardiola, quien fue su entrenador y hoy activista del secesionismo, mientras quiso participar con España

Foto: Pep Guardiola y Gerard Piqué en una imagen de archivo. (EFE)
Pep Guardiola y Gerard Piqué en una imagen de archivo. (EFE)

A todo esto, España se mide a Albania para casi cerrar el billete de clasificación para el Mundial de Rusia. Sí, hay partido en Alicante. A todo esto, en la piel de toro no se habla de otra cosa que no sea de Cataluña, con un foco permanente: el de Gerard Piqué. La Selección de Lopetegui se ha visto salpicada por lo acontecido el pasado 1-O. También por la irresponsabilidad de Piqué, muy consciente de sus palabras en la zona mixta del Camp Nou tras negarse y luego jugar el encuentro ante la UD Las Palmas. Irresponsable porque mejor que nadie el defensa contaba ya con la maleta preparada para viajar a Madrid para integrarse a la disciplina de La Roja. Una vez más, optó por meterse en otro charco del que quiso salir en una ¿transparente? atención a los medios, donde volvió a ser ambiguo, donde pidió respeto y diálogo y donde reclamó su sitio entre los jugadores elegidos por el seleccionador. Sólo Piqué sabe si terminará ofreciéndonos la misma cara que nos ocultó Pep Guardiola, quien fue su entrenador y hoy activista del secesionismo, mientras quiso participar con España.

Nadie vive cómodo en Las Rozas con el ambiente que provocó Piqué. Públicamente, a los jugadores, al seleccionador, a la dirigencia, no les queda otra que dar la cara por el compañero, por el convocado, por el integrante del grupo. Pero de puertas para dentro, cada día se sienten más hartos de verse forzados a responder sistemáticamente a todo lo que rodea al zaguero del Barcelona. De una parte, se siente que el Periodismo saca tajada de algo que al grupo no concierne; de otra, también se admite que el jugador acepta con agrado el impulso que le ofrece cada cita con la Selección para alimentar su ardoroso personaje. Tan es así, que la directora de la Selección, en connivencia con el capitán, empujó a Piqué a la Sala de Prensa para que éste tratara de rebajar el alto grado de crispación que rodea el perímetro de la concentración. Claramunt y Ramos entendían que nada mejor que dar la cara para tratar de explicar una postura que cada vez cuenta con menos adeptos dentro de ese mismo perímetro. La atmósfera conseguida en el Bernabéu la noche de Italia para evitar los pitos se derretía nuevamente como el azúcar en el café.

Foto: Rueda de prensa de Gerard Piqué sobre su postura acerca de la independencia de Cataluña (EFE)

El esfuerzo por normalizar la relación de Piqué con la afición se acentúa en cada fecha que coincide partido de la Roja. Pero es difícil aventurar en qué momento nació el rechazo. Sorprende cuando se escucha a determinados componentes del plantel hablar de la responsabilidad y compromiso del chico para con la camiseta. Algunos deben olvidar su disidente comportamiento durante el Mundial de Brasil’14 con dos acciones públicas que chirriaron al entonces staff técnico: tomando el sol en zapatillas en el banquillo antes de un partido y el retorno a casa cumplimentado al margen de la expedición oficial. Lo peor es que aquel cabreo con Del Bosque y con el sistema le llevó a tomar la decisión de abandonar la Selección. Nunca lo hizo público. Por eso, el movimiento astuto de María José Claramunt evitó la deserción. La jefa de la Roja convenció al entonces seleccionador para que le permitiera un periodo de reflexión, mientras un futbolista amigo —hoy cortado de las convocatorias— hacía labores de intermediario para convencerle del error. Además, la opinión de su gente más cercana y la evidente reducción de ingresos económicos obraron el milagro. Por eso, parte de la opinión pública se pregunta si Gerard Piqué merece tanta consideración.

Alimentar el personaje

Piqué tuvo la oportunidad de responder sin ambigüedad a la que él calificó como la pregunta del millón. Un buen periodista le cuestionó sin ambages: “¿Eres independentista?”. La respuesta era un sí o no. Pues Piqué volvió a alimentar el personaje para seguir haciendo caja: “no te lo voy a contestar”. Al final de su retórica admitió que todo se trata de un juego y de un negocio: “Los jugadores somos figuras globales. Entonces no puedo decantarme por un lado u otro. A partir de ahí la mitad de todos mis seguidores, sea en España o si no serían los catalanes, los perdería porque la gente pone la política por encima de todo lo demás”. Cortita y al pie. Lo primero es el negocio. Lejos queda aquel jugador del FC Barcelona que decidió “cagado de miedo” —como recordaría Luis Aragonés— afrontar su dignidad comunicando al técnico que no contaba ni con la suficiente implicación ni con el refuerzo sentimental para defender la causa. Ese hombre, hoy cercano al partido político CUP, fue Oleguer Presas y fue muy claro con sus principios: “Lo que representa la selección española me generaba rechazo”, diría años más tarde. También años más tarde, Pep Guardiola, tras defender durante 47 partidos la elástica nacional, se integró en una lista de coalición electoral con el objetivo del separatismo. Antes, se entiende, también lo era. Sin embargo, no fue tan honesto como su compañero.

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Piqué sigue con la Selección, nadie ha tenido la intención de borrarle. En otros momentos de nuestra reciente historia deportiva, se limó la presencia de Raúl o de Casillas porque eran nocivas para la salud del grupo. Esta vez, nadie quiere cercenar a Piqué la oportunidad de vivir sus últimos meses como jugador internacional —él mismo ha marcado como punto y final a sus presencias el Mundial de Rusia—. Lo que hoy desconocemos es si cuando cuelgue las botas perderá la ambigüedad con la que decide protegerse y responderá por fin a la pregunta del millón. Difícil de saber porque mientras haya negocio, tendremos a Piqué viviendo sobre la delgada línea del independentismo.

A todo esto, España se mide a Albania para casi cerrar el billete de clasificación para el Mundial de Rusia. Sí, hay partido en Alicante. A todo esto, en la piel de toro no se habla de otra cosa que no sea de Cataluña, con un foco permanente: el de Gerard Piqué. La Selección de Lopetegui se ha visto salpicada por lo acontecido el pasado 1-O. También por la irresponsabilidad de Piqué, muy consciente de sus palabras en la zona mixta del Camp Nou tras negarse y luego jugar el encuentro ante la UD Las Palmas. Irresponsable porque mejor que nadie el defensa contaba ya con la maleta preparada para viajar a Madrid para integrarse a la disciplina de La Roja. Una vez más, optó por meterse en otro charco del que quiso salir en una ¿transparente? atención a los medios, donde volvió a ser ambiguo, donde pidió respeto y diálogo y donde reclamó su sitio entre los jugadores elegidos por el seleccionador. Sólo Piqué sabe si terminará ofreciéndonos la misma cara que nos ocultó Pep Guardiola, quien fue su entrenador y hoy activista del secesionismo, mientras quiso participar con España.

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