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Hierro hizo de Hierro y terminó por aparcar a Lopetegui
Su primera misión es recuperar psicológicamente a De Gea, de quien ya advirtió que "es uno de los nuestros y a los nuestros nunca los dejamos tirados"
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La selección nacional de fútbol, desde su llegada a Rusia, mantiene un hábitat de montaña rusa, incluso hasta cuando rueda el balón. El partido ante Portugal resultó vibrante y emocionante, con alternancia en el marcador, con pasión y tensión, con señales públicas de no rendirse nunca. El duelo, nada sencillo para un grupo convulsionado tras el despido del seleccionador, sufrió diferentes vaivenes que agrandaron la dificultad: el penalti, el error grosero. Cuando todos reclamábamos que era el tiempo de los futbolistas, a fe que lo demostraron. Nunca doblaron la rodilla, admitieron el reto con orgullo y casta y se levantaron dos veces tras ser sorprendentemente golpeados por una Portugal a la que mantiene con honor Cristiano Ronaldo. En la nueva España de Hierro, nos encontramos con una alineación diferente a la que pensaba Lopetegui, con un Diego Costa sublime, con un De Gea nuevamente desconocido cuando actúa bajo el arco de la Roja y con gotas de ánimo más que suficientes para seguir creyendo en esta ardua carrera.
A 72 horas del estreno mundialista, al Real Madrid y a Lopetegui se les ocurrió, en un ejercicio de transparencia mal entendido, anunciar a la opinión pública que las partes habían alcanzado un acuerdo para unir sus destinos a la conclusión de la participación de España en Rusia. Tras pregonarse el futuro acuerdo laboral, se sucedieron varios comunicados públicos en las redes sociales de la Federación Española. Lo que inicialmente se vendió como aprobación fue mutando hasta convertir, al día siguiente, la osadía de Julen en un despido fulminante. Pero, ¿qué sucedió en la mente de Rubiales para felicitar primero a Lopetegui y horas después desterrarlo sin contemplaciones? Como en cada distanciamiento humano existen versiones contrapuestas. ¿Quién se aproxima más a lo que verdaderamente ocurrió? Difícil saber porque las dos partes se reservan información. El interés particular sobrepasa al interés general. Pero, sin embargo, existen varios parámetros que te acercan a no comprender el calentón, o el orgullo mal entendido que diría Florentino, del recién elegido nuevo presidente.
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El Real Madrid y Lopetegui decidieron unilateralmente publicitar su acuerdo. Entonces, la RFEF, con un nuevo equipo de comunicación que demostró falta de experiencia, saltó al ruedo de las redes sociales para admitir el conocimiento de lo sucedido y “solicitar máximo respeto para mantener la normalidad en la concentración”. Este primer comunicado de buenas intenciones duró escasamente un cuarto de hora. El 'shock' precedió a una reacción furiosa que creció en la mente de Rubiales, quien reconoció más tarde que aquella primera información se publicó para no parecer unos pazguatos. Pero la contradicción quedaba latente. De admitir el movimiento de los hechos a enterarse cinco minutos antes; de desear suerte en el nuevo banquillo a ponerlo dieciocho horas después de patitas en la calle. Con explicaciones vacías, Lopetegui resultó destituido con la alineación prácticamente confeccionada, ultimando la preparación del partido. A rey muerto, rey puesto. Fernando Hierro se obligaba a cambiar el traje por el chándal: “no me podía permitir un no”, señaló.
La montaña rusa de la Roja
La noche en Krasnodar resultó de duelo. Lopetegui, según avanzaba el reloj en esa dichosa madrugada, era cada vez más consciente de que su puesto corría peligro. Su única esperanza, tal y como le trasladaban que respiraba el presidente, era que los propios futbolistas salvaran su cuello. Pero en ese escenario Rubiales también se hizo fuerte. A Julen solo le sostenían las llamadas telefónicas de apoyo de la familia, de su asesor deportivo y de José Ángel Sánchez, el jefe ejecutivo del Real Madrid, que transmitía su sorpresa con la inesperada reacción del máximo dirigente federativo. Poco importaba ya si en la mente del seleccionador Odriozola había adelantado a Nacho, si Thiago se posicionaba por delante de Koke como acompañante de Busquets o si alguno de los futbolistas que más soban el balón en la zona de creación deslizaban que para asociarse en ese lugar del campo colocarían a Rodrigo antes que a Diego Costa.
Pero Hierro, tras ser nombrado seleccionador interino de la Roja, decidió aparcar de cuajo ‘la era Lopetegui’, tras veinte partidos invicto, y rodearse de su cuerpo técnico de confianza con el que coincidió en Oviedo. Además, solicitó a Marchena, parte activa en los despachos del nuevo Sevilla, su incorporación inmediata para ‘hacer de Hierro’ y evitar perder esa figura clave de enlace con el vestuario. Muy pronto se tuvo que centrar en pensar qué once era el más idóneo para ganar a las huestes de Cristiano Ronaldo. Para él, Nacho adelantó a Odriozola, Koke daba más equilibrio al medio campo y Diego Costa ganaba la batalla del ‘9’. De cuajo modifica tres puestos en tres líneas del campo. Pero ahora su primera misión, tras los primeros noventa minutos de Mundial, es recuperar psicológicamente a De Gea, de quien ya advirtió que “es uno de los nuestros y a los nuestros nunca los dejamos tirados”. La sombra de Kepa se alargará pese a que el grupo cerrará filas con el portero titular. Este será el primer golpe que debe esquivar el nuevo seleccionador. Lo que Hierro espera poco a poco es descender, sin más sobresaltos, de la montaña rusa en que se ha instalado la Roja desde que aterrizó en el país donde se celebra el campeonato del mundo. El anhelo de ser seleccionador ya es historia.
La selección nacional de fútbol, desde su llegada a Rusia, mantiene un hábitat de montaña rusa, incluso hasta cuando rueda el balón. El partido ante Portugal resultó vibrante y emocionante, con alternancia en el marcador, con pasión y tensión, con señales públicas de no rendirse nunca. El duelo, nada sencillo para un grupo convulsionado tras el despido del seleccionador, sufrió diferentes vaivenes que agrandaron la dificultad: el penalti, el error grosero. Cuando todos reclamábamos que era el tiempo de los futbolistas, a fe que lo demostraron. Nunca doblaron la rodilla, admitieron el reto con orgullo y casta y se levantaron dos veces tras ser sorprendentemente golpeados por una Portugal a la que mantiene con honor Cristiano Ronaldo. En la nueva España de Hierro, nos encontramos con una alineación diferente a la que pensaba Lopetegui, con un Diego Costa sublime, con un De Gea nuevamente desconocido cuando actúa bajo el arco de la Roja y con gotas de ánimo más que suficientes para seguir creyendo en esta ardua carrera.