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Neymar, Griezmann o Hazard y el síndrome del Balón de Oro
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Antonio Sanz

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Neymar, Griezmann o Hazard y el síndrome del Balón de Oro

El duopolio de Messi y Cristiano parece en vías de agotarse, ganar el trofeo individual no es solo un reconocimiento, también es un gran negocio al que aspiran los mejores jugadores

Foto: Griezmann y Mbappe, con Francia. (Reuters)
Griezmann y Mbappe, con Francia. (Reuters)

En plena dolorosa resaca de la Roja reaparece, así de sopetón, la competición doméstica. Cuando la opinión pública aún no se ha recuperado del bajonazo acontecido en el Benito Villamarín de Sevilla, nos presentamos ante el tramo final de la carrera por el título individual de mejor jugador del universo en forma de Balón de Oro. Llama la atención el ruido mediático que se forma con este título honorífico que refuerza las vitrinas de unos pocos frente a lo que se sirve como deporte colectivo. Pero que nadie se resigne a que, efectivamente, el fútbol es una suerte de equipo donde despunta lo individual.

Por eso, el foco de lo sucedido con la Selección se centra en Sergio Ramos y no en el desastre general. Al final, siempre queda algo de egocentrismo en nuestras vidas que antepone el yo frente al nosotros. Por eso, y porque las empresas deportivas y no deportivas refuerzan con sus patrocinios estas figuras que alcanzan el techo de relevantes cuando se encuentran entre los mejores de su profesión. No se engañen, el premio que concede la revista francesa ‘France Football’, más allá del glamur que impregna su historia, destila una considerable riada económica para quien levanta el trofeo del balón bañado en oro.

Foto: Modric, con el premio The Best. (EFE)

Para los futbolistas no es irrelevante este galardón por más que signifiquen públicamente que si es un deporte de equipo y bla, bla, bla. Al final, todos buscan integrarlo en su vitrina personal. La última década se la han repartido Cristiano Ronaldo y Leo Messi. El luso ganó uno en las filas del Manchester United (2008) y cuatro como integrante de la plantilla del Real Madrid (2013-14-16 y 17). El argentino reinó consecutivamente desde el FC Barcelona desde el año 2009 a 2012 añadiendo el último en 2015.

Como comprueban, de los últimos diez, nueve se han conseguido desde la liga española. Esta carrera que acaba en poco más de cuarenta días añade valor a nuestra competición. Y esta circunstancia no pasa inadvertida para los jugadores. Por eso, para este curso final, aparece un favorito, aquél que venció en el escrutinio de la FIFA. Modric es el preferente, también porque juega en España. Pero estamos ante la elección más abierta de la década tras perder fuelle el duopolio ganador de un tramo histórico para el fútbol contemporáneo. Fíjense si es importante lo del campeonato patrio que algunos de los aspirantes valoran mucho más de lo que parece jugar en nuestra competición.

Neymar decidió abandonar el FC Barcelona, entre otras razones, porque la sombra de Messi le impedía pelear abiertamente por el Balón de Oro. Más allá del relevante montante económico que le ofrecía el imperio de Qatar en París, el brasileño aspira, algún día, a ser el mejor jugador del universo. Y eso era impensable bajo el yugo del argentino. ‘Ney’ era feliz en el Barça y en Barcelona, pero le hicieron ver que solo desde la plataforma francesa se acercaría al primer lugar del podio.

placeholder Neymar y Mbappé. (EFE)
Neymar y Mbappé. (EFE)

El PSG no es la plataforma

El trofeo, con ese aire francés que lo arropa, estaría más cerca jugando próximo a la Torre Eiffel. Pero el chico ha comprobado que hace falta algo más, especialmente cuando se sale a competir fuera de Francia. Por eso, durante todo el verano estuvo coqueteando con el Real Madrid hasta que se rindió tras la negativa sempiterna a negociar del PSG. Además, la irrupción de Mbappé le hace dudar: ya no es el as de oros de la baraja. Neymar recuerda la lapidaria frase de Florentino Pérez: “El Madrid es un club que da lo que necesita a un gran jugador”. Por lo que ha comprobado, el París Saint Germain, no. Al menos, para el brasileño.

Para Francia, las esperanzas están puestas en dos candidatos: Griezmann y Mbappé. El segundo actúa en París y es el jugador del futuro. Para el presente, se habilita al delantero del Atlético de Madrid, aquél al que también deslizaron que siendo un apóstol de Messi tampoco albergaría opciones para ser reconocido como el mejor del mundo. El rojiblanco se ha postulado con una feroz campaña de entrevistas, tanto en España como en Francia. Aquí ha aparecido en el último mes en los dos diarios deportivos de referencia y en su país se ha dejado ver en publicaciones relevantes en el mundo del fútbol. En ‘L’Equipe’ habló sin tapujos con la corona de campeón del mundo en la cabeza: “Si no gano el Balón de Oro, me preguntaría qué más tengo que hacer”. Después se auto-invitó a la mesa de Messi y Cristiano en el As, para culminar en la revista que otorga el premio: “el trofeo deber ser para un francés”. Por cierto, Antoine juega en España.

Foto: Griezmann, jugador de moda estos días. (Reuters)

Eden Hazard ha declarado su amor sincero al Real Madrid y al Balón de Oro. Se autoproclama el mejor jugador del mundo, al tiempo que reclama un sitio en el club blanco. El belga lleva suspirando desde 2016 por jugar en el Bernabéu. Desde entonces mantenía hilo directo con Zidane, el técnico que solicitó reiteradamente su fichaje al mandamás. Pero el Chelsea no cedió a ninguna de las pretensiones blancas, ni siquiera cuando trató de intercambiarlo por Morata. Ahora se acerca el fin del contrato de Hazard en 2020 y en Londres se temen otro caso Courtois con el mismo destino.

Además, admite el reto de ganar el galardón francés porque es consciente de que “los últimos ganadores han jugado en España”. Si a Florentino le frenaba la contratación del belga porque estima que detendría en seco la evolución de Isco y Asensio, ahora los dos madridistas tienen en sus botas frenar la contratación de un jugador que más guiños ya no puede hacer para jugar en el Real Madrid.

El próximo tres de diciembre saldremos de dudas y comprobaremos si el síndrome del Balón de Oro que tanto influye en las decisiones de los jugadores hace o no efecto. Para los franceses, vigentes campeones del mundo, todo lo que no sea que gane un compatriota se entenderá como una afrenta. Además, casi históricamente ha sonado esta sintonía: el Balón de Oro para un campeón del mundo. Pero el duopolio Messi-Cristiano ha destrozado cualquier pronóstico. Sin embargo, ya vemos que hasta se cambia de club con el objeto de ganar una consideración no tan irrelevante y muy pero que muy cuantiosa.

En plena dolorosa resaca de la Roja reaparece, así de sopetón, la competición doméstica. Cuando la opinión pública aún no se ha recuperado del bajonazo acontecido en el Benito Villamarín de Sevilla, nos presentamos ante el tramo final de la carrera por el título individual de mejor jugador del universo en forma de Balón de Oro. Llama la atención el ruido mediático que se forma con este título honorífico que refuerza las vitrinas de unos pocos frente a lo que se sirve como deporte colectivo. Pero que nadie se resigne a que, efectivamente, el fútbol es una suerte de equipo donde despunta lo individual.

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