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Si quiere comprar un coche, pida el de Fernando Alonso
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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Si quiere comprar un coche, pida el de Fernando Alonso

Hace dos años, en la sede de McLaren, el responsable del departamento de cajas de cambio nos mostraba orgulloso dos sofisticadas piezas de carbono y titanio.

Hace dos años, en la sede de McLaren, el responsable del departamento de cajas de cambio nos mostraba orgulloso dos sofisticadas piezas de carbono y titanio. A nuestras preguntas, explicó que el presupuesto para este elemento del monoplaza ascendía a seis millones de euros anuales. ¡Mil millones de las antiguas pesetas sólo para el cambio! Entonces pensé que se había perdido totalmente la perspectiva. La Fórmula 1, en su microcosmos, se había convertido en una metáfora del sistema económico actual. Ya ven cómo hoy recortan gastos los equipos, y sufrimos todos una profunda crisis.

Quizás sepan ya que, a partir de este año, se va a utilizar en la Fórmula 1 un “aparatito” llamado KERS. Es un sistema que recupera energía térmica de la frenada, la almacena en forma de electricidad, y la transforma en potencia extra. Los equipos andan como locos intentando que funcione. Primero, deben acertar con el mecanismo adecuado. Segundo, han de comprimirlo para que pese unos 35 kilogramos, sea pequeño, y no perjudique la efectividad dinámica de los coches. Tercero, ha de ser fiable. Y cuarto, hacerlo todo en poco más de un año.

En la Fórmula 1 echan pestes del Kers, por los quebraderos de cabeza que supone, y porque el sistema ha sido impuesto por Max Mosley, presidente de la FIA. Mosley, con todas sus defectos, plantea una visión para la Fórmula 1: servir como vanguardia tecnológica para los imprescindibles cambios que se avecinan. “En esto es buena la Fórmula 1, en hacer las cosas pequeñas, ligeras, fiables, y que funcionen” , declaró recientemente al respecto. O lo que es lo mismo, a pesar de los problemas que plantea, y de las quejas de los equipos, el KERS saldrá adelante porque hay capacidad para ello.

¿De qué sirve el brutal coste económico y energético, por ejemplo, de dos túneles de viento funcionando 24/365 días al año para un solo equipo, como ha ocurrido hasta el presente? ¿Para qué sirven los sofisticados sistemas de cambio en milisegundos, si sólo han llegado a vehículos de élite, y los demás se mueven con la palanca de toda la vida? Es cierto que en sutiles temas técnicos, en combustibles y aceites, por ejemplo, existe trasferencia de tecnología a los productos de serie. Pero podría añadir más ejemplos de enormes inversiones sin retorno para los coches de uso cotidiano.

El coche, como la cámara de fotos

Porque no lo duden, al igual que las cámaras fotográficas analógicas dejaron paso a las digitales, los actuales vehículos serán sustituidos por otros con fuentes de propulsión cada vez más limpias. Obama ya ha puesto la pistola en el pecho a los fabricantes americanos. Estamos en el camino, la transición no es sencilla, pero cuanto antes lo recorramos, tanto mejor. Y la Fórmula 1 debe contribuir a ello. La incorporación del KERS debería representar un primer paso. ¿Se imaginan el talento que atesoran los equipos y fabricantes de Fórmula 1 volcado en desarrollar motores de competición con tecnología limpia? De momento, los organizadores de las 24 Horas de Le Mans ya han permitido competir con vehículos híbridos. Peugeot tiene preparado su prototipo para correr. Sebastien Loeb dio un paseo el otro día al primer ministro noruego con su C4 híbrido. ¿Por qué no la Fórmula 1? Calculen la cantidad de combustible que permitiría ahorrar un fiable y funcional KERS en nuestros coches. Toyota y Honda, a su manera, lo están intentando desde hace tiempo con el Prius y el Civic Hybrid. Otras marcas están en camino. El KERS de la Fórmula 1 puede representar un empujón para millones de consumidores en todo el mundo.

El siguiente paso nos corresponde a nosotros. Los fabricantes de automóviles dependen de la demanda y de nuestros gustos. Y si cuando entramos en un concesionario nos interesamos por esa tecnología que utiliza Fernando Alonso en su Renault, o Jarno Trulli en su Toyota, los responsables de la industria automovilística tendrán que escuchar. Hoy, al adquirir un vehículo, muchos usuarios seguimos anteponiendo elementos opcionales ridículos a verdaderas prioridades.

Nuestra escala de valores ha de cambiar también respecto al automóvil. Los grandes viajes comienzan con pequeños pasos. A comienzos del siglo XX unos chalados se tiraban con unos raros artefactos para volar por los aires. En tan solo unas décadas, el hombre llegaba a la Luna. La Fórmula 1 también está repleta de muchos chalados con un talento inmenso. ¿Por qué no arrojarles el guante?

Hace dos años, en la sede de McLaren, el responsable del departamento de cajas de cambio nos mostraba orgulloso dos sofisticadas piezas de carbono y titanio. A nuestras preguntas, explicó que el presupuesto para este elemento del monoplaza ascendía a seis millones de euros anuales. ¡Mil millones de las antiguas pesetas sólo para el cambio! Entonces pensé que se había perdido totalmente la perspectiva. La Fórmula 1, en su microcosmos, se había convertido en una metáfora del sistema económico actual. Ya ven cómo hoy recortan gastos los equipos, y sufrimos todos una profunda crisis.

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