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La hombría de Lewis Hamilton
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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La hombría de Lewis Hamilton

Ante un precipicio, un simple paso marca la diferencia entre caer o no al vacío. Lewis Hamilton dio ese paso tras el Gran Premio de Australia

Ante un precipicio, un simple paso marca la diferencia entre caer o no al vacío. Lewis Hamilton dio ese paso tras el Gran Premio de Australia al declarar “no” donde debió decir “sí”. En Malasia, sin embargo, nos dijo a todos que cayó empujado, lamentando entre lágrimas que su carrera deportiva y su imagen hayan quedado dañadas. Este pasado fin de semana Hamilton volvió a demostrar cómo el alto concepto que tiene de su integridad y de su imagen fue desmentido por sus actos.  Porque la cuestión no radica ya en si el británico deliberadamente mintió o no en Australia.  Lo censurable es  que Hamilton, al pedir disculpas que le honran, no supo asumir con la hombría y responsabilidad suficientes las consecuencias de sus actos.

 

“Justo después de que nos llamaran los comisarios, y mientras esperaba, recibí instrucciones y fui mal aconsejado por mi jefe de equipo para que ocultara información, y eso es lo que hice”. Estas fueron las palabras textuales de Hamilton en su comparecencia pública del pasado viernes. Su rueda de prensa incluyó otra confesión como la siguiente: “Fui a la reunión, no tenía intención de …solo quería contar la historia y decir qué había ocurrido”. Pero no lo hiciste, Lewis. En vez de plantar cara a Dave Ryan como, según parece, te aconsejaba tu conciencia, te hiciste su cómplice.  Pecaste por ocultar la verdad. Pero también, y sobre todo,  por no mostrar el carácter  suficiente para rechazar una instrucción que, en el fondo, sabías que era errónea. Escudarse en la disciplina de equipo para no asumir la responsabilidad de tus actos resulta poco convincente, porque en el pasado rompiste esa misma disciplina cuando la situación te convenía.

“Es que me obligaron…”

Porque Hamilton no tuvo el menor reparo en cuestionar públicamente la estrategia del equipo en el Gran Premio de Mónaco, en 2007. Y con ello, también la victoria de Alonso. Porque tampoco dudó en saltarse las instrucciones del equipo en los entrenamientos del Gran Premio de Hungría de aquel mismo año,  desencadenando un episodio letal para McLaren y Fernando Alonso, como lacónicamente se encargó de recordar el español en Malasia.  Y resulta sorprendente que quien se atrevió a gritar y amenazar al mismismo Ron Dennis a través de la radio en Hungría 2007, no fuera capaz de rechazar la postura de Dave Ryan en Australia.  Pero aceptaste el juego que te propuso tu “team manager”, Lewis.  Decir  entre lágrimas que “cada vez que he sido informado de hacer algo, lo he hecho” es mentira, porque en el pasado no fue así. Además, no resulta muy loable compartir con el equipo el sabor de la victoria, pero echar balones fuera cuando se trata de asumir solidariamente  las consecuencias de una acción en la que has participado voluntariamente. Se trataba, Lewis, de actuar como un adulto, y  no como el niño que señala a su cómplice de travesura tras ser descubierto, mientras lloriquea un “es que me obligaron”.

 

“Reconocemos los esfuerzos de Lewis….”

Una actitud más censurable, si cabe, de ser cierto lo apuntado por algún medio de la prensa británica. Hamilton padre e hijo, furiosos ante las repercusiones del asunto para su imagen, forzaron la convocatoria de esa rueda de prensa al margen de la estrategia de comunicación del equipo. Porque, ojo al dato, junto a Hamilton estaba  Alain Donelly, la mano derecha de Mosley. Y la rueda de prensa tuvo lugar en la sala de prensa de la FIA, no en el “motorhome” de McLaren.

No es de extrañar la actitud de Hamilton, en todo caso, de ser ciertas las palabras de Martin Withmarsh: “Anthony, (el padre de Hamilton) habló con el presidente de la Federación y con otros oficiales de la Fia”. Pueden imaginarse el contenido de las conversaciones entre el progenitor y Mosley a tenor de las palabras de su hijo en la rueda de prensa. No serían de extrañar tampoco las pronunciadas por un miembro de la FIA  tras la convocatoria pública de Hamilton (“reconocemos los esfuerzos de Lewis de dejar las cosas claras hoy…parece que fue colocado en una posición imposible…”.) Apuesten, en definitiva por un pacto entre Mosley y Anthony Hamilton para librar de sanciones mayores al vástago. Tampoco sorprenden, en la misma línea, los rumores salidos de su entorno sobre la posibilidad de abandonar McLaren por el daño recibido…Una vez más, Hamilton jugó magistralmente el papel de la inocencia y la candidez, traicionada su intrínseca honestidad por la actitud inadecuada de terceros.

El acto de expiación pública protagonizado por Hamilton fue, en todo caso, el precio a pagar para evitar una penitencia más dura. Si un piloto de Fórmula 1 recibe multas elevadísimas por superar en 10km/h la velocidad máxima en boxes, por ejemplo, ¿qué  acción ejemplificadora no merecería el comportamiento de todo un campeón del mundo ante un episodio como el de Australia?. Pero, ya saben, “reconocemos los esfuerzos de Lewis…”. Unos esfuerzos, ciertamente, duros para su orgullo, pero a la postre baratos para su carrera deportiva y sus intereses económicos.

McLaren, por el contrario, y como reconoció un portavoz de la FIA,  queda ahora en su punto de mira a la espera de que el asunto llegue o no al Consejo Mundial. Si el equipo británico es nuevamente sancionado,  Mercedes tomará medidas. Porque en la marca de la estrella se plantearán con toda seguridad su permanencia en la Fórmula 1. Puede que la cabeza de Dave Ryan no sea la única en caer en toda esta historia. La de Hamilton, no, desde luego.

Ante un precipicio, un simple paso marca la diferencia entre caer o no al vacío. Lewis Hamilton dio ese paso tras el Gran Premio de Australia al declarar “no” donde debió decir “sí”. En Malasia, sin embargo, nos dijo a todos que cayó empujado, lamentando entre lágrimas que su carrera deportiva y su imagen hayan quedado dañadas. Este pasado fin de semana Hamilton volvió a demostrar cómo el alto concepto que tiene de su integridad y de su imagen fue desmentido por sus actos.  Porque la cuestión no radica ya en si el británico deliberadamente mintió o no en Australia.  Lo censurable es  que Hamilton, al pedir disculpas que le honran, no supo asumir con la hombría y responsabilidad suficientes las consecuencias de sus actos.

Lewis Hamilton