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Cuando Ferrari te destroza la vida
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Javier Rubio

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Cuando Ferrari te destroza la vida

“Mi padre dijo: si corres para Ferrari, entonces ya puedes retirarte. Tu vida está completa”. Alonso contestó a José Luis que sus títulos de Renault eran

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Cuando Ferrari te destroza la vida

“Mi padre dijo: si corres para Ferrari, entonces ya puedes retirarte. Tu vida está completa”. Alonso contestó a José Luis que sus títulos de Renault eran suficientes. Pero su padre le dio otra perspectiva: “si pilotas para Ferrari, la gente olvidará los títulos. Te recordarán como un piloto Ferrari”. “Ahora sé que tenía razón”, confesaba el propio Alonso, “Ferrari te da una sensación especial”.

 

En sus declaraciones al periódico The Guardian esta semana, el piloto español resumió en dos ideas la trascendencia de pertenecer a la ‘Scudería’. ¿La segunda?: “Los aficionados de Ferrari están por todo el mundo, es magnífico si ganas, pero no tanto si pierdes. Todo ello es parte de ser un piloto de Ferrari”. Para lo bueno, pero también para lo malo.

 

Porque la mística que Alonso está viviendo en primera persona puede también triturar la vida deportiva y personal de un piloto. Iván Capelli vivió y sufrió como nadie el significado de ambas experiencias: correr para Ferrari, perder con Ferrari. Porque, además, era italiano.

 

La gran esperanza italiana

 

A finales de los ochenta, Iván Capelli era la gran esperanza para un país apasionado por el automovilismo -cuna de Ferrari- y que tan solo cuenta con dos campeones del mundo  (Farina y Ascari). Su prometedora carrera en la Fórmula 1  rompió  en el Gran Premio de Francia de 1990, en Paul Ricard. Allí, después de lograr la pole, mantuvo durante toda la carrera a Alain Prost a sus espaldas, en una pista en la que ni siquiera Senna podía batir al francés. Una avería mecánica con la prueba casi terminada permitió la victoria de Prost. Capelli entró en segunda posición, con un coche renqueante que murió a pocos metros de cruzar la meta. 

 

Ferrari creyó encontrar en Capelli el gran piloto italiano que esperaba Italia y le fichó en 1992. Ya en cuestión de horas descubrió el impacto de pertenecer a la Scudería: “Me dí cuenta el primer día que me presentaron como piloto”, recordaba el italiano, “cuando iba de Milán a Maranello paré en una estación de servicio y nadie me reconoció, nadie me pidió nada. En la vuelta, por la noche, cuando todos los telediarios y radios habían dado la noticia, paré en esa misma estación de servicio, pero en el lado opuesto de la autopista. La gente empezó a gritar “¡Ah, Capelli es ahora un piloto Ferrari!”. Todo el mundo quería autógrafos y fotos conmigo. Solo fueron doce horas de diferencia. Aquello fue una idea de lo que me esperaba”.

 

Un “hierro” desastroso

 

Desgraciadamente, Capelli personificó la cara triste a la que también se refería Alonso. Mientras este confiesa que cuenta con “el mejor coche de su carrera deportiva”,  a Capelli le tocó uno de los peores en toda la historia de la Scudería. Con el F92A se llevó a cabo un experimento aerodinámico que fue un auténtico desastre y con una  patética fiabilidad de propulsor.

 

Capelli sufrió una larga ristra de abandonos por rotura de motor y salidas de pista. Entró en una espiral insufrible. “Vivía en Montecarlo, así que no tenía que afrontar esa presión a diario, pero cuando iba a ver a mis padres a Milán…”. Al agobio de la calle se unió otra más duro si cabe: “Toda la presión del equipo recaía sobre mí, aunque mis mecánicos hicieron un equipo dentro del equipo para apoyarme”.

 

Lloré durante meses, quizás durante años

Sin terminar la temporada ‘92, Capelli recibió la llamada de la secretaria de Di Montezemolo: “Quiere hablar contigo”. Cuando llegó a Maranello, el presidente no le recibió. Otro responsable del equipo le enseño el comunicado  que anunciaba públicamente su despido. “No lloré en aquel momento”, recuerda Capelli, “lloré por dentro durante meses, quizás durante años. ¿Lo he superado?. Quizás nunca lo superas. Vivo con ello ahora y viviré con ello para siempre. Porque cuando vuelvo la vista atrás, veo que mi sueño no se pudo completar”.

 

Gran piloto, con un inteligente sentido del humor, Iván Capelli era unánimemente querido. “No fui lo suficientemente duro”, reconoció.  Ferrari terminó con su carrera deportiva en la Fórmula 1 y sus responsables decidieron no contratar a ningún piloto local ante la enorme presión que Italia somete a un italiano en la Scudería. Hasta Giancarlo Fisichella y Luca Badoer. Ya conocemos los resultados.

 

“Cuando les miraba, apartaban la vista para otro lado”

 

Tiempo después, Capelli volvió como comentarista con la RAI italiana: “Cuando empecé como periodista, en el paddock me encontraba con miembros del equipo Ferrari o que habían marchado a otros equipos y, cuando les miraba, miraban para otro lado…”. El sentimiento de vergüenza por el material que proporcionaron a Capelli llegaba hasta el mismo presidente. “Luca di Montezemolo se sentía avergonzado cuando me invitaba a Maranello para la presentación de los coches nuevos. Me llegó a decir en una ocasión que el monoplaza de 1992 era tan malo, que nadie podría haber logrado nada con él”. El carisma y la tradición de Ferrari se han forjado con éxitos como los de Michael Schumacher o Niki Lauda, pero también con  decepciones como la de Iván Capelli, doblemente dolorosa por su condición de italiano. 

 

Consciente ahora de la dimensión que representa pertenecer a Ferrari, seguro que Alonso no mirará para otro lado cuando se encuentre con Capelli en el paddock. Los dos, independientemente de los resultados, comparten ya para siempre la misma sangre: son y serán “pilotos Ferrari” para toda su vida.

“Mi padre dijo: si corres para Ferrari, entonces ya puedes retirarte. Tu vida está completa”. Alonso contestó a José Luis que sus títulos de Renault eran suficientes. Pero su padre le dio otra perspectiva: “si pilotas para Ferrari, la gente olvidará los títulos. Te recordarán como un piloto Ferrari”. “Ahora sé que tenía razón”, confesaba el propio Alonso, “Ferrari te da una sensación especial”.

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