Es noticia
Arturo Merzario, el inconfudible "Cowboy de la Fórmula 1"
  1. Deportes
  2. Fórmula 1
Javier Rubio

Dentro del Paddock

Por

Arturo Merzario, el inconfudible "Cowboy de la Fórmula 1"

“Las pista para mí es la vida”. Inconfundible con su perenne sombrero vaquero, su pelo largo y su diminuta figura, Merzario tocaría ese cielo que es

Foto: Arturo Merzario, el inconfudible "Cowboy de la Fórmula 1"
Arturo Merzario, el inconfudible "Cowboy de la Fórmula 1"

“Las pista para mí es la vida”. Inconfundible con su perenne sombrero vaquero, su pelo largo y su diminuta figura, Merzario tocaría ese cielo que es para cualquier italiano formar parte de Ferrari. Fue en los años 72 y 73, y la Scuderia le acabó achicharrando como a otros tantos. Pero tal era su pasión que no solo sobrevivió, sino que incluso 'Little Art'  emprendió la quijotesca aventura de de construir su propio monoplaza para seguir a toda costa en la Fórmula 1. 

Temperamentalmente latino, extrovertido, con cierto punto de rebeldía, debía de tener mucha personalidad para ir a visitar a Enzo Ferrari con su Stetson y su chaqueta de flecos:  “Siempre me fascinó América, y de pequeño me gustaba jugar a indios y vaqueros. Así que cuando fui a los Estados Unidos por primera vez en 1967, me compré un sombrero de cowboy”. Fumador empedernido, se ‘ventilaba’ hasta cinco paquetes diarios, el 'hombre anuncio' ideal para Marlboro que no dejó pasar la oportunidad de patrocinarle desde 1970. Le llamaban el “Cowboy” de la Fórmula 1. Pero también fue un ‘Don Quijote’ que quiso pelear con los molinos de viento de la Fórmula 1.

Montezemolo prohibió incluso dirigirle la palabra

Por su experiencia previa con Ferrari en prototipos fue llamado para la Fórmula 1 en algunas carreras de 1972, y puntuó en su primera aparición. Siguió en 1973, pero con el desastre del 312B, uno de los peores coches de la historia de Maranello. Además, chocó con el  joven mánager recién llegado, un tal Luca di Montezemolo: “La máquina era difícil”, explicaba por entonces el nuevo mánager: “Arturo es combativo, pero tiene un defecto: todo lo que le decíamos el día antes en privado lo leíamos el día después en la prensa”.

Merzario era más rápido que Icks y comenzó una guerra psicológica y política entre ambos que se extendió a los prototipos. En Nurburgring el italiano se negó a respetar las órdenes de equipo y quiso adelantar al belga, que marchaba en cabeza. Fue sacado en volandas del coche cuando paró en boxes. A final de año quedó fuera del equipo y Montezemolo incluso prohibió a todo miembro de Ferrari que le dirigiera la palabra, sembrando un manto de sal sobre su imagen que la prensa italiana se encargó de extender. Se convirtió en un maldito.

Las 'cajas de zapatos'

Pero su combatividad no pasó desapercibida y Frank Williams le fichó para los años 74 y 75. Corrió también con Wolf, pero a finales de 1976 se quedó sin equipo. Desesperado por seguir a toda costa,  creó con la ayuda de Marlboro su propio equipo para 1977. Primero utilizó un vetusto March, pero al año siguiente su ‘locura’ le llevó más lejos: decidió construir sus propios monoplazas, una historia delirante que prácticamente le arruinó.

En Nurburgring el italiano se negó a respetar las órdenes de equipo y quiso adelantar al belga, que marchaba en cabeza. Fue sacado en volandas del coche cuando paró en boxes. A final de año quedó fuera del equipo y Montezemolo incluso prohibió a todo miembro de Ferrari que le dirigiera la palabraSus primeras ‘criaturas’ fueron los Merzario A1 y A2 que parecían tener la misma aerodinámica que una caja de zapatos. En 1978 se clasificó en cinco carreras de dieciséis, pero no terminó ninguna. En 1979 intentó hacer un 'corta y pega' con el Lotus 79 ‘wing car’. El A3/01 fue un engendro que se arrastraba por el asfalto. Corriendo todo tipo de riesgos, si quería romper barreras, acabó rompiéndose un brazo en Bélgica con su ‘botijo’.

¿Se dio por vencido? Ni mucho menos, porque la pasión de ‘Little Art’ era indestructible. Precisamente, en aquella carrera decidía abandonar un equipo peor incluso que el suyo, Kauhsen, y Merzario se quedó con él. En su afán, Fórmula 1, 'Little Art' intentó reconvertir el WK004 recién comprado -“tenía la rigidez estructural de un spaghetti hervido”, según un ingeniero de la época- en el Merzario A4 que debutó en Silverstone 1979. Siete grandes premios, ninguna clasificación para carrera, en ocasiones  su mejor vuelta era once y trece segundos más lenta que el mejor tiempo. A pesar de sus esfuerzos, en 1980 se vio forzado a abandonar la Fórmula 1. Pero no las pistas. Reconvirtió sus coches para correr en Fórmula 2. Hasta hoy, no ha dejado de competir. Pero al margen de su experiencia como piloto y ‘constructor’, Arturo Merzario también fue famoso en la Fórmula 1 por otro episodio.

Ni siquiera una llamada  

GP Alemania 1976, tercera vuelta. En el kilómetro 11 del circuito, Niki Lauda perdía el control de su Ferrari y se estrelló. Su monoplaza empezó a arder. Paran Guy Edwards, Brett Lunger y Harald Ertl. Luego, Merzario. Entre todos intentan sin éxito ayudar al austríaco. Al final, el italiano se quedó solo intentando desabrochar el cinturón de seguridad. Lo consiguió, y 'Little Art' le arrastró fuera del coche. Tumbado en el suelo Lauda le preguntó a Merzario cómo tenía su cara, el italiano le contestó que no podía verla… El austríaco entendió todo.

“Lauda nunca cogió el teléfono para agradecer al amigo o al enemigo Merzario”, denunciaría tiempo después el italiano. “Luego, hizo el gesto público de regalarme un reloj, pero no se trataba de eso”, reconocería tiempo después de aquel trágico día. El austríaco se defendió alegando la dura personalidad que caracterizaba a los pilotos de la época, pero posteriormente también intentó enmendar la situación en varias ocasiones. En 1997, Lauda viajaba como piloto de su línea área a Cuba, donde coincidió con Merzario, que corría una carrera en la Habana. Públicamente, Lauda volvió a repetir que le debía la vida.

En 2006, con motivo del trigésimo aniversario del accidente, se organizó un acto conmemorativo en Nurburgring que juntó a ambos con Bernie Ecclestone. Este, en bromista complicidad con el italiano, tiró una oreja de plástico en la zona del accidente. “Ha pasado el tiempo” diría entonces Merzario, “y a mí siempre me fue suficiente con un apretón de manos. En el fondo, ambos debíamos estar contentos por seguir los dos vivos. Si pienso lo locos que estábamos por correr con aquellos coches en una pista de ese tipo…”.

"Una personalidad de caballo..." 

Emilio de Villota era el único piloto español en activo de aquella generación. “Era afable, noble, gracioso y una personalidad extraordinaria, de caballo…” explica a El Confidencial,  “y un ganador nato”. De Villota recuerda sonriendo la anécdota de aquella carrera de Cuba en la que también participaba, “como físicamente era una pluma, cuando llegaba el pesaje se metía cosas en los bolsillos para pesar más y  no le lastraran el coche, hasta que al final le descubrieron…”.

Nacido en 1943, todavía ha logrado victorias en 2012, como en la Lotus Cup italiana, por ejemplo, y sigue compitiendo en todo lo que se le pone a tiro. Con sesenta y nueve años y fiel a su imagen  “de ‘cowboy’, él mismo reconocía que en sus tiempos de Fórmula 1 pegaba un paquete de cigarrillos con cinta aislante dentro del coche por si se quedaba tirado en el circuito. “En caso de la carrera, eran dos paquetes…”. Eso sí, tuvo que dejar el tabaco hace cinco años, pero no su pasión por la competición ni su inconfundible Stetson, que Arturo Merzario sigue paseando por la vida y los circuitos con su eterna sonrisa y, ya hoy, aires de leyenda.  

“Las pista para mí es la vida”. Inconfundible con su perenne sombrero vaquero, su pelo largo y su diminuta figura, Merzario tocaría ese cielo que es para cualquier italiano formar parte de Ferrari. Fue en los años 72 y 73, y la Scuderia le acabó achicharrando como a otros tantos. Pero tal era su pasión que no solo sobrevivió, sino que incluso 'Little Art'  emprendió la quijotesca aventura de de construir su propio monoplaza para seguir a toda costa en la Fórmula 1.