La gran transformación de Sainz en 2016: "Red Bull, escucha, aquí también decido yo"

En 2015, hace un año, Carlos Sainz cometió en Austin su mayor error en la Fórmula 1 hasta el momento. El pasado fin de semana cuajó, posiblemente, una de las mejores carreras de toda su vida deportiva, Pero es también fuera de la pista donde el piloto español está dando saltos cualitativos para definir su imagen y su destino. Como exigen los códigos no escritos de la F1 para ganar algún día carreras y títulos.

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“No puedo pasar toda mi vida como opción de Red Bull. Dependerá si quieren ejercitar (en 2017) su opción sobre mí, pero dependerá también si yo quiero hacer otro año con Toro Rosso”, confesaba en voz alta la pasada semana. Sainz es cada vez más más asertivo sobre su talento y potencial. Y poniendo el dinero donde se ha puesto antes la ficha en la mesa, llegó su gran actuación de Austin este fin de semana. En momentos cruciales. Como en Montmeló, en mayo.

La oportunidad perdida de 2015

Un piloto afronta en la F1 varios tipos de pugnas: la deportiva sobre el asfalto, la política dentro del equipo, y la de la percepción para la opinión pública. En este sentido, Max Verstappen y su entorno han jugado de forma maestra sus bazas, creando una realidad virtual previa ante la prensa y aficionados que luego han sabido confirmar en la realidad. A Sainz le faltaba ese movimiento de pieza para posicionarse en la F1.

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Tras la 'vacilada' al equipo de Verstappen en Singapur 2015, Sainz necesitaba devolver la pelota en Austin. Le estaba tomando la medida al holandés, al que superaba en cada sesión de libres. Pero en la primera vuelta de clasificatorios Sainz se fue contra el muro bajo el diluvio. Dejó el fin de semana en bandeja a Verstappen, que terminó cuarto el domingo. En Austin 2015 tuvo una gran oportunidad de reafirmarse sobre el holandés en el asfalto en un momento clave. Se le escapó.

Aunque se mantuvo la igualdad durante el resto del año, las actuaciones de Verstappen y la fiabilidad lastraban a Sainz en esa lucha comparativa de la percepción. A final de año, el holandés recibió el premio de la FIA y los aficionados a la mejor actuación del año por aquella carrera de Austin…

Diferentes posiciones en Red Bull

Desde que Verstappen llegó a Red Bull su posición fue muy diferente a la de Sainz. Como este mismo reconoce, empezó a los quince años estrechando la mano de Helmut Marko agradeciendo humildemente la oportunidad y prometiendo que honraría la confianza. Por contra, Verstappen ponía sus condiciones para fichar por Red Bull. Psicológica y políticamente, eran posturas muy diferentes.

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El holandés pasó por encima de Sainz para subirse a un Toro Rosso a pesar de arrasar el español en las World Series. Gracias a la marcha de Vettel, Sainz consiguió dar el salto después. Pero las expectativas creadas por Marko, el enamoramiento anticipado de la prensa ante tan singular historia y su indudable talento crearon un marco previo muy favorable para un Verstappen que rezumaba asertividad y confianza dentro y fuera de la pista.

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En mayo, el español recibía otro gancho de hígado. El holandés ascendió a Red Bull. “Por supuesto, fui yo el que dio el salto a Red Bull, así que creo que eso dice lo suficiente” recordaba recientemente con cierta altanería. Sainz parecía ir a la sombra de Verstappen con una actitud más circunspecta y sobria fuera de la pista.

Montmeló, un punto de inflexión

Pero el piloto español ha sabido elevarse en momentos clave. Si Verstappen rompía los titulares con su victoria en Montmeló, Sainz cosechaba ese mismo fin de semana su mejor actuación con Toro Rosso, poco después de afirmarse ante los periodistas aquellos días: “Verstappen no es mejor que yo”. "Entonces, si Verstappen hace esto, qué puede hacer Sainz?" fue una cuestión que se levantó aquel fin de semana.

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Desde entonces, Sainz se transformado. En la pista, su progresión y consistencia ha sido magnífica. También hacia la opinión pública en esa pugna por la percepción mediática. Primero, insistiendo en el mensaje de la propia confianza en su valía en cada oportunidad que se presenta. “Esa confianza es algo que necesitas tener en la Fórmula 1”, explicaba en una entrevista la pasada semana en Motorsport, “siempre la he tenido dentro de mí. A veces, la muestras, otras veces no. Realmente creo que la tengo. Ahora es mi turno para demostrar a Red Bull y a Helmut Marko que merezco la oportunidad en un gran equipo”.

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Aunque muchos no lo crean, estos mensajes son absolutamente necesarios en la Fórmula 1. Y la semana pasada, Sainz dio otra vuelta de tuerca. Aquél chaval tímido de 15 años que agradecía a Red Bull la confianza le pasó tres a Mateschitz, Marko y Horner: 1. “Lo de frenarme el paso a Renault ha sido una faena”; 2. "O me subís a Red Bull en 2018, o me quiero ir"; 3. "Si no estáis dispuestos, yo también decido sobre mi futuro".

Los órdagos necesitan cartas

Pero los órdagos necesitan cartas. Como en Montmeló en mayo, la sensacional actuación de Sainz en Austin, donde el español se las puso en la mesa a Red Bull, al paddock y a la opinión pública. Ya lo habría hecho antes en privado, pero ahora el desafío y el mensaje eran públicos y con notarios.

La increíble vuelta en el Q2 y una inesperada clasificación en el Q3, una carrera sin el menor fallo, magistralmente gestionada, especialmente con ese último juego de gomas que hizo estirar como un chicle ante Massa y Alonso... Poco después de tener que rechazar la oferta de Renault, en el mismo fin de semana que habla claro públicamente a Red Bull. Mejor ‘timing’, imposible.

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Este es un deporte complejo y de gran dependencia tecnológica, pero es virtud de los grandes imponer su realidad al entorno. “Jugaré un papel importante y decidiré, no será solo cuestión de ellos (Red Bull)". Luego, poniendo ese Toro Rosso en meta donde ni siquiera el equipo esperaba. Sainz juega ya en otra liga en la F1, imponiendo poco a poco su realidad. Así es como se llega a lo más alto.