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El pique de Alonso y Magnussen, o por qué la F1 también es cuestión de testosterona
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Javier Rubio

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El pique de Alonso y Magnussen, o por qué la F1 también es cuestión de testosterona

El duelo de Alonso y Magnussen fue una anécdota más de las carreras, pero también uno de tantos episodios en los que los pilotos se miden mutuamente para marcarse el terreno

Foto: Alonso (2d) y Magnussen (d) no son amigos. (EFE)
Alonso (2d) y Magnussen (d) no son amigos. (EFE)

Imaginemos una autovía por la que los conductores circulan disciplinadamente a distancia prudencial unos de otros. De repente, se pone a llover. Pero viene ese avispado zigzagueando entre las hileras y se mete justo delante, obligándote a frenar. Una maniobra innecesaria, dado el estado de tráfico de la autopista... Salvando las distancias, parecía el caso entre Fernando Alonso y Kevin Magnussen el pasado sábado en Monza. El enésimo incidente entre pilotos que sirve para medirse, marcar territorio, imponer respeto ¿No se quieren gladiadores en la Fórmula 1? Sin intención de juicio ni sentencia, el episodio de Monza ilustraba cómo los tiempos han cambiado en la Fórmula 1 cuando dos machos alfa entrecruzan los cuernos con sus monoplazas.

O muerdes, o te muerden

Los pilotos comparten códigos no escritos y Magnussen decidió no cumplir el de esta pista al colarse delante de Alonso antes de la Parabólica, punto clave de aceleración hacia el inicio del cronometraje. Entraron aquí en acción otros desarrollados durante años ascendiendo por la pirámide del automovilismo, en la que si no sacas tù los dientes, te muerden a ti. En la que debes batir a tu rival mental antes que físicamente, grabándole el archivo de quién eres.

Foto: Vandoorne dejará McLaren a final de temporada. (Reuters)

Y si vas a vacilar a un doble campeón del mundo, prepárate para la respuesta. Los antecedentes entre Alonso y Magnussen en Magny Cours y Silverstone permiten deducir que el danés sabía lo que hacía. No debió extrañarle entonces que se la devolvieran. Ayrton Senna, por ejemplo, era implacable con sus maniobras ante los doblados que no se retiraban rápido del camino. Eddie Irvine su puso chulito con el brasileño en Japón 93, en su debút y este tardó poco en ir a buscarle para llegar a las manos. En Adelaida 85, Mansell y Senna se tocaron. En Brasil del 86, de nuevo, como en Spa 87. Pero después de este último incidente fue Mansell quien buscó al brasileño y, literalmente, le agarró por la pechera.

Ayrton quería intimidar a todos. El y yo no éramos muy distintos, salvo en cómo lográbamos las cosas. Pero nacimos para competir el uno contra el otro”, recordaba el británico en un entrevista en Motorsport, “nos costó años, pero finalmente comprendió que yo era el único piloto en el paddock a quien no podía intimidar. Cuando su coche blanco y rojo llegaba por detrás de cualquiera, virtualmente se enterraban bajo tierra, pero cuando llegaba detrás de mí o yo de él era diferente. Al final hubo un respeto mutuo y podíamos competir el uno contra el otro, duramente, con un acuerdo no escrito de que no nos íbamos a matar el úno al otro...”. Así también se hacen los campeones.

placeholder Magnussen dijo que tenía ganas de que se retirara Alonso. (Reuters)
Magnussen dijo que tenía ganas de que se retirara Alonso. (Reuters)

Un consejo de guerra de pilotos

Eran otros tiempos, desde luego. Alan Jones con Carlos Reuteman (el famoso hacha en la espalda), Nelson Piquet a puñetazo limpio con Eliseo Salazar, Senna cogiendo por el cuello al joven y desafiante Schumacher, o a este buscando fuera de sí a David Coulthard en Spa... Para quienes hayan visto en acción a Rosberg, a Lauda, a Andretti, Hunt y similares de otras épocas la acción de Magnussen podría haber continuado con una conversación privada y quizás algo más. Cabe imaginar a Senna ante una maniobra como la de Magnussen antes de lanzarse a tumba abierta en Monza con los neumáticos de clasificación de su época que solo duraban una vuelta.

Recientemente, recordábamos la trayectoria de Ricardo Patrese, quien nunca olvidó el trato dispensado por los veteranos en su debut en Mónaco, intimidación pura y dura solo por ser novato. Cómo incluso sufrió un “consejo de guerra” privado tras el Gran Premio de Italia, culpado del accidente de Ronnie Peterson. Hunt, Andretti, Lauda, Fittipaldi le llamaron a capítulo, le humillaron y lograron que no corriera el Gran Premio de Canadá de 1978. Así se las gastaban los veteranos también fuera de la pista.

Foto: Ronaldo Nazario tuvo que ser escoltado a su llegada a Valladolid (EFE/Nacho Gallego)

"Suck my balls"

Magnussen justificó su resistencia a dejar pasar al español para no tenerle delante y evitar que arruinara su vuelta. La misma acción que el danés había llevado a cabo en la Parabólica pocos momentos antes. Resultaba cómica su queja de que Alonso “vino después de mí y se rió en mi cara, muy irrespetuoso". Quizás Magnussen olvidaba quién le dedicó aquel delicado “suck my balls” a Nico Hulkenberg ante las cámaras tras el Gran Premio de Hungría 2017.

Efectivamente, los tiempos han cambiado. Hoy, comisarios con infinidad de cámaras y telemetrías vigilan a los pilotos con criterios que influyen en los espectadores, quienes a su vez juzgan desde la distancia con su cómodo sillón. Y enfrentamientos que siempre han existido, han de ser hoy cada vez más políticamente correcto y pulidos. Pero en el pasado, los incidentes entre pilotos no se resolvían por comisarios de pista con un VAR automovilístico y entrevistando a los protagonistas. Lo solucionaban entre ellos. Y los veteranos imponían su ley a los jóvenes hasta que estos se convertían en uno más entre ellos.

La Fórmula 1 decanta el sedimento triunfador de decenas de campeonatos con personalidades modeladas por victorias, contratiempos, y episodios como el de Alonso y Magnussen, en el fondo, una mera anécdota. Pero mientras que en una autopista puedes pasar del listillo de turno, en un circuito de carreras, la historia es diferente.

Imaginemos una autovía por la que los conductores circulan disciplinadamente a distancia prudencial unos de otros. De repente, se pone a llover. Pero viene ese avispado zigzagueando entre las hileras y se mete justo delante, obligándote a frenar. Una maniobra innecesaria, dado el estado de tráfico de la autopista... Salvando las distancias, parecía el caso entre Fernando Alonso y Kevin Magnussen el pasado sábado en Monza. El enésimo incidente entre pilotos que sirve para medirse, marcar territorio, imponer respeto ¿No se quieren gladiadores en la Fórmula 1? Sin intención de juicio ni sentencia, el episodio de Monza ilustraba cómo los tiempos han cambiado en la Fórmula 1 cuando dos machos alfa entrecruzan los cuernos con sus monoplazas.

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