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El enorme roto de Charles Leclerc a Ferrari con su ceguera
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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El enorme roto de Charles Leclerc a Ferrari con su ceguera

Embriagado por su enorme superioridad sobre Vettel y sus rivales, el piloto monegasco cometió un grave error que impactó de lleno en la línea de flotación de Ferrari

Foto: Charles Leclerc en Bakú, este pasado fin de semana. (EFE)
Charles Leclerc en Bakú, este pasado fin de semana. (EFE)

“Saber exactamente que proporciona el éxito aquí en los dos últimos años es algo que no sé. Confianza, creo. Disfruto del desafío de rodar cerca de los muros, la adrenalina que obtienes de ello, donde el margen de error es mínimo, llegando al límite sin pasarlo…”. Pero Charles Leclerc sobrepasó ese límite en el Gran Premio de Azerbaiyán de Fórmula 1.

El monegasco cometió uno de esos errores que marcan a un piloto interiormente. Sus gestos y palabras posteriores lo confirmaron. Leclerc se autoinflingió una dolorosa lección por culpa de su talento e inexperiencia. A pesar de la indulgencia general que acoge su personalidad y extraordinario potencial, no existían atenuantes: el monegasco fue gran responsable de la derrota sufrida por Ferrari en Bakú.

Ir demasiado lejos

Un piloto puede cegarse como un urogallo en celo, ese hermoso ave cuyo macho pierde la visión en el subidón del cortejo a la hembra. Así debió sentirse Leclerc durante todo el fin de semana hasta su accidente. El SF90 madrugó con una aplastante superioridad sobre Mercedes y el monegasco apabullaba a su compañero. Era el momento y lugar idóneos para aclarar el liderazgo de Ferrari. Juventud, talento y subordinación no casan bien, e ignoró hasta qué punto se cegaba.

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Decían en Sauber y categorías inferiores que Leclerc no comete dos veces el mismo error. De hecho, él mismo lo repetía mientras se autoflagelaba al confesar que no se puede frenar en el mismo sitio con un neumático medio que con uno blando. Salvando las diferencias de personalidad y circunstancias, su incidente recordaba otro entre los más aleccionadores para su protagonista en la historia de la Fórmula 1. En su propia casa, pero Leclerc aún no había nacido.

La furia de Ayrton Senna

En 1988 el duelo entre Ayrton Senna y Alain Prost acababa de empezar al llegar al Gran Premio de Mónaco. El brasileño era ya una estrella consagrada, aunque todavía un campeón en potencia. Prost, su Vettel del momento. Senna quería aniquilar a su rival y que quedara patente. Los muros de Mónaco eran para el brasileño como los de Bakú para Leclerc. Aplastó a Prost en los entrenamientos con más de un segundo por vuelta.

En carrera su ventaja llegó casi al minuto. Quien les escribe estas líneas estaba en el interior de la curva de Loews, y no entendía qué necesidad tenía Senna de rodar a semejante ritmo. Como cualquiera que le viera. Vuelta a vuelta, sin respiro, el MP4/4 parecía poseído por una furia delatada por el sonido del motor y el punto de frenada. Desde la distancia, un impotente Prost elevó el ritmo. Picó el orgullo de Senna y este el anzuelo. A la entrada del túnel se estrelló contra los raíles. Un mínimo fallo de concentración. La crisis y las lecciones personales que Senna extrajo de aquel episodio fueron confesadas por el mismo piloto.

El efecto dominó de Leclerc

Leclerc tampoco necesitaba llegar tan lejos el sábado. La prudencia exigía pasar el corte del Q2 con el neumático medio. Otro tema serían algunas extrañas decisiones de Ferrari esta temporada. Incluso Vettel estuvo a punto de sufrir un incidente muy similar. Sin embargo, el monegasco no tiró de riendas para frenar a su caballo y destrozó el fin de semana de Ferrari. Por muy merecido cariño que se tenga hacia su persona y su potencial, el error fue colosal.

Porque dejó solo a Vettel en el Q3 para los rebufos. Provocó además un segundo retraso que enfrió la pista y, vaya por dios, jugó en contra del SF90. De aplastar en los libres y Q1, Leclerc entregó la primera línea a Mercedes, que incluso tomó el pelo al alemán al parar sus monoplazas a un lado para evitar que Vettel les parasitara los rebufos. El alemán rodó en el Q3 a pelo y así le lució.

La impotencia de Ferrari

Leclerc sabía que la pole era suya el resto también, como confesaría hasta el propio Toto Wolff. También perdió la segunda línea desde la que acosar a los Mercedes en la salida. Porque Vettel, ni en la arrancada ni en el resto de carrera. “Aún no estoy ahí, siento que no estoy pilotando a mi máximo porque el coche, simplemente no responde como a mí me gusta. Y luego todo es antinatural” repetía tras la prueba. Estas cuatro pruebas confirman que Ferrari tiene un flanco débil con el alemán, aunque no con Leclerc. Pero el piloto que sí exprime al SF90 se estampó contra un muro, cegado como el urogallo.

Desde 1992 no se ha visto un dominio semejante al iniciarse un campeonato. Entonces el Williams FW14B incorporaba las suspensiones activas que le permitían pasearse cada fin de semana. Entre el SF90 y el FW10 las diferencias son mínimas, pero Mercedes acumula cuatro dobletes. En Bakú se agudizó la sensación de creciente impotencia de Ferrari frente a Mercedes, derrotado tanto en la vertiente deportiva como operativa. ¿Y ahora? Normalmente, los privilegiados del volante salen de semejantes episodios inmensamente doloridos por dentro, pero con otra armadura temperamental, algo que Charles Leclerc aún debe confirmar.

“Saber exactamente que proporciona el éxito aquí en los dos últimos años es algo que no sé. Confianza, creo. Disfruto del desafío de rodar cerca de los muros, la adrenalina que obtienes de ello, donde el margen de error es mínimo, llegando al límite sin pasarlo…”. Pero Charles Leclerc sobrepasó ese límite en el Gran Premio de Azerbaiyán de Fórmula 1.

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