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La última 'chulería' del 'rompicoglioni' de la F1: por qué Red Bull puede ganar a Mercedes
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Javier Rubio

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La última 'chulería' del 'rompicoglioni' de la F1: por qué Red Bull puede ganar a Mercedes

El espíritu y mentalidad de Red Bull ha roto todo tipo de moldes en la F1, hasta el punto de que un equipo privado está en condiciones de terminar con el dominio de Mercedes en 2021

Foto: En 2021 Verstappen y Red Bull pueden romper el dominio de Mercedes en toda la era híbrida. (Efe)
En 2021 Verstappen y Red Bull pueden romper el dominio de Mercedes en toda la era híbrida. (Efe)

Red Bull acaba de llegar a la Fórmula 1. Dietrich Mateschitz, uno de siempre sus dueños, dio la orden de romper moldes. Para empezar, con la Energy Station, un gigante ‘motorhome’ de tres plantas inédito hasta el momento. La música a tope y entrada libre. Quería imprimir una imagen de diversión e irreverencia dentro del paddock, fiel a la imagen del público al que quería dirigir su bebida. Llegaba un equipo que transformaría la Formula 1 dentro y fuera de la pista. Una organización ‘rimpicoglioni’, como dirían en Italia. Pocos imaginaban la que se avecinaba con lo que sólo era folclore y marketing para las vacas sagradas de paddock.

Si Red Bull quiebra el monopolio de Mercedes en la era híbrida habrá sumado otro golpe iconoclasta a los de su trayectoria desde que llegó a la Fórmula 1 en 2005. Capaz de polarizar a los aficionados, sin embargo no existe un ADN como el suyo. Mercedes gana implacablemente desde 2014, pero no será Ferrari, Alpine/Renault ni un histórico como McLaren quienes rompan semejante supremacía. Lo haría Red Bull. Y como testimonio último de su ambición y heterodoxia, hasta se convertirá en fabricante de motores. Batir a Mercedes en 2021 sería su última gran bravata.

Con la última palabra de Dietrich Mateschitz, Marko, Horner y Newey han creado una organización de ambición y eficacia implacable

"Estos son unos cachondos"

En el GP de San Marino de 2005, en Imola, Adrian Newey se acercó a observar la Energy Station. Atrapado en el asfixiante ecosistema de McLaren y Ron Dennis, el mago de la Fórmula 1 terminaba contrato a final de año. Horner, astuto, le vio y le invitó a conocer el ruidoso ‘motorhome’ de Red Bull. En Mónaco Newey entró otra vez en el espectacular montaje sobre el agua, en plena promoción de Star Wars. "Estos tíos son unos cachondos", debió pensar. Horner le anotó la matrícula y le propuso a Mateschitz intentar su fichaje. El jefe le llevó en avión privado hasta Austria, le subió en helicóptero a las montañas para comer, y le puso boca abajo en un caza de combate de su colección particular: “estos son nuestros poderes, puedes hacer lo que quieras”, vino a decirle Mateschitz. Cuando Horner le pidió su caché al ingeniero británico se quedó helado: “un setenta por ciento por encima de lo que podíamos pagar”. Llamó a Mateschitz. El jefe se quedó en silencio durante unos segundos. “Vamos a por ello”. Este ha sido siempre el estilo.

Dinero, sí, pero también esa actitud que ha distinguido a Red Bull desde su llegada a la Fórmula 1. Sin burocracias, con ambición implacable, inteligencia y brutal capacidad de respuesta. Newey llegó en 2006. Le dieron todo: carta blanca para modernizar el área técnica de Red Bull, incorporando sistemas de simulación y túnel de viento que dejaban a sus rivales en la Edad de Piedra, Ferrari el primero. El equipo se dividió en dos cabezas directoras, Horner por un lado, y Newey por otro, esquema repetido después por otros equipos. Intervenía hasta en la decisión de los pilotos. Si Jaime Alguersuari pudiera hablar…

Alonso y Ferrari, sin títulos por su culpa

Red Bull parecía un comando de élite entre los dinosaurios de la Fórmula 1. Era cliente de motores de Ferrari, pero se lo quitó de encima cuando Jean Todt les dijo que siempre serían clientes de segunda. Se unieron a Renault. No habían nacido para ser comparsas. Paralelamente subían al primer equipo a Sebastián Vettel, el mejor producto un piloto del Red Bull Junior Team, un programa inédito hasta entonces con un proceso de selección y exigencia en el mejor espíritu de los ‘Seals’. Carlos Sainz les debe hoy gran parte de su carrera.

Técnicamente agresivos, sin compromisos cuando de rendimiento se trataba, su espíritu libre pero implacable dejó en evidencia a la vieja guardia. Que le pregunten a Fernando Alonso en 2012, desesperado ante la arterioesclerosis de Ferrari frente a ese operativo de comandos de Red Bull. Ganaron cuatro títulos seguidos desde 2010 a 2013. La era híbrida acabó con su dominio porque no eran fabricantes de motores. Alonso y Ferrari tampoco tienen dos títulos juntos por culpa de la brutal capacidad de Red Bull.

Red Bull fue capaz de dejar fuera de juego a los grandes como Ferrari y McLaren a partir de 2010 y hasta 2013, cuando llegó la era híbrida

El golpe de mano de Verstappen

Renault racaneaba su inversión en la era híbrida. Aquello no iba con Red Bull, que acabó a palo limpio con la marca francesa. De nuevo, no hay prisioneros. De no ser por la intervención de Wolff se habría hecho con los motores de Mercedes. Como sabuesos oliendo siempre la sangre, aprovecharon las grietas de Honda y McLaren. Donde Dennis y compañía fracasaron Red Bull supo adaptarse a la cultura nipona. Primera carrera, primer podio en Australia. Los japoneses lloraban bajo el podio. Y con la misma audacia e irreverencia de siempre Helmut Marko dio otro de sus golpes de mano. En 2014 la arrebataba directamente a Max Verstappen de las manos a Toto Wolff y Mercedes. El austriaco podía jugar fuerte con una oferta audaz e irresistible: en un año estaría en la Fórmula 1. Cumplió su promesa y le hizo debutar con 17 años. Hoy, Verstappen está llevando por la calle de la amargura a Lewis Hamilton y a Mercedes. Así, siempre

Era consenso en la Fórmula 1 que a partir de cierto momento en 2021 los equipos bajarían los brazos con los actuales monoplazas. Pero Red Bull había empezado a trabajar desde el verano de 2020 en el monoplaza actual. Y no iban a bajar la guardia en toda la temporada a pesar del ingente esfuerzo que supone el nuevo coche del próximo año. En verano el equipo austríaco seguía incorporando novedades y llevando a Mercedes con la lengua fuera. El propio Wolff reconoció en Silverstone que su equipo no iba a evolucionar su actual monoplaza. Se ha tenido que comer sus palabras tanto en el terreno del chasis como el de motor. La guerra es total en los despachos y el asfalto.

El colmo de la osadía para los cánones de la Fórmula 1 ha sido la decisión de crear Red Bull Powertrains, su nueva división de motores, robando técnicos al fabricante alemán. ¿Qué se va Honda? Nos quedamos con sus unidades híbridas. Han estrechado lazos para el futuro con la nueva estructura del fabricante nipón para el deporte del motor, HRC. Y Red Bull Powertrains podría estar detrás de los movimientos del Grupo Volkswagen para entrar en la Fórmula 1 a partir de 2026. El mismo espíritu de siempre, la misma ambición y osadía empresarial y deportiva. ¿Qué cabe esperar de quien decidió lanzar a un paracaidista a la Tierra desde el espacio? Ganar a Mercedes en 2021 sería la última gran chulería -y olé- de Red Bull. Hubo quien en su día hablaba despectivamente de “ese fabricante de bebidas energéticas”…

Red Bull acaba de llegar a la Fórmula 1. Dietrich Mateschitz, uno de siempre sus dueños, dio la orden de romper moldes. Para empezar, con la Energy Station, un gigante ‘motorhome’ de tres plantas inédito hasta el momento. La música a tope y entrada libre. Quería imprimir una imagen de diversión e irreverencia dentro del paddock, fiel a la imagen del público al que quería dirigir su bebida. Llegaba un equipo que transformaría la Formula 1 dentro y fuera de la pista. Una organización ‘rimpicoglioni’, como dirían en Italia. Pocos imaginaban la que se avecinaba con lo que sólo era folclore y marketing para las vacas sagradas de paddock.

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