Me voy de Eurocopas
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Una Eurocopa contradictoria: la falta de goles genera la máxima emoción
El nivel medio de lo visto hasta ahora es muy alto pese a que a todas las selecciones les está costando un mundo hacer goles. No es problema, porque la enorme intensidad genera mucha emoción
En una Eurocopa se viaja a una velocidad que da vértigo. No nos hemos dado ni cuenta y ya nos hemos plantado en la segunda jornada del torneo, el MD 2 (‘Match Day 2’), como lo llama el organismo oficial, que gusta de abreviar las cosas como si fuera el gobierno ‘ingsoc’ de la Oceanía de Orwell. La acumulación de hasta tres partidos por día agiliza la continuidad de la competición y acelera las percepciones del aficionado, permitiendo comparar de manera casi inmediata sus sensaciones sobre una u otra selección. En mi seno interno, pienso que esta Euro está siendo contradictoria: por un lado, nos ha alejado de la acción cardinal del fútbol, que es el gol, pero a su vez, y quizá como consecuencia de lo primero, genera una emoción innegable en cada encuentro.
[Aquí tienes todo lo que pasa en la Eurocopa]
Quizá no hayamos visto un fútbol de una exquisitez digna de la gran corte del imperio de Carlos V, pero al menos sí nos hace ver que, a pesar de la mayor cantidad de selecciones y, teóricamente por ello, disminución del nivel global, no hay ningún equipo que haya ganado con sencillez sus partidos. Es decir, por muy flojas que sean las plantillas de Islandia, Irlanda del Norte o Albania, superarlas se convierte en un reto que merece su hueco en esta Eurocopa.
Aquí, en La Rochelle y en la Isla de Ré, el sentir patrio nos hizo ver un gran partido de España. Y tras el análisis en frío y su correspondiente asimilación, podemos concluir que la alegría obtenida tras jugar en Toulouse se corresponde con la realidad, y no con un chovinismo infundido. Junto con Alemania y Croacia, España fue la selección que mejor nivel global mostró en la primera jornada, superando a los otros combinados en estética y casi igualándolos en eficacia. Aun con ello, es precipitado hablar de las opciones al título, si bien la Selección nunca ha pretendido huir de su papel de favorito a repetir alegría.
Cada una de las grandes ha ofrecido momentos puntuales de buen juego, y algunas de sus estrellas han brillado por encima de los demás. Rooney no ganó en su debut, pero eso da igual, fue magistral su interpretación del juego de los ‘Three Lions’ contra Rusia. Toni Kroos cogió el testigo de Lahm y Schweinsteiger con una suficiencia que permitió que nadie echara de menos a los dos últimos líderes alemanes. Payet marcó el que, por ahora, es el gol de la Eurocopa. Iniesta tuvo un día más en la oficina, que pese a la costumbre no debe dejar de alucinarnos. Y Bale presentó a Gales en una Eurocopa.
Italia sigue siendo como ese anciano al que todo el mundo ya da por loco, que vive alejado en una casa destartalada y que rechaza cualquier avance tecnológico y que sólo come verduras de su huerto por creer que cualquier otra cosa le envenenará, pero al que al final de la película todos acaban acudiendo para que les oriente con su gran sabiduría. Bélgica, en cambio, es el chico apuesto de instituto que gusta a todas y todos, pero que luego es un cafre en los exámenes y es de los primeros que se carga el malo.
[Francia vuelve a juntar a ingleses y rusos]
Todo eso (y mucho más que no cabe aquí) en cuanto a lo puramente futbolístico. Luego está lo que ha sucedido en ciudades como Niza y Marsella. A veces olvidamos que las personas que viajan con su selección pueden ser otra cosa que simples aficionados. Nunca olvidemos que hay zonas de Europa que están en guerra, y otras cuyas rivalidades históricas influyen sobre sus seguidores, los cuales buscan obtener la justicia por sus propios medios. Rusos e ingleses tienen motivos para llevarse mal y que suceda lo que pasó era más que probable. No trato de decir que los apoyemos, en absoluto, sino que dejemos de sorprendernos porque sucedan estas cosas, y luchemos por evitarlas… aunque sea un trabajo de las instituciones, las cuales prefieren ignorarlo.
En una Eurocopa se viaja a una velocidad que da vértigo. No nos hemos dado ni cuenta y ya nos hemos plantado en la segunda jornada del torneo, el MD 2 (‘Match Day 2’), como lo llama el organismo oficial, que gusta de abreviar las cosas como si fuera el gobierno ‘ingsoc’ de la Oceanía de Orwell. La acumulación de hasta tres partidos por día agiliza la continuidad de la competición y acelera las percepciones del aficionado, permitiendo comparar de manera casi inmediata sus sensaciones sobre una u otra selección. En mi seno interno, pienso que esta Euro está siendo contradictoria: por un lado, nos ha alejado de la acción cardinal del fútbol, que es el gol, pero a su vez, y quizá como consecuencia de lo primero, genera una emoción innegable en cada encuentro.