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Vino de la tierra y ostras a tutiplén: el banquete de la Isla de Ré a los periodistas
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Jesús Garrido

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Jesús Garrido. Saint-Martin-de-Ré

Vino de la tierra y ostras a tutiplén: el banquete de la Isla de Ré a los periodistas

Los periodistas llevamos un ritmo tan alto en el que no podemos ni disfrutar como se merece la zona en la que nos encontramos, pero el gobierno de la isla se encargó en compensarnos

Foto: La ostra es un producto muy habitual en Ré (Aurélien Duffo).
La ostra es un producto muy habitual en Ré (Aurélien Duffo).

El día a día del periodista cubriendo un gran evento es un no parar, y además literal con el paso del tiempo, pues no hay opción a frenar una jornada, descansar durante 24 horas y luego reengancharse al ritmo normal de competición. Hay que estar siempre al pie del cañón. Y salvo algunas horas muertas en las que se puede aprovechar para dar un paseo, yo al menos no he podido descubrir el maravilloso lugar en el que nos encontramos, sobre todo esa isla unida al continente por un puente de 2.900 metros (que tuvo que suponer una inversión descomunal para tan poco trozo de tierra). Sin embargo, las autoridades de la isla de Ré se encargaron de que, al menos, conociéramos de primera mano su gastronomía.

Este domingo nos invitaron a todos los periodistas que estamos cubriendo a la selección española a una recepción en un palacete espectacular, justo al lado del ayuntamiento de Saint-Martin-de-Ré, donde nada más entrar nos recibieron con cientos de ostras recién abiertas, de las cuales nos podíamos servir sin cortarnos ni un pelo. Vamos, que si me hubiera querido comer cuarenta ostras, lo abría podido hacer. Al final, con ocho me sentí satisfecho y convencido de que es algo que jamás podré volver a hacer, al menos no pagándolo de mi bolsillo, evidentemente.

Todos entramos en aquel lugar sabiendo que habría ostras y otros manjares, pero ninguno esperaba tal banquete. Además de esas delicias marinas, nos ofrecieron diferentes embutidos de la zona, además de quesos (realmente deliciosos) y vino de las decenas de hectáreas de viñedos que tiñen de verde los paisajes planos de Ré. Nos querían tener contentos y a ser posible, que nos enamorásemos de su isla. No hacía falta que hicieran todo eso, yo ya lo estaba. Quizá, lo que se han ganado ahora es mi reconocimiento a su hospitalidad, que va mucho más allá de un acto oficial.

Y todo esto, mientras en una pantalla gigante podíamos ver al aire libre cómo Francia y Suiza nos deparaban un partido bastante entretenido pese al 0-0 final. En los corrillos, comentarios sobre Pogba, que si vale para el Madrid o el Barça, que si Cruyff y su estilo, que si Cristiano está acabado… En lo único en lo que se coincidía: la isla de Ré es un milagro natural.

El día a día del periodista cubriendo un gran evento es un no parar, y además literal con el paso del tiempo, pues no hay opción a frenar una jornada, descansar durante 24 horas y luego reengancharse al ritmo normal de competición. Hay que estar siempre al pie del cañón. Y salvo algunas horas muertas en las que se puede aprovechar para dar un paseo, yo al menos no he podido descubrir el maravilloso lugar en el que nos encontramos, sobre todo esa isla unida al continente por un puente de 2.900 metros (que tuvo que suponer una inversión descomunal para tan poco trozo de tierra). Sin embargo, las autoridades de la isla de Ré se encargaron de que, al menos, conociéramos de primera mano su gastronomía.

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