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Cinco imágenes de los Juegos Olímpicos que solo verás si te pierdes por las calles de Río
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Valeria Saccone

Río por no llorar

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Cinco imágenes de los Juegos Olímpicos que solo verás si te pierdes por las calles de Río

Muchos episodios se suceden en las calles de Río de Janeiro en paralelo a la competición que se desarrolla en diferentes puntos de la ciudad

Foto: Imagen de aficionados españoles durante la ceremonia de la inauguración de los Juegos Olímpicos (EFE)
Imagen de aficionados españoles durante la ceremonia de la inauguración de los Juegos Olímpicos (EFE)

1. El mendigo que pudo ver correr a Usain Bolt

14 de agosto, 19.30 horas. En las inmediaciones del Estadio Olímpico, millares de personas se apresuran para ver al hombre más veloz del mundo, el jamaicano Usain Bolt, que está a punto de ganar otra medalla de oro en los 100 metros. Un espectador coreano se acerca a un mendigo que observa la agitación olímpica desde las vallas de seguridad.

- ¿Sabes quién es Usain Bolt?, le pregunta en un portugués improvisado.

- ¡Por supuesto!

- ¿Te gustaría verle correr hoy dentro del estadio?

El hombre de aspecto descuidado y ropa gastada pone cara de ‘esto no puede ser verdad’ y responde incrédulo: “Claro que sí”. El coreano saca de su bolsillo una entrada para la competición de atletismo y se la entrega. “En aquel momento, todos los que estábamos cerca nos quedamos con la respiración entrecortada”, cuenta a El Confidencial Marta, que presenció la escena en directo. “No sabíamos si en el control le iban a dejar pasar, debido a su aire desaliñado. El tipo comenzó a gritar y a bailar samba y siguió bailando cerca del escáner. Los guardias de seguridad no tuvieron inconvenientes y el mendigo pudo entrar, por supuesto 'sambando'. Todo el mundo le ovacionó durante su entrada triunfal. Ha sido increíble, quizás el momento más bonito que he vivido en estos JJ.OO.”, asegura esta joven de Río de Janeiro.

2. El vendedor ambulante que podría ser atleta olímpico

En la calle del Jardín Botánico hay una retención de coches en el semáforo. Un joven vendedor ambulante corre de vehículo en vehículo y va dejando una bolsita de cacahuetes en cada ventanilla. Comienza por el primer coche y deposita su mercancía de una forma eficiente y meticulosa en cada automóvil. Es evidente que domina a la perfección los tiempos del semáforo, porque consigue cobrar algunos cacahuetes y recuperar los otros en un tiempo récord. Corre de un lado para el otro como si de una competición olímpica se tratara. Incluso tiene tiempo de hablar con cada conductor y de ser simpático. “Para mí este chaval es el verdadero ganador del oro olímpico de hoy. Mira cómo se lo está currando. Es imposible no comprarle algo. Se lo merece. Es un luchador nato”, dice un canadiense que le observa desde su ventanilla.

3. El fotógrafo generoso

En la playa de Barra un fotógrafo inglés de la agencia 'Associated Press' está en apuros. Su dinero se ha acabado y necesita encontrar con urgencia un cajero. Pide información al empleado de un quiosco de la playa y este se ofrece a acompañarlo hasta el banco. Además, para que no corra riesgos innecesarios, le propone guardar sus dos cámaras profesionales dentro del quiosco. Media hora después, el carioca vuelve junto al fotógrafo. Los dos tienen cara de satisfacción. “Hay que ver qué majo es este inglés”, cuenta entusiasmado el trabajador.

Foto: Proyecto Grael es un programa social que desde hace 17 años enseña a navegar a niños de familias desfavorecidas (FOTOS: Proyecto Grael/Facebook) Opinión

“Tuvimos que andar mucho para encontrar un cajero. Cuando salimos del banco, el fotógrafo se ha empecinado en dejarme 50 reales (14 euros) de propina. Yo he ido con él para ayudarle, no tenía otro objetivo ni pensaba en ganar algo. Aunque crecí en una favela, mi padre me enseñó a ser honesto. Trabajo desde que soy persona. Aquí en el quiosco me pagan 40 reales por día (11 euros). El inglés ha insistido mucho para que aceptara sus 50 reales. Mira por dónde: he ganado en media hora más de lo que recibo por un día entero de trabajo. ¡Adoro los JJ. OO.!”, cuenta Pedro con una sonrisa de oreja a oreja.

4. La obsesión por los pins

Es una fiebre en Río de Janeiro. En cada esquina, ya sea en las calles aledañas a las instalaciones olímpicas o en las mismas arenas, centenares de personas llevan a cabo frenéticas negociaciones. “Si me das el de Jamaica, te dejo el de Etiopía y el de Rusia. Es un buen trato”, dice un hombre de mediana edad a un joven con el skateboard. En el estadio de voley playa, una señora de edad avanzada lleva un chaleco rojo completamente lleno de pins. Es la atracción de la tarde, casi más que los atletas brasileños y holandeses que disputan la semifinal. No es la única: muchos periodistas tienen el cordón de la acreditación atiborrado de pins. Nadie quiere quedarse sin el broche de sus países preferido. Para otros, el quid de la cuestión es acumular: cuantos más, mejor.

La obsesión por los pins contribuye a crear un submundo paralelo a los JJ. OO. En el Parque Olímpico de Barra, numerosos coleccionistas y vendedores acampan a la espera de conseguir un chollo. Casi siempre recorren al trueque. Solo para los pins más antiguos y raros se llega a pagar en dinero. Este objeto es incluso reinventado y se convierte en una herramienta para ligar. Dos atletas polacos con una litrona de cerveza cada uno reparten pins de su país con discreción. La actividad se desarrolla en la puerta de un bar y el objetivo es conectar con las brasileñas que salen de las arenas olímpicas.

- Pero si sois atletas, ¿por qué estáis bebiendo?

- No hemos llegado a la final. Algo bueno tenía que tener eso de no conseguir clasificarte.

5. La afición desmedida de los brasileños

Gritan, se emocionan, participan con ‘pathos’ y a veces incluso silban contra el adversario. Los espectadores brasileños son tan desmedidos a la hora de demostrar su entusiasmo, que muchos extranjeros están en estado de shock. “Ellos gritan incluso en competiciones donde lo que se aprecia es el silencio, como la esgrima. Nunca había visto algo por el estilo”, señala un japonés. “Somos así, entusiastas por naturaleza. ¿Qué le vamos a hacer?”, asegura Carol, una paulista que visita Río de Janeiro para ver competiciones olímpicas. Otra característica de los hinchas brasileños es que derrochan solidaridad. Casi siempre apoyan a los atletas más débiles. “Hay que animarles, ¡hombre! Que están sometidos a mucha presión”, afirma un señor de Porto Alegre. Eso sí, pase lo que pase, los brasileños siempre estarán contra Argentina. No vaya a ser que los ‘hermanos’, los eternos rivales en los campos de fútbol, se lleven más medallas que Brasil.

1. El mendigo que pudo ver correr a Usain Bolt

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