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Garbiñe debe saber que solo con un inmenso talento no es suficiente
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Gonzalo Cabeza

Sueños olímpicos

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Gonzalo Cabeza

Garbiñe debe saber que solo con un inmenso talento no es suficiente

La jugadora tiene todo el talento para triunfar, pero de poco servirá si sigue dando bandazos y haciendo partidos tan insuficientes como el que le ha echado de los Juegos Olímpicos

Foto: Garbiñe, en el torneo de los Juegos Olímpicos (EFE)
Garbiñe, en el torneo de los Juegos Olímpicos (EFE)

El talento está ahí. No hace falta más que irse unos meses atrás para recordar esos golpes rotundos y secos. Las rivales temen a Garbiñe Muguruza porque tiene el paquete completo que necesita una jugadora de tenis. Saca bien, resta bien, se mueve por la pista con gracia y se adapta a todas las superficies. Una deportista con todo y que, sin embargo, sigue desconcertando al aficionado. Porque lo mismo hace un partido de seda como se marca un borrón de escándalo.

Garbiñe Muguruza tiene que decidir de una vez por todas ser profesional. Lo que le falta, la regularidad, debería ser lo más sencillo de todo esto. Y si necesita un psicólogo ya está tardando en contratarlo. No es aceptable que una jugadora como ella se pueda permitir el lujo de saltar a una pista a no competir. Perder es una cosa y hacer lo que hizo contra Mónica Puig en su partido de Juegos Olímpicos es otra totalmente diferente. 

Foto: Rafa Nadal (EFE).

Ella misma, que querrá lo mejor para su carrera, no puede salir con una sonrisa después de haber sido incapaz de encontrar la pista en la que tenía que meter sus golpes. No fue cuestión de mala suerte, Garbiñe en los días malos, demasiado frecuentes, no falla por milímetros sino por palmos enteros. Se acepta, porque es un tópico deportivo, que en su discurso incluya que su rival jugó muy bien. Pero es necesario algo más. 

La autocrítica. Porque lo que pasó con Puig, que es solo un ejemplo más de otros muchos partidos cortados por el mismo patrón, no se puede entender solo con el buen hacer de una rival. Hablamos de la campeona de Roland Garros y finalista de Wimbledon, de la número tres del mundo, siendo tratada como un monigote por una jugadora buena pero no excelente. Si recopilásemos las frases de Garbiñe después de estos partidos inaceptables tendríamos como resultado que es la jugadora con peor suerte del mundo. Sus rivales siempre hacen el mejor partido de la historia mientras ella no es capaz de sacudirse una presión tan grande.

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. Rio De Janeiro (Brazil), 09 08 2016.- Garbine Muguruza of Spain in action against Monica Puig of Puerto Rico during the women's singles match of the Rio 2016 Olympic Games Tennis events at the Olympic Tennis Centre in the Olympic Park in Rio de Janeiro, Brazil, 09 August 2016. (España, Brasil, Tenis) EFE EPA MICHAEL REYNOLDS

La preparación de los torneos

Nada de eso, Muguruza es una jugadora que, por talento, cuando pierde es más por su culpa que por la de la rival, salvo muy contadas excepciones. Lo que se ve en la pista suele ser un reflejo de una preparación. El compromiso con el tenis es una obligación si se quiere ser realmente grande, y eso implica tomarse muy en serio los torneos previos a las citas grandes, no como en Wimbledon (lo hizo con un partido en Mallorca) o en los Juegos Olímpicos (desapareció del cuadro del torneo de Canadá). Garbiñe lleva muy bien la parte de mercadotecnia de su carrera, y eso es importante. Sabe moverse bien entre bambalinas, vender un producto de gran calidad como es un tenis. No debería perderlo, pero tiene que tener muy en cuenta que todo eso no se sostiene si no tiene una buena hoja de servicio que soporte todo lo demás. 

Es seguro que volverá a ilusionar con su tenis, porque eso es tan frecuente como la oscuridad con la que riega su juego de vez en cuando. La psicología es un campo difícil, lleno de matices, una escala de grises. Garbiñe ha ganado partidos que tenían una difícultad mental máxima, como la final de Roland Garros. Estaba perfectamente concentrada, muy tranquila, casi relajada al saber que una derrota era dolorosa pero no el final. Los días como el de los Juegos, en los que pierde la concentración, da más la impresión de dejarse ir que de no poder con la situación. No es tanto que el partido le pueda como la desgana por jugar, transmite como si quisiese rematar rápido cada punto porque no quiere pasar mucho tiempo en el sitio en el que está. 

Foto: Garbiñe Muguruza y Carla Suárez en Río (Fernando Maia/EFE)

Eso se traduce en tiros imposibles que se van muy lejos de la zona de legalidad. Una y otra vez. Entre las cosas más desesperantes está ver como es incapaz de cambiar el rumbo de un partido. No hace ajustes. Se está dando cuenta, porque lo vería un ciego, que está repitiendo un error y no hace nada por cambiarlo. Hay muchos tenistas que hicieron de esos ajustes la clave de su éxito. Garbiñe, además de a calmarse, debería de aprender a leer un partido. Porque Mónica Puig no era para tanto, por bien que jugase. Perdió Muguruza, que está ante una encrucijada: ser una verdadera profesional implica no entrar en barrena de esa manera. Quizá su entrenador le tiene que dar las pautas para entender que al deporte en el que está jugando no siempre el golpe ganador es el golpe adecuado. Sin necesidad de quitar su agresividad, que es un bien en sí mismo, sino planteándose en jugar con más cabeza y encontrando las maneras de hacer daño a su rival. 

Tiene 22 años, el futuro es suyo y no deja de serlo porque, por el momento, no sea capaz de sacar adelante los días malos. Tiene todo el tiempo del mundo para rectificar y sosegar su juego. Para tomarse muy en serio lo que es. Puede llegar a ser muy grande, sería una verdadera lástima que no enmendara sus fallos y eso le impidiese serlo. 

El talento está ahí. No hace falta más que irse unos meses atrás para recordar esos golpes rotundos y secos. Las rivales temen a Garbiñe Muguruza porque tiene el paquete completo que necesita una jugadora de tenis. Saca bien, resta bien, se mueve por la pista con gracia y se adapta a todas las superficies. Una deportista con todo y que, sin embargo, sigue desconcertando al aficionado. Porque lo mismo hace un partido de seda como se marca un borrón de escándalo.

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