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Popole Misenga y el cariño de Río de Janeiro al equipo de los refugiados
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Darío Ojeda

Un novato en Río

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Darío Ojeda. Río de Janeiro

Popole Misenga y el cariño de Río de Janeiro al equipo de los refugiados

El congoleño, uno de los integrantes del equipo de refugiados, fue la gran estrella este miércoles en la competición de judo. El público brasileño se volcó con él

Foto: Misenga, la estrella del día en el judo (Orlando Barria/EFE)
Misenga, la estrella del día en el judo (Orlando Barria/EFE)

Cada vez que compite un brasileño en judo, el Carioca 2 entra en ebullición. Desconocía la pasión de los brasileños por este deporte. No se trata solo de que animen al de casa con gritos de "¡Brasil, Brasil!"; entienden una disciplina que para un recién llegado no es sencilla. Este miércoles había dos brasileños en competición: Tiago Camilo en -90 kg y Maria Portela 70 kg. Ambos recibieron un apoyo sensacional, aunque los resultados no fueron muy buenos: Camilo perdió en su segundo combate y Portela, que abandonó entre lágrimas el tatami (lo del judo es un drama constante), en el primero. Pero además de ellos hubo otro judoca que al que el público apoyó de principio a fin: el congoleño Popole Misenga, uno de los integrantes del equipo de los refugiados que compite en estos Juegos Olímpicos.

El judoca congoleño de 24 años venció en su primer combate al indio Singh y perdió en el segundo contra el coreano Gwak, que le impidió meterse en la lucha por las medallas. A pesar de eso fue la estrella de la mañana: 30 minutos después de haber terminado su combate aún le quedaba media zona mixta por recorrer. Todos querían hablar con él y él habló con todo el que se lo pidió.

El de Misenga no es un caso único. El otro día, en la piscina, el público mostró su cariño a la nadadora siria Yusra Mardini, que ganó su serie del 100. Y en la ceremonia de apertura, una de las mayores ovaciones se la llevó el equipo de refugiados.

Misenga reside en Brasil desde 2013, cuando pidió asilo político junto a su compañera Yolande Bukasa durante el Mundial celebrado en Río de Janeiro. Buena parte de su vida ha consistido en huir de las guerras que asuelan al Congo. "Conseguí escapar, pasé ocho días en el bosque y luego conseguí llegar a la capital en una barca", recordó antes de los Juegos en una rueda de prensa. Perdió a su madre y hace mucho que no ve a sus hermanos. "Les digo: Si podéis ver la televisión, podréis ver vuestro hermano está vivo, que está bien", dijo.

"A través del judo como conseguí una educación. He aprendido a respetar y a concentrarme gracias a la judo", explicó Misenga. En Brasil, donde es entrenador por Geraldo Bernardes, encontró una nueva vida. "Es mi casa. Tengo una hijo y una hija. La gente aquí me ayudó mucho", dijo. Y lo sigue haciendo. A él y al resto del equipo de refugiados.

Cada vez que compite un brasileño en judo, el Carioca 2 entra en ebullición. Desconocía la pasión de los brasileños por este deporte. No se trata solo de que animen al de casa con gritos de "¡Brasil, Brasil!"; entienden una disciplina que para un recién llegado no es sencilla. Este miércoles había dos brasileños en competición: Tiago Camilo en -90 kg y Maria Portela 70 kg. Ambos recibieron un apoyo sensacional, aunque los resultados no fueron muy buenos: Camilo perdió en su segundo combate y Portela, que abandonó entre lágrimas el tatami (lo del judo es un drama constante), en el primero. Pero además de ellos hubo otro judoca que al que el público apoyó de principio a fin: el congoleño Popole Misenga, uno de los integrantes del equipo de los refugiados que compite en estos Juegos Olímpicos.