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Yo fui víctima de los ultras y tuve que ir escoltado al Calderón
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Javier Gómez Matallanas

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Yo fui víctima de los ultras y tuve que ir escoltado al Calderón

Al observar el vídeo de la reyerta que costó ayer la vida a un ultra del Deportivo se ve que ninguno de los participantes llevan bufandas ni

Foto: El Frente Atlético situado en el Fondo Sur del Vicente Calderón (Foto: Enrique Villarino).
El Frente Atlético situado en el Fondo Sur del Vicente Calderón (Foto: Enrique Villarino).

Al observar el vídeo de la reyerta que costó ayer la vida a un ultra del Deportivose ve que ninguno de los participantes lleva bufandas ni camisetas de su equipo. Todos, salvo un par o tres de ellos que van de rojo, portan cazadoras negras y el atuendo habitual de los ultras. Quedaron en la ribera del río Manzanares para pegarse. Para apoyar a los del Frente Atlético llegaron refuerzos de los Ultra Boys del Sporting de Gijón, mientras los Riazor Blues fueron reforzados con miembros de los Bukaneros del Rayo Vallecano y de los Alkor Hooligans, los ultras del Alcorcón. Ultras de extrema derecha contra ultras de extrema izquierda, los equipos de fútbol son secundarios. Y su fin es acabar con el enemigo,como en una guerra. Todo esto se explica y se entiende perfectamente en la novela de 2012 titulada La bufanda, escrita por David Artime. Un libro perfecto para ponerse en la piel de un ultra que vive por y para pegarse contra otros ultras, siendo el fútbol una mera excusa. Los ultras centran su existencia en la ultraviolencia.

Extraña sobremanera que la policía no tuviera controlada la pelea de ayer. O los recortes por la salvaje crisis económica han afectado también a la Unidad de Violencia en el Deporte de la Policía Nacional o es difícil de entender que los cuerpos de seguridad del estado no los tuvieran controlados y que tardaran tanto en reaccionar. Me extraña muchísimo. Me explico. El 28 de abril de 2001 tuve la mala fortuna de ser agredido por ultras del Frente Atlético junto a la puerta cero del Estadio Vicente Calderón. Los radicales venían de huida tras pinchar las ruedas de los coches de los jugadores del Atlético porque habían perdido 0-3 ante el Murcia y se alejaba el ascenso. En su retirada se encontraron con Kiko Narváez y le increparon ante la presencia de periodistas, fotógrafos y cámaras de televisión, a quienes amenazaron para que no captaran la escena. Kiko ganó su coche en el que le esperaban su mujer y su hija mayor. Yo no tuve tanta suerte y, tras el forcejeo, uno de los ultras me propinó un puñetazo que me dejó KO.

Aquel desagradable incidente del que fui involuntario protagonista me permitió conocer el funcionamiento de una brigada policial que yo recuerdo que la llamaban Unidad de Violencia en el Deportey queme pareció de una eficacia impresionante. A los 15 días de mi agresión, el inspector de aquella Unidad se puso en contacto conmigo para pedirme que denunciara a mi agresor. El mismo tipo había pegado dos semanas después a un chaval. Era un vendedor de Coca-Cola, pero el ultra pensaba que era un seguidor del Sevilla porque llevaba una chaqueta blanca con ribetes rojos y por ese ‘motivo’ le propinó una patada en la boca que le rompió la mandíbula al crío de 16 años. La policía le tenía localizado. Sabía que era el mismo que me había dado el puñetazo. Pero necesitaban que yo le denunciara.

Me citaron en sus instalaciones de Moratalaz. El edificio lo recuerdo muy viejo, obsoleto. Pero el volumen de información, el control que tenían sobre los ultras, del Atlético y de todos los equipos, me pareció de película americana o de serie de televisión policiaca. Me mostraron álbumes llenos de fotos. Los tenían perfectamente seguidos y marcados. Sabían dónde trabajaban, dónde se juntaban, cuáles eran sus aficiones. Tenían un control absoluto. Reconocí al que me había agredido (y a todos los que iban con él, que unos años después se presentaron en un entrenamiento del Atlético encapuchados para amedrentar a los jugadores) e interpuse la denuncia, no sin cierto miedo, porque aquellos policías me dijeron que era muy importante para todos y por el chaval al que habían partido la boca.

Tras interponer mi denuncia, recibí amenazas, personal y telefónicamente, de los ultras del Atlético y los agentes de la Unidad de Violencia en el Deporte me dijeron que habían escuchado que iban a por mí de verdad y me obligaron a acudir con escolta a los partidos del Vicente Calderón. Así bajé escoltado varios partidos desde mayo hasta noviembre de 2001. Cuando se produjo el juicio de faltas, en febrero de 2002, volvieron a amenazarme y me volvieron a poner la escolta de dos policías de paisano durante varios partidos.

Al margen de la anécdota personal, lo que quiero expresar es que el control que tenía la policía del fenómeno ultra era total, sólo se encontraba con la escasa o nula colaboración de los clubes. Por eso me extraña que ayer no tuvieran controlada la reyerta previamente y que tardaran tanto en reaccionar. Me invita a pensar que los recortes han desmontado algo que funcionaba, y muy bien, como ha sucedido en la sanidad o en la educación. Ya me dio esa sensación cuando he querido, durante todos estos años tras mi agresión, recuperar las fuentes de la Unidad de Violencia en el Deporte y me ha sido imposible contactar con nadie, como si hubiera desaparecido esa unidad y nunca hubiera existido.

Otra perspectiva es la reacción de los clubes. Aquel mes de abril de 2001, personalmente no tuve el apoyo,ni la preocupación siquiera, del Atlético de Madrid. Dos años después volví a tener un incidente con tres ultras del Frente que me insultaron y les contesté, y el club tampoco me apoyó. Durante todos estos años siemprese ha tratado bien al Frente Atléticodesde la propiedad del club Atlético de Madrid, salvo cuando han gritado en contra de los máximos accionistas. NiEnrique Cerezo ni Miguel Ángel Gilse han planteado nunca imitar el valiente gesto deJoan Laporta(acabó con los Boixos Nois en el Camp Nou) de finiquitar a los ultras del fondo sur del Calderón.

Tampoco lo hicieron después del terrible asesinato del hincha de la Real Sociedad Aitor Zabaleta (en la Unidad de Violencia en el Deporte aquel crimen realizado por ultras del Atlético lo calificaron de “político” cuando pregunté por él). El Real Madrid también ha seguido el ejemplo del Barcelona y ha acabado con su grupo ultra, en dos fases y de manera rara, pero ha terminado con los Ultras Sur.

Al observar el vídeo de la reyerta que costó ayer la vida a un ultra del Deportivo de La Coruña se ve una ultraviolencia intolerable. Hay que tener tolerancia cero con los grupos ultras. El Atlético debería expulsar hoy mismo a todos los radicales del Frente Atlético. Y el Dépor, a los suyos. Y el Sevilla. Y el Athletic de Bilbao. Y el Valencia... Todos los clubes, liderados por la Liga de Fútbol Profesional, deben erradicar a sus grupos ultras. La policía, si no han desmantelado la Unidad de Violencia en el Deporte, les dará todos los datos, si es que no los tienen. ¡Hay que exterminar la plaga! ¡Tolerancia cero con la ultraviolencia en el fútbol!

Al observar el vídeo de la reyerta que costó ayer la vida a un ultra del Deportivose ve que ninguno de los participantes lleva bufandas ni camisetas de su equipo. Todos, salvo un par o tres de ellos que van de rojo, portan cazadoras negras y el atuendo habitual de los ultras. Quedaron en la ribera del río Manzanares para pegarse. Para apoyar a los del Frente Atlético llegaron refuerzos de los Ultra Boys del Sporting de Gijón, mientras los Riazor Blues fueron reforzados con miembros de los Bukaneros del Rayo Vallecano y de los Alkor Hooligans, los ultras del Alcorcón. Ultras de extrema derecha contra ultras de extrema izquierda, los equipos de fútbol son secundarios. Y su fin es acabar con el enemigo,como en una guerra. Todo esto se explica y se entiende perfectamente en la novela de 2012 titulada La bufanda, escrita por David Artime. Un libro perfecto para ponerse en la piel de un ultra que vive por y para pegarse contra otros ultras, siendo el fútbol una mera excusa. Los ultras centran su existencia en la ultraviolencia.

Vicente Calderón