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The White Collar Boxing Club: el boxeo como lección de vida
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Javier Gómez Matallanas

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The White Collar Boxing Club: el boxeo como lección de vida

El boxeo es el deporte más completo, pues trabaja todas las partes del cuerpo. Una iniciativa solidaria para financiar la lucha contra el ELA invita a practicarlo

Foto: Los participantes en el The White Collar Boxing Club.
Los participantes en el The White Collar Boxing Club.

El boxeo es el deporte más literario. Los símiles de boxeo se han utilizado para hacer crónicas del resto de los deportes. La pegada, el contratataque, el aguante, el encajador, el fino estilista, no bajar la guardia, una victoria a los puntos, el directo, el gancho, el crochet, tirar la toalla, el K.O… Son términos que todo aficionado al deporte maneja y todo cronista ha tirado de ellos alguna vez. Mi aproximación reciente al boxeo, en forma de entrenamiento durante seis sesiones en seis semanas para concluir en un combate, me ha servido para enamorarme del deporte más completo que existe y para entender por qué se le llama el noble arte.

Por primera vez en España se ha celebrado el reto solidario The White Collar Boxing Club, una práctica que llevaba años realizándose en Estados Unidos o Inglaterra que consiste en que personas que nunca se han subido un ring se preparen y aprendan conceptos básicos de boxeo para acabar combatiendo en un ring. Lo de ‘cuello blanco’ viene de que en EEUU empezó siendo una práctica de ejecutivos. La iniciativa la tomó en España el gimnasio Fightland e imitó también el carácter solidario donando íntegra la inscripción de cada participante a una causa benéfica así como un donativo el día de los combates por parte de los asistentes. En este caso me buscaron como patrono de Fundela (Fundación Española para el fomento de la investigación de la Esclerosis Lateral Amiotrófica) para ver si interesaba esa donación y, por supuesto, di el sí. Y aproveché para apuntarme al reto.

Y ahí nos vimos diez tipos que nunca nos habíamos subido a un ring preparándonos para el reto durante seis semanas. Desde la primera sesión, César Barbosa de Miguel, dueño de Figthland, nos empezó a llamar luchadores. El término chocaba al principio, pero según avanzaban las sesiones nos sentíamos a gusto con la denominación de luchadores. El boxeo es un deporte durísimo. Un deporte que no consiste en pegar puñetazos. Igual o más importante que atacar es saber defenderse, protegerse de los golpes del adversario. Para ello siempre hay que tener la guardia alta, los brazos arriba. ¡Intenten estar un minuto con los brazos en alto! Si nunca lo han hecho les parecerá una tontería. Prueben a hacerlo y comprobarán que a los 30 segundos se le caen los brazos y es muy difícil sostenerlos. Y mientras el cansancio va haciendo mella y le falta el oxígeno, hay que seguir pensando la táctica a seguir, la serie de golpes que vas a emplear mientras no bajas nunca la guardia, uno, dos, corchet, gancho, Directo de derecha, crochet de izquierda, gancho de derecha y paso a atrás…

Porque en el boxeo hay que pensar. No se trata de pegar puñetazos. Hay que elaborar una táctica y decidir como afrontas el combate. Si vas al ataque el desgaste puede ser tal que no llegues al segundo asalto. Si te defiendes demasiado y no contraatacas puede ser que no puntees nada. El que resiste gana y no siempre gana el más fuerte. Porque en la vida hay que luchar hasta que suena la campana. Y no hay que admitir los golpes bajos. Esas frases que suenan a libro de autoayuda se convierten en realidad cuando te entenas para un combate de boxeo y cuando estás en el ring en plena faena. En un ring y en la vida no hay que tirar la toalla, término también procedente del boxeo que describe la rendición del púgil cuando desde su rincón se tira la toalla en mitad del ring para evitar o parar una paliza del rival. Hay que luchar hasta el final, y mantenerse siempre en guardia, con la guardia alta. Hay que saber por donde te vienen los golpes y saber frenarlos. Y si te caes hay que volver a levantarse. Eso es el boxeo. Eso es la vida.

Las seis semanas entrenándonos a las órdenes de César Barbosa de Miguel, José Luis Serrano, exboxeador y también propietario de Fightland (trabajaba en un banco junto a César y se acogieron a un ERE para invertir la indemnización en este gimnasio dedicado exclusivamente al boxeo), y Luis Gonzaga han sido una lección de vida. La causa por la que nos esforzábamos (la búsqueda de un tratamiento y una cura para frenar la enfermedad asesina ELA) también fue sin duda un elemento motivador. Cada puñetazo se lo atizábamos a esa bastarda lotería macabra de la ELA, esa asesina impune que hay que derrotar de una vez por todas.

Y el día del combate es una de las experiencias más emocionantes que he vivido. El subidón de adrenalina es brutal. Y por más que vayas con el freno de mano para no hacer daño al rival hay un momento que te vienes arriba y cuando el adversario baja la guardia vas a por él, sacando el instinto de supervivencia del ser humano, especie que cuando apareció en escena en la naturaleza sólo tenía dos formas de defenderse: huir y echar a correr o subir los brazos y pelear. Como la mayoría de los boxeadores, para llevar a cabo el último paso de The White Collar Boxing Club nos pusimos nuestro apodo. Así nos enfretamos, por este orden, el Dandy contra el Keniata, La Lanza contra El Veloz, Bruce Law contra El Miura, El Matador contra La Marmota y El Garrote vs. El Panzer.

El boxeo es el deporte más completo. En el entrenamiento de boxeo trabajas todas las partes del cuerpo y realizas trabajo aeróbico y anaeróbico, además de desfogar la agresividad y eliminar el estrés. Y no hace falta pegarte con nadie. Por eso es un deporte en auge y cada vez está siendo más practicado. Practicar boxeo es sacrificarse y esforzarse y la mejora física que supone se logra sin necesidad de contacto directo.

Siempre me atrajo el boxeo y me habían hablado de que era el deporte más completo. Pero nunca me había animado a practicarlo. En los recuerdos de mi niñez, siempre asociados a mi tío Antonio, recuerdo como en los Reyes Magos nos trajeron un par de guantes de boxeo. Y ese recuerdo no lo tengo claro, pero siempre he creído haber estado viendo algún combate en el campo del gas con mi abuelo. En mi infancia, el boxeo estaba en la vida de todos los españoles. Junto al fútbol y al ciclismo eran los deportes de España. Siempre me atrajo el boxeo en la distancia y en la fascinación que producen personajes tan rotundos y míticos como Muhammad Ali, pero después de practicarlo y haber experimentado lo que se siente al combatir en un ring, el boxeo me ha conquistado para siempre. Y me he apuntado a Fightland.

PD: Con el primer reto celebrado en España de The White Collar Boxing Club hemos recaudado 3.000 euros para Fundela y Project Mine. Si quieres sumarte y donar para fomentar la investigación en busca de la cura de la ELA puedes hacerlo aquí: www.fundela.es y www.projectmine.com/country/spain/.

El boxeo es el deporte más literario. Los símiles de boxeo se han utilizado para hacer crónicas del resto de los deportes. La pegada, el contratataque, el aguante, el encajador, el fino estilista, no bajar la guardia, una victoria a los puntos, el directo, el gancho, el crochet, tirar la toalla, el K.O… Son términos que todo aficionado al deporte maneja y todo cronista ha tirado de ellos alguna vez. Mi aproximación reciente al boxeo, en forma de entrenamiento durante seis sesiones en seis semanas para concluir en un combate, me ha servido para enamorarme del deporte más completo que existe y para entender por qué se le llama el noble arte.

ELA Fundela Boxeo