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Una marcha fallida y unos reproches: la tropa empieza a dudar de Simeone
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Javier Gómez Matallanas

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Una marcha fallida y unos reproches: la tropa empieza a dudar de Simeone

Tras el empate contra el Alavés, el entrenador rojiblanco reprendió a sus jugadores y les recordó que les había avisado durante la pretemporada de que no estaban bien

Foto: El Atlético ha comenzado la Liga con dos empates. (Juan Carlos Hidalgo/EFE)
El Atlético ha comenzado la Liga con dos empates. (Juan Carlos Hidalgo/EFE)

Dicen que cuando te has querido marchar de un sitio ya te has ido. Diego Pablo Simeone quiso abandonar el Atlético de Madrid a la conclusión de la temporada pasada y no pudo hacerlo porque Miguel Ángel Gil Marín le exigió pagar la cláusula que estipula su contrato por romperlo unilateralmente, y ninguno de los clubes que querían contar con sus servicios (Inter de Milán y Paris Saint-Germain) tuvo a bien pagar ese dinero, que era una cantidad importante sumada a lo que le ofrecían de ficha (se dice que el PSG le daba 19 millones de euros por temporada).

La decisión de Simeone era tan firme que Gil Marín, consejero delegado del Atlético de Madrid, y Andrea Berta, director deportivo, tuvieron que viajar a Buenos Aires para convencerle de su continuidad. Ni siquiera respondía a las llamadas del club. El dueño del Atlético fue persuasivo con una novación y una mejora de contrato que posiblemente convirtió al Cholo en el entrenador mejor pagado de LaLiga. En la foto de aquel encuentro, que colgó en las redes sociales el Cholo, sin permiso del club, se veía a Miguel Ángel Gil muy serio.

Cuando se reincorporó al trabajo, Simeone tardó más de un mes en dar explicaciones a sus palabras tras la final de Milán de que se lo tenía que pensar y su intento de irse. Y en la entrevista a la carta con Julio Maldonado, Maldini, aseguró rotundamente que nunca se había planteado irse, cuando a sus jugadores les había explicado que, tras pensárselo, había decidido quedarse. Todo tamizado con la denominación de luto o duelo, tras otra derrota ante el Madrid en una final de Champions, para explicar las semanas de silencio que intranquilizaron a los aficionados atléticos y, sobre todo, a Miguel Ángel Gil, quien hizo todo lo que estaba en su mano para retenerle.

¿Todos estos hechos explican el mal arranque del Atlético esta temporada? En absoluto. Sin jugar bien, el Atlético mereció ganar al Alavés de manera holgada, el empate fue una casualidad; y ante el Leganés no venció por el buen hacer del guardameta Jon Ander Serantes, que paró las claras ocasiones que creó el conjunto rojiblanco, pese al escaso y poco vistoso juego que desplegó el Atlético en el estreno de Butarque en Primera División. Pero para un entrenador para el que todo se justifica, se explica, se valora y se admira en función de los resultados obtenidos, dos empates en las dos primeras jornadas ante dos recién ascendidos han hecho saltar las alarmas en la zona noble del Calderón y han provocado las primeras críticas de unos aficionados que nunca habían dudado lo más mínimo de su ídolo.

Si al Cholo no le creen sus jugadores, todo su emocionante discurso que ha trascendido a la sociedad por el partido a partido, se viene abajo

La temporada no ha hecho más que empezar y Simeone cuenta con un plantillón para enderezar el rumbo y pelear esa tercera plaza a que está obligado por presupuesto y por contar con un elenco de jugadores de primer nivel mundial. Los dos empates han sido dos accidentes, pero la duda que queda es si su decisión de marcharse era lo mejor para las dos partes. Porque el Cholo pensó decididamente en irse al ver que el rendimiento que había sacado en cuatro años y medio al frente del Atlético había sido formidable, pero que mantenerlo era muy complicado con una manera de trabajar y de jugar tan exigente, que exprime al jugador al máximo y necesita del máximo compromiso tanto de todos y cada uno de los futbolistas como del entrenador. 

El fuerte de Simeone es su discurso y su habilidad para convencer al futbolista de entregar sus virtudes individuales al colectivo. El equipo está por encima del jugador. Para ello, los futbolistas le tienen que creer. Por eso, cuando tras el empate ante el Alavés, nada más concluir el partido, Simeone lanzó los primeros reproches al grupo en cuatro temporadas, los futbolistas se quedaron alucinados. Porque habían fallado goles, pases, pero se habían vaciado por lograr el triunfo, lo habían dado todo. Simeone les reprochó y les recordó que les había avisado durante la pretemporada de que no estaban bien. Si al Cholo no le creen sus jugadores, toda su filosofía, todo su emocionante discurso que ha trascendido a la sociedad por el partido a partido, esa dura y bella pelea del día a día, ese discurso que fomenta la cultura del esfuerzo y de la fe en el trabajo bien hecho, se viene abajo. Y la sensación que da tras estos dos empates es que los jugadores han empezado a dudar. Quizá porque han detectado dudas y falta de sinceridad en su extraordinario entrenador. Y cuando pasa eso, sea el gran Simeone o quien sea el entrenador, el grupo corre serio riesgo de resquebrajarse porque los futbolistas empiezan a albergar suspicacias del compromiso de su líder con el grupo.

Dicen que cuando te has querido marchar de un sitio ya te has ido. Diego Pablo Simeone quiso abandonar el Atlético de Madrid a la conclusión de la temporada pasada y no pudo hacerlo porque Miguel Ángel Gil Marín le exigió pagar la cláusula que estipula su contrato por romperlo unilateralmente, y ninguno de los clubes que querían contar con sus servicios (Inter de Milán y Paris Saint-Germain) tuvo a bien pagar ese dinero, que era una cantidad importante sumada a lo que le ofrecían de ficha (se dice que el PSG le daba 19 millones de euros por temporada).

Diego Simeone