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Mata-dor
Por
Pepe, Cristiano, Luis Enrique y Morata: polarización y crueldad en las gradas
Pepe recibió los aplausos de la grada del Wanda Metropolitano; Cristiano y Luis Enrique, abucheos, y el delantero de la selección recibió cánticos ofensivos
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Era un día para estar alegres. Para disfrutar. Los 14.743 seres humanos que compraron su entrada para ver en directo el amistoso España-Portugal el pasado viernes 4 de junio eran los primeros que acudían a ver un partido de fútbol al Wanda Metropolitano desde el 7 de marzo de 2020. Había ambiente festivalero en los prolegómenos. Pero ya se detectó en los aledaños, con las encuestas de las teles a los aficionados, que la cosa estaba polarizada, mitad madridistas y mitad atléticos, como no podía ser de otra manera jugando en la capital de España.
Muchos buscaban las cámaras para pegarse una rajada contra Luis Enrique por la ausencia de Ramos y madridistas en la lista de 24 convocados para la Eurocopa. Esos mismos fueron los que cuando se dijo el nombre del seleccionador por megafonía le silbaron con ganas. La cosa apuntaba.
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La afición de España ha tenido sus momentos. Llegaron a sancionar a la Federación porque en el Mundial de Alemania y la Eurocopa 2008 pitamos el himno rival y alguna vez del “¡A por ellos!” se pasó a algo más agresivo. Pero los seguidores de España fueron entendiendo el 'fair play' paralelamente al ejemplo que daban los internacionales ganando títulos y con su buen comportamiento. También hubo una etapa en la que a algunos aficionados de la selección les dio por silbar a Gerard Piqué y nunca se supo si le abroncaban por antimadridista o porque le creían, equivocadamente, independentista catalán. Habría de todo.
En el amistoso ante Portugal, entre que hacía tanto que no iban al fútbol y que se debieron pasar por allí esos que en Twitter saludan insultando y viven en la chabacanería y la falta de respeto, se vivieron escenas desasosegantes y bochornosas. Por supuesto que los seguidores del Madrid que fueron a ver a España tenían todo el derecho de aplaudir hasta que se les rompan las manos cuando Pepe, leyenda madridista, fue sustituido en las filas portuguesas. El propio Pepe alucinó y no sabía si estaba en el Bernabéu o jugaba en Lisboa de local con su selección. Dio la sensación desde la tribuna de prensa que los mismos que aclamaron a Pepe eran los que habían pitado a Luis Enrique.
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También se hicieron notar los atléticos aplaudiendo los esfuerzos titánicos de Marcos Llorente y jaleando la salida de su capitán Koke al campo por Fabián, así como abucheando a Cristiano desde que salió a calentar y cada vez que tocaba el balón. Eso es normal y es fútbol. Se agradece que se haga sin insultos. Que se pite cuando se está en disconformidad y se aplauda, al propio y al adversario, cuando lo hacen bien. Durante el partido, los fans de Cristiano no rebatieron a los que murmuraban en contra cuando la tocaba. Eso sí, cuando pitó el árbitro el final, muchos de los 14.743 aficionados corearon el nombre de Cristiano.
Lo que no es de recibo y dejó tristeza y mal cuerpo a muchos de los presentes fueron los cánticos contra Álvaro Morata cuando el delantero de la Juventus mandó al larguero un tiro en el minuto 91. Desde la grada se unieron lo peor de merengues y colchoneros en su poca estima al delantero que ha jugado en Madrid y Atlético y le gritaron: “Qué malo eres, Morata, qué malo eres”.
Ninguna afición debería mofarse de un jugador propio ni de un rival. Pero la vida se ha convertido para algunos en un meme cruel. No se trata de humor, se trata de despellejar sin ningún escrúpulo. En la vida normal no se entra en un bar insultando en vez de saludando a los presentes, como pasa en las redes sociales. Pero parece que Twitter y lo peor de las redes sociales están contagiando a la convivencia diaria. El odio y la polarización no deben trasladarse al devenir cotidiano. Y eso pasó con Morata en el Metropolitano el viernes en el amistoso ante Portugal.
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Evidentemente no fueron todos los 14.743 seres humanos que decidieron volver al fútbol los que insultaron e intentaron humillar al delantero centro de la selección española. Fueron unos cuantos, bastantes, los extremistas, los que, por lo general, carecen de empatía, de códigos y, amparados en la masa, sacan los peores instintos humanos. Deseamos que en Sevilla, los que compren su entrada para ver a la selección en La Cartuja los tres partidos del grupo de la Eurocopa contra Suecia, Polonia y Eslovaquia conformen una afición que sume y apoye y que no divida y enfrente, que respete al rival y a sus propios jugadores. Que cuando el portero falle o el delantero marre una ocasión se enfaden un momentín, si acaso, y luego le aplaudan para que se venga arriba.
A Luis Enrique le da igual que le piten, dice, pero lo suyo es que le animen. A Luis Aragonés también le silbaban los que eran seguidores del equipo de Raúl, porque no le llevó a la Eurocopa 2008. Al final, a Luis Aragonés acabó aplaudiéndole todo el país, o casi, porque creó la mejor selección española de la historia. A Luis Enrique también le aplaudirán. Y cantarán los goles de Morata. Hasta lo peor de Twitter.
Era un día para estar alegres. Para disfrutar. Los 14.743 seres humanos que compraron su entrada para ver en directo el amistoso España-Portugal el pasado viernes 4 de junio eran los primeros que acudían a ver un partido de fútbol al Wanda Metropolitano desde el 7 de marzo de 2020. Había ambiente festivalero en los prolegómenos. Pero ya se detectó en los aledaños, con las encuestas de las teles a los aficionados, que la cosa estaba polarizada, mitad madridistas y mitad atléticos, como no podía ser de otra manera jugando en la capital de España.