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Vista una 'garota' con los colores de su selección por 10 reales
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José Félix Díaz

Mi diario del Mundial

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José Félix Díaz. Río de Janeiro

Vista una 'garota' con los colores de su selección por 10 reales

En Río, el turismo sexual ha multiplicado la oferta y la demanda. Una hora de compañía: 300 reales (100 euros) para los locales, 500 para los extranjeros

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Juega Brasil. Día de fiesta. Colegios cerrados, empresas que deciden funcionar a medio gas. Ciudad pintada de verde y amarillo. Camisetas por todos lados y Copacabana reventado de gente. Aficionados o no, Brasil vive el fútbol como nadie. Muchos de los que protestan, las aparcan a la hora del partido. Otra filosofía, otra manera de entender la vida, esa que ve en el fútbol un negocio total, incluido algo tan triste como la prostitución.

Se estima que durante estos días, Río de Janeiro ha podido recibir a 300.000 turistas. Chile y Argentina son mayoría. Se habla de 30.000 seguidores de la albiceleste por 20.000 fieles a la roja sudamericana y hoy serán mayoría aplastante en Maracaná. Cinco chilenos por cada español y por si fuera poco, todos los brasileños apoyando al rival de España. Igual hay alguno de Lagarto por aquí y se anima a vestir de rojo europeo, pero el resto nada de nada. Persecución a la española, futbolísticamente hablando.

El punto den encuentro de muchos de ellos es Copacabana. La ‘fan zone’ está instalada en la fina arena de la famosa playa. La policía intenta mantener un orden complicado de lograr. Camionetas transformadas en habitáculos para dormir, rancheras con una especie de convertible arriba, caravanas, autobuses… todo vale menos dormir en la playa. La policía las quiere limpias y persigue al que lo intenta.

Ese turismo futbolero que invade la ciudad brasileña ha convertido a Río en una ciudad imposible. El tráfico ya de por sí es caótico, pero ahora esa confusión se ha multiplicado hasta las once de la noche. El trasiego de gente es tremendo, con especial incidencia en los enclaves turísticos. Las visitas a Corcobado o Pan de Azúcar llevan consigo horas de espera y reserva previa.

La prensa brasileña publicó ayer el incremento del turismo sexual, una de las lacras que sufre el país sudamericano. El prestigioso O Globo habla de “asedio de garotas” a los visitantes del Mundial. En Río, centro neurálgico de ese turismo, se ha multiplicado la oferta y la demanda. Algunos de los locales en los que desarrollan su trabajo han utilizado la cita futbolística para ampliar la oferta. Una hora de compañía: 300 reales (100 euros) para los locales, 500 para los extranjeros. Tal cual.

Ese incremento de demanda ha significado la llegada de prostitutas de otros países y de otras zonas del país. Se ha denunciado el caso en el que un grupo de italianos que pidieron los servicios de cinco ‘garotas’ en un hotel de cinco estrellas. Decían que era para ver en compañía el Brasil-Croacia inaugural. Denuncia al canto. En Natal, según denuncia el periódico, se ofrecen servicios de sexo y drogas por 30 reales. Algunas han dado un paso atrás y han decidido acudir a otro negocio. El de animar a una selección al módico precio de 10 reales.

Juega Brasil. Día de fiesta. Colegios cerrados, empresas que deciden funcionar a medio gas. Ciudad pintada de verde y amarillo. Camisetas por todos lados y Copacabana reventado de gente. Aficionados o no, Brasil vive el fútbol como nadie. Muchos de los que protestan, las aparcan a la hora del partido. Otra filosofía, otra manera de entender la vida, esa que ve en el fútbol un negocio total, incluido algo tan triste como la prostitución.

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