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La cárcel de Caju y los apretones del metro de Río marcan la despedida de la Selección
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José Félix Díaz

Mi diario del Mundial

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José Félix Díaz. Curitiba

La cárcel de Caju y los apretones del metro de Río marcan la despedida de la Selección

El ambiente es pesado e insoportable. Tanto que Caju parece una cárcel en lugar de una Ciudad Deportiva, porque los jugadores querrían fugarse

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Día gris, muy oscuro y no sólo por las nubes y el habitual frío de Curitiba. El ambiente se ha hecho pesado, plomizo y hasta insoportable. Tanto que Caju parece una cárcel en lugar de una ciudad deportiva. Y lo digo porque a los jugadores les encantaría fugarse, evitar el tercer partido, pero no hay posibilidad alguna. La penitencia tras el desastre de los dos encuentros iniciales del Mundial llega en forma de reclusión en la ciudad deportiva del Atlético Paranaense.

Atrás queda Maracaná y la maldición que pesa para el fútbol español en el mítico estadio. España se despide del Mundial el próximo lunes, pero ya ha dicho adiós a Río de Janeiro, la capital de la Copa del Mundo. Acceder a Maracaná no es sencillo. Lo ponían negro. Atascos, calles cortadas... solución: transporte público y, mejor, el metro.

Pues nada, allá que nos encaminamos cargados de ilusión y de miedo, todo hay que decirlo. Futbolístico por supuesto. Instalaciones modernas, trenes más que aceptables y multitud de chilenos en los trenes de la línea verde. Fiesta andina por todo lo alto.

Los chilenos se sentía en su salsa. Cantaban y bailaban hasta que, poco a poco y con el paso de las estaciones, el tren se iba llenando hasta empezar a ser preocupante. Los chilenos ya no daban palmas. No podían porqueno había espacio, pero lo peor estaba por llegar.

A cinco estaciones del destino, una multitud pretendía entrar en unos vagones a rebosar. Imposible. No se lo crean. Empujón va, empujón viene y todos dentro. Escenas de pánico, gritos... Pero ninguno de ciudadanos brasileños. "Es lo normal, no se asusten". Y así las cinco estaciones. Lío en Río.

Salir del metro y el panorama cambia por completo. Se respira fútbol. A su manera y sin respetar la mística del pasado. Pasos de cebra pintados con balones y decoración al uso por todos los locales de la zona. Pese a todo, me quedo con el sabor de Copacabana y su fútbol playa.

Día gris, muy oscuro y no sólo por las nubes y el habitual frío de Curitiba. El ambiente se ha hecho pesado, plomizo y hasta insoportable. Tanto que Caju parece una cárcel en lugar de una ciudad deportiva. Y lo digo porque a los jugadores les encantaría fugarse, evitar el tercer partido, pero no hay posibilidad alguna. La penitencia tras el desastre de los dos encuentros iniciales del Mundial llega en forma de reclusión en la ciudad deportiva del Atlético Paranaense.

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