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A Manolo Jiménez lo atropelló la maldición de San Nektario
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José Manuel García

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A Manolo Jiménez lo atropelló la maldición de San Nektario

"Yo me siento fuerte y capaz para sacar esto adelante. Los jugadores sufren mucho stress y ello influye en su juego. Tenemos que dar un paso

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A Manolo Jiménez lo atropelló la maldición de San Nektario

"Yo me siento fuerte y capaz para sacar esto adelante. Los jugadores sufren mucho stress y ello influye en su juego. Tenemos que dar un paso adelante". Si con mi despido se solucionan los males que aquejan a mi equipo, adelante”. Todas estas frases las pronunció Manolo Jiménez sin conocer que su cabeza se encontraba fresca y en bandeja de plata para que la historia lo juzgue.

El Sevilla tocó este martes un fondo que los viejos y agoreros más sombríos comparan con el Sevilla de comienzos de los setenta, cuando lo entrenaba Dan Georgiadis, un griego parlanchín y políglota, fanático del fútbol/toque, que vadeó la primera vuelta del Campeonato en cabeza de la tabla, y la directiva, como premio, llevó al plantel de jugadores con sus mujeres a una gira por Grecia. Tras la gira, el contacto del equipo nervionense con el fútbol no pudo ser más trágico. Perdió el noventa por ciento de los partidos y se fue de cabeza a Segunda. De aquel doloroso lance emergió la llamada "maldición de San Nektario" santo titular de una islita llamada Egina, muy cerca de Atenas, en su momento visitada por los jugadores y familia.

Tras siete partidos consecutivos sin conocer la victoria, no me cabe la menor duda que a Del Nido, que es sevillista cincuentón, seguro que se le erizan las cejas con sólo pensar en el pase de Dan Georgiadis, por eso hizo de tripas corazón (porque Del Nido aprecia de verdad a Jiménez: él apostó más que nadie por el arahalense) y apretó el botón que significó la incineración deportiva del técnico.

A Jiménez siete canallas y pico le hicieron la vida imposible.

Leo que alguna pluma golfa se lava las manos y, envuelta en un delirante cinismo, suelta una retahila de lágrimas exculpatorias, cuando a Jiménez siete canallas y pico le hicieron la vida imposible. A Jiménez estos tipos le han dicho de todo menos bonito/San Luis. Al técnico le lanzaron a la cabeza el manto de San Nektario. Le negaron hasta la identidad. El cínico se diferencia de los demás por su desvergüenza radical y en esta parte del sur la población de miarmas es abundante.

Jiménez recogió un Sevilla deshecho por la muerte de Antonio Puerta y la espantá dineraria de Juande Ramos, un Sevilla quebrado y metido en puestos de desaire, para meterlo en puestos de Europa. El año siguiente, su equipo metió la directa y quedó tercero. El juego sevillista tuvo fases de oscuridad, pero también tocó la luna; el Madrid no quiere acordarse de las vibraciones sevillistas; ni el Barcelona de su eliminación copera.

Pero los resultados, que los antijimenistas meten como piedras en los bolsillos del arahalense, fusilaron al técnico. Pero es que no hay equipo (ni entrenador) que soporte siete encuentros consecutivos sin ganar y salga sin agujeros en el cuerpo. ¿Lo soportaría el Real Madrid? ¿El Barcelona de Guardiola? ¿El Valencia? Nadie. Ahora llega una nueva etapa, quizás (parece seguro) aterrice Luis Aragonés. Palabras mayores. Al Sevilla le quedan diez partidos, diez callejones del siete, diez cuestas. Si cumple los sueños, pondrá una nueva bandera en Champions. Luego la final de la Copa del Rey. La final de Jiménez.

"Yo me siento fuerte y capaz para sacar esto adelante. Los jugadores sufren mucho stress y ello influye en su juego. Tenemos que dar un paso adelante". Si con mi despido se solucionan los males que aquejan a mi equipo, adelante”. Todas estas frases las pronunció Manolo Jiménez sin conocer que su cabeza se encontraba fresca y en bandeja de plata para que la historia lo juzgue.