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El Barça duerme con un ojo abierto: la sangre madridista existe
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José Manuel García

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El Barça duerme con un ojo abierto: la sangre madridista existe

A esta altura del Campeonato, la bolsa de los que apuestan por el título liguero a favor del Barcelona se ha quedado muy flaca, y la

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El Barça duerme con un ojo abierto: la sangre madridista existe

A esta altura del Campeonato, la bolsa de los que apuestan por el título liguero a favor del Barcelona se ha quedado muy flaca, y la del Real Madrid ha engordado. Han bastado dos victorias seguidas del RM para que muchos cayesen en la cuenta y se percatasen de la pasta que está hecha este equipo, este club. El Barça duerme con un ojo abierto. Por un hecho incuestionable: existe la sangre madridista.

Y esta sangre es espesa y muy caliente, una gasolina de octanos raciales que no invita a rendirse jamás, pues en el diccionario tampoco existe la palabra rendición. Hasta Cristiano Ronaldo lo sabe y lo sabe el último esquimal que entre en ese vestuario de Chamartín, ya que saldrá convertido en legionario con cuchillo en la boca y pilas duracell eternas. Es lo que hace especial a este club de blanco, que todo aquel que luce su zamarra notará de inmediato el subidón. Rafael Van der Vaart aterrizó en Concha Espina con tres cuarterones de sangre holandesa, una tonelada de tulipanes en el bolsillo y un diccionario holandés/español. Él, con madre y abuelos de Chiclana (Cádiz). Un año más tarde,  Rafaelito grita como un descosido cada gol de su equipo y se come la hierba si fuera menester.

Muy pocos jugadores y técnicos del Real Madrid se perdieron el partido Espanyol-Barcelona. Alguno incluso se llevó papel y lápiz, y en el cuaderno anotaron una cosa que olvidaron una semana antes: el Barcelona es humano. Mucho más humano sin Iniesta. El Espanyol, quizás con la complacencia de Undiano Mallenco, mordió las partes nobles del Barcelona y de no ser por la impresionante actuación del meta Valdés, de nuevo estaríamos hablando de empate técnico en los cielos de nuestra Liga.

Xavi y Messi no son imbatibles

El ardor guerrero de los pupilos de Mauricio Pochettino (sobre todo Forlín, Osvaldo, Nico Pareja, argentinos los tres, Baena, Verdú y Chica) nos dejó ver que la batuta mágica de Xavi Hernández tiene días que puede temblar, y que Leo Messi también tiene sus lunes.

Pero que nadie se llame a engaño ni tire cohetes desde la azotea del vecino, porque este Barcelona nos demostró en aquel partido que es un equipo hecho y con peones dispuestos a tapar las fisuras que eventualmente presenten los dioses azulgrana. Se ha visto que Víctor Valdés es uno de los mejores porteros del mundo, que Piqué es un tipo descomunal, en fortaleza física y fútbol y que gente como Puyol, Pedro, Busquets y Dani Alves (hasta su injusta expulsión) se crece en ambientes hostiles como Cornellá.

El Barcelona sigue siendo el favorito y lo peor (para el rival) es que lo sabe: tiene en sus manos las papeletas para el título y dudo que las arroje por el husillo, pero también es consciente que puede tener un mal día y perder. O empatar. Su calendario presenta dos “ochomiles” de escalofrío, Villarreal y Sevilla. Pero el Real Madrid tampoco deja su motor en reposo, sobre todo con las visitas a Zaragoza y Mallorca. Pero los del ingeniero Pellegrini ya han tenido su mala noche, tienen sal en la herida. Y muerden. No saben cómo muerden.

A esta altura del Campeonato, la bolsa de los que apuestan por el título liguero a favor del Barcelona se ha quedado muy flaca, y la del Real Madrid ha engordado. Han bastado dos victorias seguidas del RM para que muchos cayesen en la cuenta y se percatasen de la pasta que está hecha este equipo, este club. El Barça duerme con un ojo abierto. Por un hecho incuestionable: existe la sangre madridista.

Y esta sangre es espesa y muy caliente, una gasolina de octanos raciales que no invita a rendirse jamás, pues en el diccionario tampoco existe la palabra rendición. Hasta Cristiano Ronaldo lo sabe y lo sabe el último esquimal que entre en ese vestuario de Chamartín, ya que saldrá convertido en legionario con cuchillo en la boca y pilas duracell eternas. Es lo que hace especial a este club de blanco, que todo aquel que luce su zamarra notará de inmediato el subidón. Rafael Van der Vaart aterrizó en Concha Espina con tres cuarterones de sangre holandesa, una tonelada de tulipanes en el bolsillo y un diccionario holandés/español. Él, con madre y abuelos de Chiclana (Cádiz). Un año más tarde,  Rafaelito grita como un descosido cada gol de su equipo y se come la hierba si fuera menester.

Muy pocos jugadores y técnicos del Real Madrid se perdieron el partido Espanyol-Barcelona. Alguno incluso se llevó papel y lápiz, y en el cuaderno anotaron una cosa que olvidaron una semana antes: el Barcelona es humano. Mucho más humano sin Iniesta. El Espanyol, quizás con la complacencia de Undiano Mallenco, mordió las partes nobles del Barcelona y de no ser por la impresionante actuación del meta Valdés, de nuevo estaríamos hablando de empate técnico en los cielos de nuestra Liga.

Pep Guardiola Cristiano Ronaldo