¿Qué dirán si Mourinho ficha por el Real Madrid y pone una muralla en el Camp Nou?

Acabo de leer una frase misteriosa de José Mourinho que me tiene sin dormir: “No puedo afirmar al cien por cien que me vaya a quedar en el Inter la temporada próxima”. Los analistas del reino del balón ya se han puesto a descifrar el encriptado del portugués. ¿Qué ha querido decir tan lenguaraz sujeto: que va a seguir viviendo en Milan pero que cambiará de acera, que vivirá en Estoril y comerá salmón ahumado un día de estos, que hará las paces con sus deudos, que entrenará la temporada próxima al Real Madrid?

Este Mourinho desde luego no es tonto. Algo chulón, sí, pero no tonto. El portugués, grandísimo técnico, de lo mejor, también sabe manejar las situaciones y enviar botellitas al mar con mensajes cargados de filosofía. No es Nietzsche pero es Mourinho, que va por ahí dejándose querer con más descaro que aquella Lola que se fue a los puertos que escribieron los Machado. Y me dicen que el Real Madrid bebe los vientos por este entrenador multicampeón, que atufa a ganador, sí o sí, que así le gusta a Florentino Pérez, harto de estar poniendo y, a cambio, recibir más bofetadas que el payaso idiota de una feria.

Pienso que la final de Champions League del ‘Santiago Bernabéu’ tiene un claro favorito: el Inter. Los italianos, de la mano de Mou, han cogido el toro de las ambiciones por los cuernos y no lo van a soltar hasta que el capitán interista no agarre el máximo trofeo del continente.

Mourinho es el máximo exponente del triunfo, camino de suceder a otro rey en esto de ganarlo todo que es Marcello Lippi, de cualquier manera, porque lo que quedan son los títulos y no la forma de ganarlo: Helenio Herrera dixit. El uruguayo que mejor entendió la escuela italiana y fue padrino de Fabio Capello, un entrenador que le ganó dos ligas al Real Madrid y que salió de Chamartín dos veces a gorrazos.

Manuel Pellegrini, un tipo de buen talante, excelentes ideas en fútbol, sabe que su vida en el Real Madrid va a ser corta, y no terminará su contrato. Los madridistas no le van a perdonar per seculorum aquella nochecita infame del Alcorcón y la caída ante el Lyon. No le van a perdonar al ingeniero que jueguen la final de la Champions League dos repudiados suyos, Robben y Sneijder, que triunfan, y de qué manera, en el Bayer y en el Inter. El dolor que produce ver pasear la Champions  por los pasillos del Santiago Bernabéu, tan cerquita de los blancos y sin poder tocarla, siempre quedará pegado al nombre del chileno. Lo sabe él y también lo sabe Jorge Valdano.

Por eso un aluvión de madridistas pide la llegada de 'Mou' el triunfador, y que se olviden del glamour lírico de Pep Guardiola y la escuela de Johan Cruyff. Al pan, pan y al cerrojo, cemento armado. He leído a alguno pedir con vehemente devoción el fichaje del portugués. Me gustaría ver al RM jugar en el Camp Nou con las orejas metidas en sus trincheras y achicando balones como lo hacían los chaquetas azules de Jonh Wayne ante el ataque en masa de los indios. A la porra, el jogo bonito: viva 'Mou' y sus medallas.