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Si quiere a Jesús Navas, que Florentino vaya calentando el cheque
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José Manuel García

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Si quiere a Jesús Navas, que Florentino vaya calentando el cheque

Hace cuatro años, cuando el plantel del primer equipo del Sevilla, bajo la batuta de Juande Ramos, dejaba los primeros sudores de la temporada sobre el césped

Hace cuatro años, cuando el plantel del primer equipo del Sevilla, bajo la batuta de Juande Ramos, dejaba los primeros sudores de la temporada sobre el césped en Punta del Moral (Huelva), piratas enemigos asaltaban con aguijones el cerebro de Jesús Navas y el futbolista, sorpresivamente, realizaba una carrera despavorida en dirección a ninguna parte pero muy lejos de allí, a su casa.

Con el tiempo, un minucioso plan elaborado por un competente equipo de psicólogos, además de la voluntad de hierro que posee el Duende de los Palacios, aquella fobia que le impedía convivir más allá de su entorno por fin ha doblado las rodillas. Jesús Navas es otra persona. Mejor dicho, sigue siendo el extraordinario futbolista que no deja de asombrar a todo el mundo pero su cabeza ya anda limpia de neuras y piratas; el águila real sevillista aprendió a volar y ve vida más allá del Guadalquivir.

Navas dejó este invierno el padrinazgo de los Rodríguez de Moya y pasó a ser asesorado por el grupo Bahía que dirige Martín Petón. Pero los verdaderos mentores de Jesús son su padre, Francisco y su hermano mayor, Marco, también futbolista, que esta temporada ha militado en las filas del Guadalajara.

La familia Navas es muy cristiana y profesa devoción por los valores humanos, tales como lealtad, generosidad, humildad, sacrificio. El día de su ansiado debut con la selección, ante la Argentina de Maradona, en el Vicente Calderón, Jesús no sólo se sintió arropado por todos los compañeros de la selección, sobre todo su amigo de toda la vida, Sergio Ramos, toda su familia estuvo con él. Su madre rezó varios rosarios, el padre también. Y Jesusito se grabó en las botas un título significativo: “Dios es amor”, lema de una de las encíclicas del Papa Benedicto XVI.

Pero de los negocios, sobre todo de su futuro, Margarita Garay y Pepe Mesas, de Bahía, se devanan los sesos para que al Duende no le falte un perejil y que al contrato profesional del futbolista se le vayan sumando tantos ceros como carreras se libra por los pasillos del siete. Navas termina contrato con el Sevilla en junio del 2012 y su cláusula es de las más altas, 60 millones de euros. Es el canterano que más gana en la plantilla (un millón doscientos mil euros), pero su sueldo anda muy lejos de los jugadores que más cobran en el equipo nervionense, como Freddy Kanouté, Luis Fabiano, Álvaro Negredo o Didier Zokora. Este verano, cuando el futbolista viaje a la concentración del equipo, los de Bahía quieren reunirse con José María del Nido y Monchi para cuadrar las cuentas y hacer que el mejor jugador del plantel, tal vez el mejor wing derecho del mundo, tenga el sueldo que le corresponde. De dos millones para arriba, muy arriba.

Porque José María Del Nido ya ha avisado: “Por veinte millones sólo regalo las botas de Navas. Por treinta, no hablo”. Florentino Pérez, que suele hablar con Del Nido cada quince días, sabe que el desembolso por el sevillista se acercará mucho a los 50 millones. Como le ha dicho su colega hispalense: que vaya calentando el cheque.

Se verá en el Mundial, donde Del Bosque piensa darle al palaciego cancha para que su juego explote en Sudáfrica. Alejados los fantasmas de su cabeza, Jesús Navas es feliz. Siente a la selección con el fanatismo que adorna su sentimiento sevillista. Se siente querido y arropado por los grandes del equipo nacional. Lo dice uno de sus psicólogos: “Contento como está, Jesús es capaz de hacer una concentración de dos meses hasta en la Luna”.

Hace cuatro años, cuando el plantel del primer equipo del Sevilla, bajo la batuta de Juande Ramos, dejaba los primeros sudores de la temporada sobre el césped en Punta del Moral (Huelva), piratas enemigos asaltaban con aguijones el cerebro de Jesús Navas y el futbolista, sorpresivamente, realizaba una carrera despavorida en dirección a ninguna parte pero muy lejos de allí, a su casa.

Florentino Pérez José María del Nido