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Si Fernando Torres no está, no está
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José Manuel García

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Si Fernando Torres no está, no está

Sofocado (en parte) el incendio que rodeó el cuartel de Vicente del Bosque, parece que ahora las llamas buscan con desesperación los tobillos y muslos de

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Si Fernando Torres no está, no está

Sofocado (en parte) el incendio que rodeó el cuartel de Vicente del Bosque, parece que ahora las llamas buscan con desesperación los tobillos y muslos de Fernando Torres. Huele a quemado a pocos metros del duque de Liverpool. El debate sobre la (baja) forma actual del Niño se ha avivado justo con la irrupción de Fernando Llorente, cuya salida coincidió con el mejor juego de España y la apertura del único boquete que permitió Portugal. Por ahí entró España en el monte de los cuartos.

Nada más terminar el choque, el seleccionador avisó a navegantes y discrepantes: “Contra Paraguay, Torres será titular”. Por tanto, incendio habemus. A mí se me viene encima una cascada de preguntas: ¿Es lógico el empecinamiento de Vicente del Bosque en otorgarle la titularidad a un futbolista cuya baja forma es tan manifiesta como alarmante? ¿Es inteligente la medida? ¿Qué razones poderosas puede esgrimir el técnico salmantino cuando el futbolista sólo enarbola una voluntad de hierro y, por el contrario, un punto de mira escandalosamente averiado?

Resultaría pobre y peligroso empeñarse en mantener la titularidad de Torres en aras al simbolismo del autor del gol que nos regaló la Eurocopa, cuando se observa que el  9 del Liverpool se encuentra a una distancia sideral del resto de compañeros. Por ejemplo, de David Villa.

Fernando Torres llevaba dos meses largos en el dique seco cuando se montó en el autobús de la selección y Torres no es Superman para saltarse las elementales normas de la fisiología. Hasta los cracks (y Torres es uno de ellos, conste) requieren su tiempo para alcanzar la forma adecuada. Justo lo que le falta a un Mundial: tiempo. Tiempo.

Cuatro intentos de que Torres despegue

Suiza, Honduras, Chile, Portugal, cuatro partidos jugados por nuestra selección, cuatro intentos infructuosos del Niño Torres para saltar el muro, cuatro sainetes, cuatro topetazos contra el duro ladrillo. En el primer choque, España dejó los dientes en la muralla suiza; fue el día tonto de Villa, que para nuestra fortuna despertó justo a la jornada siguiente, contra los hondureños, el Guaje incluso se quedó a un pelo de consumar un hat-trick. Para el gozo patrio, el asturiano mojó en los partidos siguientes. Sin embargo, The Kid no sólo sigue seco de munición, sino que sus movimientos se impregnan con el moho que genera la falta de actividad y propicia un marcaje bizcochable a los defensas frente a los movimientos tan previsibles del 9 de la Roja.

Ofenden a nuestra inteligencia ciertos comentarios de los analistas cuando tratan de tapar las indudables lagunas de FT. “No toca el balón, pero sus desmarques posibilitan las acciones de Villa”. También: “Su movimiento lateral abre espacios por el centro”, dijo otro analista con la certeza de no sufrir una indigestión cerebral. Miren, Torres no se ha ido de ningún defensa en este Mundial. Perdió la batalla con todos. El Niño, cuya zancada demoledora, rapidez y remate en carrera le han hecho entrar en la montaña de los grandes leyendas del planeta fútbol, parecía un juguete a manos de Bruno Alves y Ricardo Carvalho, que jugaron al pin-pan-pum con el ex atlético. Luego les cambió la cara cuando apareció Fernando Llorente.

Da Silva y Alcaraz, los zagueros de Paraguay, tampoco son de chusco, poseen armadura recia, potencia y litros de veneno. Los guaraníes han encajado un solitario gol en lo que llevamos de Mundial. El vallisoletano Justo Villar sólo ha recogido una vez el cuero de sus mallas: en el primer partido ante los italianos. Luego su arco se ha hecho de cemento armado. España tendrá que armarse de paciencia y meter dosis de movilidad, velocidad y puntería en sus bolsillos. Como buen charro, Del Bosque es terco y barrunta repetir alineación. Por supuesto, piensa en Fernando Torres. Ojalá que las musas sigan ronroneando en los tobillos del Guaje, porque el Niño no está.

Sofocado (en parte) el incendio que rodeó el cuartel de Vicente del Bosque, parece que ahora las llamas buscan con desesperación los tobillos y muslos de Fernando Torres. Huele a quemado a pocos metros del duque de Liverpool. El debate sobre la (baja) forma actual del Niño se ha avivado justo con la irrupción de Fernando Llorente, cuya salida coincidió con el mejor juego de España y la apertura del único boquete que permitió Portugal. Por ahí entró España en el monte de los cuartos.

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