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Ahora llega lo bueno: la Liga de los 18 contra el duopolio
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José Manuel García

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Ahora llega lo bueno: la Liga de los 18 contra el duopolio

Pasadas las fanfarrias de la gloria, las trompetas de los campeones, sus orgullosos himnos y flamear de banderas, pasada toda esta marabunta que nos ha dejado

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Ahora llega lo bueno: la Liga de los 18 contra el duopolio

Pasadas las fanfarrias de la gloria, las trompetas de los campeones, sus orgullosos himnos y flamear de banderas, pasada toda esta marabunta que nos ha dejado la autoestima por las nubes, llega, por fin, la Liga. El fútbol nuestro de toda la vida y de corrido, sin interrupciones, como las películas de pago. La Liga de los 18 contra los dos monstruos. El mundo contra los colosos. Los pobres contra los ricos. La película de siempre.

Los pobres, apurados por una escandalosa crisis bancaria, bajan el pistón presupuestario. Los del furgón de primera fila, por mucha Europa League conquistada, por mucha Supercopa metida en velo de tul, el Atlético no tiene otra que bajar los números. El Sevilla, campeón de Copa, desciende un peldaño en sus guarismos; lo mismo el Valencia y, por supuesto, ese Villarreal que quiere asomar con timidez por las azoteas pero sin mucho aspaviento no sea que aterrice la cuchilla dineraria para cortarle la cresta. A los restantes equipos sólo les queda el privilegio de hacer un par de buenas taquillas y sentarse al sol a esperar le llegada de una buena cosecha. O una lotería.

Pero se asoma el Real Madrid de Florentino Pérez e infla el pecho: 450 millones de presupuesto. El mayor de la historia de nuestro fútbol, siempre que al Barcelona tire de seny y orgullo y le dé por jugar a sumar un euro más que al blanco para contrarrestar el músculo financiero del adversario.

Los azulgrana, una vez resuelta la dolorosa pesadilla sueca (Ibrahimovic, un capricho que ha dilapidado 40 millones en una sola temporada), tiran de calidad futbolística: tres al Racing sin despeinarse, un paseo por El Sardinero, dos filigranas de postín, y a casa. Los blancos de Mourinho, mientras, sacando lengua en Mallorca, asimilando sistemas nuevos y abasteciendo de mercromina y vendas los tobillos de Cristiano Ronaldo, carne de trituradora para los defensas. El RM todavía tiene un largo trecho para asimilar nuevos conceptos, digerir las fórmulas del alquimista luso, que no ha movido un músculo de preocupación ante el magro resultado del debut. Mourinho sabe perfectamente que el gigante blanco tomará carrerilla y sumará a partir de esta jornada de tres en tres, se pegará de un mordisco a los talones del Barça y ambos calzarán esas botas de siete leguas que las televisiones han extendido para dejar que el resto, los dieciochos esforzados del pelotón, gregarios de vergüenza torera, pelee a las bravas por una dignísima tercera posición en el cajón de los buenos.

Unos ya no tienen más agujeros en el cinturón, otros, los grandes, bañan sus caprichos en oro ajeno y siguen recibiendo regalos de los dioses televisivos. Dicen que la LFP está tomando buena nota, que las reuniones de pasillos entre dirigentes de la patronal futbolística alcanzan cotas de seriedad romana. En la LFP saben que otro año más, un nuevo paseo militar del duopolio, puede tocar la explosiva boya del alto riesgo. La mejor Liga del mundo no puede caer sobre dos hombros y permitir que el resto aspire al rango de palmero. O buscan soluciones a corto plazo o el garito se quema. La exhibición hispánica en el Monumental sólo fue una anécdota. Una siesta mal echada, un disparo mal resuelto. El fútbol en España tiene otros peligros mucho más graves que el ridículo argentino.

 

Pasadas las fanfarrias de la gloria, las trompetas de los campeones, sus orgullosos himnos y flamear de banderas, pasada toda esta marabunta que nos ha dejado la autoestima por las nubes, llega, por fin, la Liga. El fútbol nuestro de toda la vida y de corrido, sin interrupciones, como las películas de pago. La Liga de los 18 contra los dos monstruos. El mundo contra los colosos. Los pobres contra los ricos. La película de siempre.