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La Liga de las Estrellas anda sobrada de teatro y teatreros
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José Manuel García

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La Liga de las Estrellas anda sobrada de teatro y teatreros

En estos días atípicos, de huelgas, carreras, lunas rotas y corazones tan encogidos como las ideas en una dictadura, la palabra violencia se destila sobre el

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La Liga de las Estrellas anda sobrada de teatro y teatreros

En estos días atípicos, de huelgas, carreras, lunas rotas y corazones tan encogidos como las ideas en una dictadura, la palabra violencia se destila sobre el vaso con sutileza, como un goterón de miel. Violencia y teatro, dos ingredientes que se han sumado a la fiesta y cobran protagonismo desmesurado en el fútbol.

Bajo el epígrafe “proteger a los genios” se pueden cometer tantas tropelías como dar rienda suelta a los cazadores. El otro día, el vasco/venezolano Amorebieta, que tiene de santo lo que una corista de recatada, se lanzó con su habitual vehemencia sobre el balón que sobaba Andrés Iniesta. La zurda descocada del zaguero amartilló el cuero y la inercia de su arremetida se llevó por delante al campeón del mundo, que en un principio pareció que había sido arrollado por un tractor loco, aunque luego se vio, tras varias tomas youtubes, que el genial futbolista hizo teatro.

Para teatro puro Shakespeare el que se monta el cabecense Carlos Marchena, hoy en el Villarreal, todo un experto en morirse sobre un terreno de juego y luego resucitar cuando las claquetas del árbitro han enviado al supuesto agresor  a las duchas. Lo malo es que el también campeón del mundo esta vez ha quedado en evidencia merced a las pruebas de la moviola. El malaguista Eliseu ni le tocó y el Comité de Competición decidió no hacer efectiva la tarjeta roja que le mostró el colegiado. El CC debía haber terminado la buena obra con una sanción al comediante; por su mala acción dejó al Málaga en inferioridad numérica, hecho que fue determinante para que el Villarreal consiguiera la victoria.

El fútbol aporta continuas paradojas. José Antonio Reyes, uno de los jugadores que más faltas recibe en la Liga, vio la roja directa por una vez que se le fue la mano. Reyes, en su argumento de descargo, estaba harto de recibir madera jaculatoria por parte de los zaragocistas. Muchos árbitros le tienen tomada la matrícula al utrerano, incluso le tildan de teatrero. La expulsión impedirá a Reyes jugar este domingo en su querido Nervión, donde el Atlético se enfrenta al Sevilla. Esa carga injusta de teatralidad también la soporta el sevillista Diego Capel, cuyos tobillos parecen de goma por los hachazos que recibe. Jesús Navas compartía sambenito, pero la Copa de Sudáfrica ha extendido un invisible visado de impunidad al palaciego. Un documento que no le sirvió a David Villa, cuyo manotazo a Gurpegi lo vio con nitidez el árbitro. Fue un manotazo, Gurpegi, no un disparo de lanzacohetes…

Los árbitros han recogido con celo el mensaje no escrito enviado desde la RFEF, ese que pide máximo rigor con los cazadores de talentos. Los colegiados han recogido con secante la tinta invisible y se han aplicado al cuento. Pero con tanto celo que se han pasado de frenada. Borbalán acertó con Ujfalusi, pero Clos se tragó los aspavientos de divo fusilado que esgrimió Cristiano Ronaldo y expulsó injustamente al espanyolista Galán, y Mateu Lahoz patinó sobre el barro con Amorebieta.

Los árbitros tienen que cuidar que a Messi no le embosquen los tobillos, lo mismo que a CR7, a Xabi Hernández o a Iniesta, pero deben vedlar por la pureza del espectáculo, mirar fuera de nuestro territorio, o pasarse un día por la Premier League, donde la virilidad no tiene dos caras y se afean los piscinazos.

Al final se vuelve al mismo escenario, al de la credibilidad, al rincón de los honestos, al cada día más oscuro cuarto de la competencia. Uno piensa que los talentos tienen que protegerse, pero tampoco descuidemos a los no talentosos. Hay que buscar el lado limpio de las cosas y ser real como la vida misma. Y no hacer de la vida puro teatro. Aunque lo parezca.

En estos días atípicos, de huelgas, carreras, lunas rotas y corazones tan encogidos como las ideas en una dictadura, la palabra violencia se destila sobre el vaso con sutileza, como un goterón de miel. Violencia y teatro, dos ingredientes que se han sumado a la fiesta y cobran protagonismo desmesurado en el fútbol.