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Cristiano Ronaldo, ese genio tan odiado
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José Manuel García

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Cristiano Ronaldo, ese genio tan odiado

Antes que nadie me quiera meter un dedo en el ojo y disparar a la altura del entrecejo, me adelanto a señalar que Cristiano Ronaldo es

Antes que nadie me quiera meter un dedo en el ojo y disparar a la altura del entrecejo, me adelanto a señalar que Cristiano Ronaldo es uno de los tres o cuatro mejores jugadores del mundo. Sin discusión. Pero también es uno de los futbolistas menos queridos en los estadios. CR7 levanta pasiones enfrentadas. En Portugal le adoran, en el Real Madrid casi lo mismo. Pero el resto del mundo le pone cuernos y rabo.

Las genialidades del futbolista de Madeira no suelen ir acompañadas por un comportamiento digno de un fuera de serie, incluso en ocasiones se olvida de que el rival no es más que un compañero y que, además del caño de rigor, sufre un disparo de arrogancia. Como el que, siendo jugador del Manchester United,  le hizo una vez al zaguero Richard Dunne, del City. CR7 amagó por la derecha al irlandés (que hoy juega en el Aston Villa) y éste se lanzó a la derecha como el  toro se lanza al abrevadero en una tarde de verano; de repente desapareció el balón y volvió a aparecer por la izquierda, con trozos de Dunne esparcidos en varios metros. La grada de Old Trafford soltó un ‘ohhh’ de sorpresa, los seguidores del City no le fueron a la zaga.

Pero Cristiano quería más, levantó la cabeza y observó que tenía tiempo y espacio para una más. Esperó al defensa y le mostró de nuevo la pelota; va por aquí, parecía decirle, por la derecha, y Dunne no le creyó esta vez y se lanzó a la izquierda, el tobillo izquierdo del portugués giró y llevó la pelota a la derecha. Otra escabechina de Dunne. Otro ‘ohhh’ de la grada. Houdini de rojo. A los quince minutos, Dunne no esperó ni un instante y salió con los dos pies por delante, llevándose césped y Ronaldos. La grada no dijo nada y entendió el lenguaje. Donde las dan las toman. Una tarjeta amarilla al irlandés, que a los pocos minutos fue sustituido por su técnico para evitar males mayores.

Cristiano es adorado en el United pero lejos de Old Trafford su popularidad decrece. Los rivales admiran las cualidades del portugués al mismo tiempo que discuten el poco apego que el extraordinario futbolista siente por el fair play.

En España, Cristiano Ronaldo sigue por los mismos derroteros, incluso de manera más acusada. El pasado año ya fue expulsado contra el Almería y esta temporada simuló estar muerto tras una entrada del españolista Galán, que fue expulsado. Con Asier Del Horno, ahora en el Levante, CR7 ajustó viejas cuentas taberneras.

El estreno liguero de Cristiano en Mallorca fue desafortunado, pues un amague suyo terminó en patada en su dañado tobillo, lo que derivó en una lesión que lo dejó dos semanas fuera de los terrenos de juego. Ello levantó cantidad de protestas y una reivindicación no exenta de cargas demagógicas. José Mourinho pidió protección para su genial paisano, otros fueron más lejos y clamaron blindar el talento y mayor dureza con los cazadores de tibias. En efecto, el fútbol tiene que estar protegido de los violentos, pero también hay que poner un cerco a la arrogancia y al engaño. El fútbol es un deporte de caballeros, según entendieron sus fundadores en la Inglaterra Victoriana. Cristiano es un futbolista diez, pero debiera tomar nota de conceptos básicos aunque igualmente valiosos. CR7 lo posee todo para labrarse un camino de oro en la historia del fútbol, pero llegará a la mitad si su actitud no raspa defectos arrogantes y modales de listillo de arrabal. Una pena para los que hacen cola para ver en vivo uno de sus maravillosos escorzos.

Antes que nadie me quiera meter un dedo en el ojo y disparar a la altura del entrecejo, me adelanto a señalar que Cristiano Ronaldo es uno de los tres o cuatro mejores jugadores del mundo. Sin discusión. Pero también es uno de los futbolistas menos queridos en los estadios. CR7 levanta pasiones enfrentadas. En Portugal le adoran, en el Real Madrid casi lo mismo. Pero el resto del mundo le pone cuernos y rabo.

Cristiano Ronaldo