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Mourinho es Winston Churchill pero Pedro León no es Maradona
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José Manuel García

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Mourinho es Winston Churchill pero Pedro León no es Maradona

José Mourinho tiene razón: Pedro León no es Maradona. Pero tampoco Cristiano Ronaldo es Maradona, como sabe perfectamente Mou y, sin embargo, asume que a su

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Mourinho es Winston Churchill pero Pedro León no es Maradona

José Mourinho tiene razón: Pedro León no es Maradona. Pero tampoco Cristiano Ronaldo es Maradona, como sabe perfectamente Mou y, sin embargo, asume que a su paisano hay que derramarle un par de gramos más de paciencia. Cuestión de equilibrio. Porque no es fácil ser el entrenador del equipo más poderoso del mundo, donde ganar es un tope asumible que no conduce directamente a la gloria. Mou conoce la grandeza del Real Madrid, un club que digiere con naturalidad algo tan desquiciante como que una victoria puede doler casi tanto como un fracaso.

El graderío del Bernabéu precisa gotas del showtime que aportaban Beckham y Zidane, toques mágicos por encima de la oferta Mouriana del rodillo, ahora que la Selección es campeona del mundo y el Barcelona el intérprete más virtuoso del nice game that kills (el juego bonito que mata), como definieron en Estados Unidos el futbol de los pupilos de Pep Guardiola.

Pero para llegar a la cima, Mourinho sabe que no tiene que mover un centímetro de su guión, y si hay que poner con la nariz pegada a la pared a Pedro León, pues se le pone, que él es el manijero del cortijo que preside Florentino Pérez y éste, ávido de triunfos y fe, ha rociado al luso con agua bendita en un cuenco cargado con lingotes de euros. FP le ha pedido “al mejor entrenador del mundo” resultados a corto plazo y buen fútbol a más largo recorrido.

Mourinho es un líder, no un bocazas, como más de un analista listo quiere mostrar. El portugués es un líder valiente, que maneja con mano firme los hilos de un vestuario multimillonario y también capaz de bailar claqué en las alfombras de la zona noble de Chamartín. Es una especie de sir Winston Churchill, que hace de la adversidad un reto franqueable y se levanta con fuerza ganadora ante el castigo. Mou asume como dogma una frase del inglés: “Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar; pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar”. Es lo que hace el portugués, por eso se ha ganado el respeto de todos, con los campeones del mundo a la cabeza.

Para hacer del RM un equipo antológico, Mou ha realizado un diseño escrupuloso y serio, una regla que todos tienen la obligación de engullir; una regla que habla de trabajo, de solidaridad, de generosidad, también de lealtad. De grupo. De equipo. Por eso el ex discípulo del malogrado Bobby Robson no consentirá jamás una voz más alta, un quiebro a ir por libre en sus pasillos. Lo saben todos en el vestuario madridista. Incluso Pedro León, que sabe muy bien que no es Maradona.

José Mourinho tiene razón: Pedro León no es Maradona. Pero tampoco Cristiano Ronaldo es Maradona, como sabe perfectamente Mou y, sin embargo, asume que a su paisano hay que derramarle un par de gramos más de paciencia. Cuestión de equilibrio. Porque no es fácil ser el entrenador del equipo más poderoso del mundo, donde ganar es un tope asumible que no conduce directamente a la gloria. Mou conoce la grandeza del Real Madrid, un club que digiere con naturalidad algo tan desquiciante como que una victoria puede doler casi tanto como un fracaso.

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