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Madrid y Barça sólo tienen ojos para la Liga
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José Manuel García

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Madrid y Barça sólo tienen ojos para la Liga

José Mourinho, recibido en la parte interista de Milan como un astro, quizás como Brad Pitt. La otra parte, milanista, lo detesta como un grano justo

José Mourinho, recibido en la parte interista de Milan como un astro, quizás como Brad Pitt. La otra parte, milanista, lo detesta como un grano justo allí abajo. La víspera del partido, Eto'o y Materazzi  saludaron al dios luso. Mourinho les habló de las bondades de Madrid, de los atascos, de las mil y una noches de la Capital del Reino. Mientras hablaba, el rabillo de su ojo izquierdo tintineaba como perro de agua vigilante. Todo en orden. Todo perfecto. Control absoluto. El Real Madrid va como un tiro. Como el Barcelona.

Porque el Barça, pese al encallamiento en Dinamarca, tiene como su rival eterno muy bien encerada la pista de baile de la 'Champions'. Por mucho que el técnico de los daneses, el noruego Solbakken, quiera salir en las principales portadas de Europa encarándose con Pep Guardiola por un quítame de aquí esta silla. Guardiola sabe que el trabajo está hecho, rematará faena en el Camp Nou y a aparcar el asunto Europa hasta febrero.

Lo importante es la Liga. El Barça pasaportó al Valencia, deshuesó al Sevilla y ya prepara cuchillo y tenedor para Getafe y luego el Villarreal, equipos que a buen seguro pondrán más carne, sangre y fútbol que sus rivales de Nervión.

Estos son los partidos que preocupan a Pep, sobre todo el del ‘submarino amarillo’, que esta temporada ha salido respondón al irreductible 'duopolio'. Lo de Copenhague, unas risas, un calentón, bocadillo de chorizo de cantimpalo. Lo importante es sumar en la Liga suya, la de los dos, estar fino para el mano a mano que ya está, se huele.

Por eso a Mou le sentó como un disparo de una bala de hielo los dos goles que le cascó anoche a su equipo el 'Pipo' Inzaghi. El portugués no sabía si meterse en el hueco del banquillo o asesinar a alguno de los suyos por el rosario de desaplicaciones cometidas. Ni miró al colegiado inglés, que parecía primo de Inzaghi: perdonó una agresión manifiesta del 'Pipo' a Xabi Alonso y luego se disfrazó de José Feliciano en el segundo gol milanista. Un 'crack' este Webb: hace unos meses no vio nada en el disparo de De Jong contra el pecho de Xabi Alonso, y menos todavía cuando el veteranísimo italiano apuñaló por la espalda al donostiarra. Xabi soñará con el trencilla calvo.

Pero 'Mou' sueña con la Liga, en ese mano a mano que ha emprendido con el Barça de Guardiola. Sabe que, de aquí a nada, la Liga de las Estrellas quedará en un duelo al sol. Gary Cooper contra Clint Eatswood. Y quiere que sus hombres se encuentren con los cinco sentidos enchufados en la materia. No quiere desconexiones, y por eso mima a Benzemá, le pega guiños a Pedro León y perdona paternalmente los borrones de Pepe o Casillas.

Porque el Tourmalet le viene muy pronto, con el Atlético acechando, salir al avispero del Molinón y encarar el último suspiro del mes con resuello suficiente para hincar el diente al Barça. Ese es el sueño del portugués, explosionar el Camp Nou y amanecer líderes en Año Nuevo. La Champions será otra cosa. Entre ceja y ceja, la Liga, colocar al RM el primero de la pirámide, que el segundo sea el otro. Se lo ha prometido a Florentino Pérez. Florentino, guerras televisivas aparte, tiene muy asumido que bendecirá a 'Mou'. Será por dinero…

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José Mourinho, recibido en la parte interista de Milan como un astro, quizás como Brad Pitt. La otra parte, milanista, lo detesta como un grano justo allí abajo. La víspera del partido, Eto'o y Materazzi  saludaron al dios luso. Mourinho les habló de las bondades de Madrid, de los atascos, de las mil y una noches de la Capital del Reino. Mientras hablaba, el rabillo de su ojo izquierdo tintineaba como perro de agua vigilante. Todo en orden. Todo perfecto. Control absoluto. El Real Madrid va como un tiro. Como el Barcelona.