Yo sí tengo muy claro que Messi es el mejor, luego va Cristiano Ronaldo

Algún medio ha querido presentar el Portugal-Argentina de anoche como un duelo en la cumbre Leo Messi-Cristiano Ronaldo por la primacía mundial. Un estúpido pulso para saber, por los siglos de los siglos, quién es el mejor, el número uno. Antes de meterme en curvas y explicaciones, yo lo tengo tan claro como la luz de las nueve de la mañana un 5 de mayo: el número del uno, por tanto el mejor futbolista del mundo hoy, es Messi.

Después del argentino, Cristiano Ronaldo  encabeza una pléyade de virtuosos en la que también meto a Xavi Hernández y a Andrés Iniesta. No me olvido, por supuesto, de más gente. Como Cesc Fábregas, Mesut Ozil, el holandés Sneijder, el argentino Tévez o el también alemán Muller. Y si me permiten apurar, pondría también en esta lista a un portero: Iker Casillas, disculpen mi debilidad.

Pero Messi es el mejor. Un futbolista que inventa fútbol en cada paso, que rompe los moldes rígidos de la física con jugadas increíbles y convida a la química del equipo a un banquete solidario. Porque para Messi el concepto equipo es primordial en su trabajo, lo mismo que los códigos relativos a la amistad y al compañerismo. Y, lo más importante, Leo mira al contrario como rival pero nunca, nunca, como enemigo.

Como todos los cracks, el argentino también se sumerge en su mundo de fantasías y ejerce de francotirador. Desde la media luna alza una ceja, ajusta la mirilla y se lanza a tumba abierta, como un madelman hechizado, sorteando bosques de piernas y codos; cuando olisquea las redes, cuestión de una milésima de segundo, tiene tiempo para un último disparo a gol. Y casi siempre es gol.

Messi vive para el fútbol, para la familia, para los amigos, para el equipo, para el gol. Todo se le ofrece en el Barcelona, donde el crack ha establecido su reino y en Can Barça, su sancta santorum. Nada más feliz hace a Leo que compartir un asado con su gente, y luego echar un balón al pasto. Allí conectará con Busquets, Bussi se la devolverá, luego Xavi, luego Andrés, mirará también a Dani Alves y compondrá una nueva sinfonía futbolística. Él, Leo Messi, que es don Fútbol.

Cristiano Ronaldo es otro crack, pero le hace falta poner a su fútbol pinceladas de ternura, aires de compañerismo

Cristiano Ronaldo es otro crack, pero le hace falta poner a su fútbol pinceladas de ternura, aires de compañerismo; a CR7 le urge podar los ramajos de arrogancia y altivez que le sobresalen cuando salta al campo y mira al contrario. El portugués es un genio. Inventa. Pero los hombres y los futbolistas se miran a los ojos, de frente, y no de arriba abajo.

El toque de tacón es un recurso, un pinturerismo que el aficionado agradece, pero jamás puede ser utilizado como arma arrojadiza para humillar a un contrario. A Cristiano Ronaldo no le hacen falta esos gestos de técnica tan exquisita como grosera, que deja indiferente a los aficionados de su equipo y encoleriza a los del rival.

Lejos del Camp Nou, a Leo Messi lo miran con admiración y respeto, y su fútbol de altísimo nivel en algunos campos es observado con silencios más que elocuentes. Más allá de Chamartín, Cristiano Ronaldo es temido como el diablo de Tazmania y sus jugadas son seguidas con música de viento y riadas de exabruptos. Los dos siembran su fútbol con duende y toneladas de arte pero uno (Messi) recoge flores y sombreros; el otro (CR7), tempestades.

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